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domingo, 20 de abril de 2014

PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO



Alfredo Moffatt




INTRODUCCIÓN


Este libro analiza el tema de la psicoterapia desde la problemática de la injusticia y la opresión social; por un lado, la propuesta  psicoterapéutica del sistema de poder y, por otro y oponiéndose a ésa, presenta una alternativa de terapia desde las modalidades de vida y necesidades de nuestro pueblo, es decir, una psicoterapia que contenga el proyecto de liberación.

Por lo tanto trata de todas las formas y procesos de degradación mental en los manicomios (el tema de la locura) y también las formas de degradación material en los grupos marginados y explotados (el tema de la pobreza).

Para el problema de la locura proponemos una actitud de re- distribución de las ansiedades irracionales, una elaboración de los contenidos terroríficos, depresivos, fantásticos, de nuestra mente y que cada uno de nosotros se haga cargo de sus temores y fantasmas sin depositarlos en chivos emisarios y fabricar con esto “profesionales de la locura” para segregarlos luego, internándolos en manicomios. Además, nuestro criterio de salud mental está relacionado con el rescate de la identidad personal del paciente, negada y degradada en los hospicios, y sabemos que este proceso sólo se puede conseguir con el rescate de la identidad histórica y cultural de nuestro pueblo, también negada y degradada  por la antinomia “civilización europea- barbarie nativa” del sistema de opresión. Esto también hace que el “motor” del cambio terapéutico esté más que todo en la reivindicación de justicia del pueblo marginado y, por lo tanto, solo re interpretando  las técnicas psicoterapéuticas desde las modalidades de vida de nuestro pueblo, sus valores, sus mitos, su folklore, es que se va a poder operar una verdadera cura respecto de nuevos criterios de salud mental e insertado en el proceso de liberación, que es la “terapia” para la otra enfermedad, la pobreza, resultado de la explotación social y la degradación material.

Todo esto que proponemos no es una especulación teórica, lo cual dejaría sin valor todo lo dicho sino que es el resultado de una experiencia hecha hombro a hombro con la parte del pueblo trabajador internada en los hospicios. Este libro intenta trasmitir y organizar el intenso caudal de experiencias vividas por los compañeros de la Comunidad Popular de la Peña “Carlos Gardel” que funciona en el fondo del Hospital Neuropsiquiátrico  Borda y debemos tener en cuenta que el mismo es sólo el comienzo (y no el fin) de un camino nuevo, es un poco el relato de una aventura, del esfuerzo de abrir una brecha en el mismo territorio profesional donde se da el máximo de represión mental del sistema (que se complementa con la escuela, la iglesia, el sistema jurídico, etc.), pues pensamos que en ese mismo lugar de máxima represión mental debería crearse (y pelearse)  el modelo de pensamiento opuesto. Por eso elegimos el manicomio como lugar de lucha por una psicoterapia para la liberación, para que re distribuya la locura como también se debe re distribuir la riqueza.

Una psicoterapia descolonizada que elabore sus modelos teóricos resolviendo la problemática real y concreta del país y no importe con sumiso respeto los modelos de pensamiento que resuelven y se adaptan a lejanos problemas sociales europeos. Acá aclaramos que no proponemos pelear con arcos y flechas, pues nos parece muy eficiente el “armamento” científico europeo- norteamericano (tan eficiente que con él nos sometieron); todo lo contrario, debemos aprender a usarlo bien, sólo que desde la perspectiva opuesta, esto es desde y con el pueblo.

Para esto es necesaria la inversión de la relación teoría- práctica, pues consideramos que solo luego de una praxis es posible establecer una teoría. Si, por ejemplo, las teorías sobre el Complejo de Edipo de Freud explican las relaciones familiares en la Villa Miseria, la usaremos y si, por el contrario, comprobamos que la estructura matriarcal lo vuelve inútil buscaremos otra. Esta inversión del orden entre la teoría y práctica va a impedir la principal patología de nuestros grupos intelectuales, que es la teorización sobre la teoría, lo cual crea un mundo cerrado sobre sí mismo y donde nada puede ser realmente demostrado ni negado pues todo llega a ser  un enorme bosque de palabras que impide ver la realidad concreta que lo rodea. Con la teoría puede pasar lo que con los muebles viejos: se acumulan tanto que no nos permiten mover en el cuarto. Y la solución pensamos que es la misma: quedarse con lo necesario y tirar el resto. O también puede suceder (y de hecho así ocurre muchas veces) que se afila tanto el cuchillo que se gasta sin haberlo usado nunca”.

Pensamos que la finalidad de esta modalidad de súper elaboración conceptual que reina en nuestros medios profesionales, es desarrollar un mecanismo de evasión respecto a una realidad social rechazada y temida (valga como ejemplo los infinitos Seminarios lacanianos, althuserianos, etc. sobre Freud y Marx). Son palabras que explican a palabras y en ninguno de los análisis está contenida nuestra realidad concreta. Pero lo más triste y aburrido de este juego es que siempre somos espectadores, serviles alumnos de estrellas lejanas y  nunca protagonistas y creadores de nuestros modelos de interpretación de la realidad. Este juego, aparentemente frívolo, - que además enmascara la verdadera inserción del profesional “revolucionario” en el sistema económico - (el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha) es grave si pensamos en todos los desposeídos, explotados, reventados y degradados de nuestra tierra, de ese pueblo que viene desde el fondo de nuestra historia y que ahora ha comenzado su marcha; ellos necesitan de una sociología, una psiquiatría, una psicología, una historia, una antropología que les ayude a enfrentar el sistema ideológico de los opresores y que nos dicen desde las villas miserias, las fábricas, los quebrachales, las cárceles y los manicomios, ¿de qué lado están ustedes?... ¿A quienes sirven? ¿A los explotadores... o a nosotros?...

Por eso nosotros decimos... al carajo, con esta ciencia súper abstracta que no nos permite comprender e instrumentar la realidad en que estamos metidos. Replanteemos la sociología, la psicología, y la psiquiatría después de realizar un giro de 180° y en vez de mirar, como sirvientes dependientes, a Europa y al imperialismo yanqui miremos al interior de nuestra tierra y, junto con nuestro pueblo, comencemos a invertir la perspectiva. Franz Fanon demostró que esto es posible y desde el 17 de Octubre de 1945 el pueblo, a través del movimiento peronista, comenzó esta tarea.

En cuanto al contenido del libro, encontramos conveniente dar un panorama general, ya que en cierta manera los capítulos están organizados como una serie eslabonada que converge, al final, en el capítulo de la Comunidad Popular. Cada tema tratado es una pieza necesaria para comprender la experiencia de la Peña y para armar el modelo teórico de Psiquiatría Popular que proponemos.

El primer tema es un minucioso análisis del sistema de mundo que se propone al internado en un hospicio, es el tema de la degradación del sentimiento de identidad. Luego analizamos las ideologías que apuntalan a la ideología psiquiátrica represiva: el Ministerio de Educación, la Iglesia y también la ideología caritativa, la Sociedad de Beneficencia o sea la degradación benévola (en parte esto coincide con el concepto de “Aparatos Ideológicos del Estado” de Althusser).

Pasamos, en el capítulo siguiente, a considerar el sistema ideológico  “civilización y barbarie” que para nosotros es el molde en que la colonización ideológica ha organizado la negación y la represión de la cultura de tierra adentro, de nuestra identidad histórica, y justificado – en su nombre – el genocidio de los indios, gauchos y negros.

Luego, en el capítulo cuarto, describimos el mundo del marginado, del humillado de nuestra patria y entramos, así, a una parte fundamental del libro, que es el análisis de la Cultura Popular, de las propuestas de vida que nos vienen de tierra adentro y de historia atrás: la cultura gaucha como su forma rural y la cultura rea (tanguera) como su forma urbana.

Después se pasa a un análisis de la expresión política popular más importante desde hace 30 años: el peronismo.

Al tema del folklore psicoterapéutico popular, los manosantas, las hermandades y la magia popular, lo desarrollamos extensamente pues es – de hecho – la modalidad psicoterapéutica que utiliza la casi totalidad de nuestro pueblo (24 millones contra unos 500.000 psicoanalizados). En el capítulo siguiente se hace un inventario de las técnicas psicoterapéuticas occidentales que nos permiten una mayor eficiencia operativa.

En el ante último capítulo, luego de presentar los antecedentes de nuestra Comunidad, pasamos a esbozar nuestro esquema ideológico y operativo que nos va a permitir entrar en el último capítulo, donde describimos y analizamos la Comunidad de la peña Carlos Gardel que, como experiencia dinámica, real y concreta, no se agota en las conclusiones a las cuales hasta ahora hemos arribado.

Al final del libro, en carácter de propuestas generales, intentamos extender el modelo de Comunidad Popular, teniendo en cuenta varias experiencias argentinas que se hicieron con un planteo similar y que amplían completamente  los límites de nuestra experiencia en cuanto a comunidad de producción, de labor semanal (el equipo de construcción) y el replanteo de toda la institución, experiencias que testimonian que todo el hospital puede funcionar en sentido de la cura y no de la cronificación (Colonia Federal y Centro Piloto).

También la experiencia que relatamos tiene límites en cuanto a dar modelos populares en el nivel de prevención primaria y tratamiento a niveles neuróticos. Pero pensamos que, de todas maneras, abre un camino y realmente se justificará el libro si sirve como punto de discusión para que, entre todos, comencemos a “dar vuelta la tortilla” en cuanto a atención psiquiátrica del pueblo (lo que también es una contribución a “dar vuelta” la otra “tortilla” que es la más grande y jodida de dar vuelta).

Capítulo 1

LOS HOSPICIOS


ESTRUCTURA E IDEOLOGÍA MANICOMIAL


La primera observación que podemos hacer, acerca de la vida en los hospicios, es su enorme y brutal empobrecimiento. En todos los niveles se producen amputaciones, no existe ningún tipo de tarea, el paciente no posee nada sentido como propio, ni siquiera su propia ropa, es un mundo uni-sexual, las salas con las camas en largas hileras no permiten la reconstrucción de grupos primarios. Pero, fundamentalmente, la amputación más dolorosa es la de la dignidad personal, en lo más íntimo del yo el internado se siente descalificado, y cosificado. Cualquier mensaje emitido es re-interpretado por el personal del hospital como  “cosa de loco”, lo cual deteriora el sentimiento de autonomía, de auto-respeto.

 Esto conduce a que la forma adaptativa más común sea el aceptar esta propuesta del medio manicomial y comenzara comportarse “como un loco”, es decir, a cumplir las expectativas de la institución. Debemos agregar que no todas las conductas locas están permitidas, sino sólo aquellas de “loco adaptado”, obediente y respetuoso de enfermeros, diagnósticos y reglas de vida.

 El aburrimiento y el sentimiento de soledad y abandono dan una vida sin proyecto de futuro, pues no es dueño de su porvenir quien no es dueño de sí. Creo que aquí es necesario comenzar a aclarar un estereotipo, un prejuicio colectivo de nuestra sociedad respecto a los hospicios, los manicomios: la idea compartida es que adentro están los que ”perdieron la razón” y se encuentran en otro mundo mental, una especie de pesadilla continua que va desde un nirvana placentero a un terror de pesadilla.

 Pero cuando se entra al hospicio con la expectativa de ver un mundo terrorífico o seductor se sufre una desilusión; la sensación es de estar en una especie de pueblo de linyeras, de gente muy pobre, muy desesperanzada, aislada entre sí, pero de gente que contesta razonablemente a una pregunta, que pide fuego o un cigarrillo, que prepara su matecito y no encontramos al delirante (o por lo menos hay que buscarlo bastante) declamando un discurso, ni tampoco nadie intenta atacarnos. Nos damos cuenta de que la imagen del gorro de Napoleón o del loco furioso con un cuchillo en la mano es la proyección y del temor de la locura de la sociedad de afuera que, además, es la que ”inventó” este ”sistema” de curación.

Con esto no queremos decir que la locura no existe; si existe y, a veces, supera lo imaginable.  Pero en general se produce, luego del brote psicótico, una especie de re-adaptación al  mundo convencional. Sólo que ya es tarde para salir tan rápidamente como se entró, pues a la persona “le cortaron los víveres” desde afuera, perdió el trabajo, lo cual es a veces definitivo en un país con un millón y medio de desocupados. Lo eliminaron mentalmente del grupo familiar y se desconectó de sus amigos, además de tener la marca-estigma del diagnóstico, como si fuera un gran sello en la espalda: “esquizofrénico”. El hospicio es como un pozo profundo en el que se entra rápido pero del que es difícil salir, pues sus paredes son resbalosas, como en la incomprensión o el abandono: “no hay de dónde agarrarse”.

Continuando con lo anterior, diremos que todo esto viene al caso para explicar la distancia entre la fantasía proyectada de la propia locura de la comunidad y la realidad concreta y humana del hospicio. Evidentemente, para una comunidad de ”sanos” es muy cómodo tener un ”tacho de basura psicológico” dónde proyectar las partes locas y sentirse más sanos todos; pero esta solución para resolver las ansiedades psicóticas es muy injusta, pues condena al papel de locos a una parte de su sociedad y, además, no es del todo eficiente pues la locura que se coloca imaginariamente en un hospicio no desaparece de la sociedad y, al negarla, se evita enfrentarla y, tal vez, elaborarla o convertirla en energía creadora.

De todos modos, existe algo espantoso, terrible, loco, en los manicomios, pero en general está mal imaginado su lugar: no es en la mente del paciente sino en las condiciones infrahumanas a que es sometido un ser humano por la institución manicomial por el sólo delito de haber, en algún momento, tenido ideas extrañas y no comprensibles. Especialmente en los hospicios de mujeres (en Buenos Aires, el hospital Moyano, Ex-Neuropsiquiátrico de Mujeres, y el hospital Estévez de Lomas de Zamora)  las condiciones de degradación son tales que puede hablarse de locura, pero no del paciente sino de la institución. Los llamados “patios de día” son verdaderas “perreras” donde las mujeres pasan sus vidas tiradas en el suelo o dando eternas vueltas en un espacio totalmente cerrado y donde en 10 metros por 15 metros se colocan cien pacientes durante cinco, diez, veinte o más años. Yo he estado muchas veces en esos patios y he conversado con esas señoras que hubieran podido, luego de una rehabilitación, vivir en condiciones normales y hasta trabajar y, posiblemente, la indignación que he sentido me ha llevado un poco a toda esta búsqueda y, además, al deseo de compartir con todos la visión dantesca de esas mujeres, algunas jóvenes, que al ser tratada como animales, al final de años se convierten casi en animales.

Este proceso es conceptualizado por la psiquiatría manicomial con una frase científica: "el irreversible proceso de deterioro del esquizofrénico crónico”...  Nosotros hemos probado, a partir de experiencias concretas, que este proceso de deterioro es producto del ”tratamiento” manicomial,  pues con estimulación social y afectiva hemos podido recuperar a estas pacientes a un comportamiento normal demostrando, con experiencias científicas concretas, que las predicciones diagnósticas de la psiquiatría adaptativa-represiva no se cumplen. Pues los supuestos teóricos de sus esquemas conceptuales están basados en prejuicios ideológicos y no en comprobaciones reales. Es decir, nosotros sostenemos que gran parte de la psiquiatría manicomial es ideología y no ciencia y es, en síntesis, la caricatura de todo el sistema ideológico adaptativo-represivo, que es utilizado para que un pequeño grupo oprima y explote económicamente a un pueblo.

Además, la ciencia de nuestros profesionales está totalmente inmersa en moldes de colonización cultural europeo-norteamericanos y al administrar la psicoterapia a nuestro pueblo, simultáneamente le están negando sus expresiones culturales, por las cuales él se reconoce y se asume. Esta descalificación cultural vicia la relación terapeuta-paciente y la convierte en “señor que ordena” a su sirviente que se cure pero no lo rescata en lo que él fue con su pueblo, en sus valores, y en sus mitos, sino que lo cura desde otros valores y pautas, las “cultas” (colonizadas), y lo “descabeza culturalmente”, con lo cual lo despersonaliza, lo psicotiza nuevamente, lo castra, lo convierte en un colonizado, en un oprimido.

Por eso la posibilidad de una psicoterapia criolla está en re- interpretar  los esquemas de terapia europeo-norteamericanos y enriquecerlos o modificarlos o desecharlos, desde las necesidades, costumbres e historia de nuestro pueblo, para lo cual es necesaria una labor de rescate de esa cultura popular que viene de tierra adentro y de atrás en nuestra historia. Para hacer una frase, diríamos que es necesario realizar el puente o la síntesis de “Pancho Sierra con Freud”, porque, si no es así, las técnicas “cultas” nunca van a salir del “ghetto psicoanalítico” de Buenos Aires.

En última instancia es el eterno dilema de toda nuestra historia que está sintetizada en la antinomia  “Civilización y Barbarie” (cultura europea y cultura criolla), Buenos Aires-Interior y que, actualmente, pasa en gran parte por oligarquía-peronismo.

Luego de estas consideraciones generales vamos a volver sobre la descripción que habíamos comenzado de los hospicios en particular. Iremos analizando el tono emocional que condiciona las características particulares en cada una de las áreas o niveles de análisis. Primero el nivel de las circunstancias materiales, físicas: el hábitat (el lugar) y los instrumentos (objetos) utilizados, analizando también el nivel corporal. Luego la red y las formas comunicacionales. Por último, consideraremos  la modalidad del proceso temporal.


EL HABITAT MANICOMIAL

El lugar físico de los hospicios, el ambiente, tiene como característica básica la de ser un lugar cerrado, aislado del exterior. En el caso de hospitales de mujeres, con patios-corrales de pocos metros cuadrados donde una pequeña puerta lo comunica con ese  “mundo de afuera” al que nunca se accede. Son espacios colectivos, sin posibilidad de que una internada pueda segregarse o establecer algún tipo de espacio- privado donde pueda organizar el espacio del yo, lo que se llama su ”burbuja-personal”; esto es completamente necesario para el mantenimiento de la identidad personal que, en los casos de perturbación mental, está desorganizada.

Esta falta absoluta de privacidad personal está conectada con la actitud controladora-represora de la institución:”al paciente se debe vigilarlo continuamente”, siempre bajo control. Incluso los retretes no tienen puertas, con lo cual, bajo el pretexto de “control psiquiátrico”, se condicionan manejos exhibicionistas, al tiempo que se destruye el último lugar donde el interno podría sentirse sólo consigo mismo.

La disposición de las camas es siempre en largas hileras con lo que se dificulta la formación de grupos primarios. Todo está colocado para la mejor vigilancia de parte del enfermero, que cumple funciones policiales en lugar de terapéuticas. En todos los casos el hacinamiento, la extrema densidad de población es la característica del hábitat; es un  “hábitat ocupado”. Esto lleva a otra patología del grupo social, que es la necesidad del retraimiento, del autismo comunicacional, como una forma de obtener algún tipo de distancia que, como no puede ser espacial, tiene que ser psicológica. Esto es para evitar, tanto la confusión de identidades como para evitar la superposición de espacios personales en cuanto a las funciones corporales e instrumentales más elementales y, en suma, para evitar conflictos.

Otra característica ambiental de los hospicios es la sensación de que todo está un poco engrasado, semi-sucio;  a veces la impresión de lobreguez está producida por la falta de luz y por el amontonamiento de objetos viejos. Fundamentalmente, la impresión que produce el hábitat es de abandono: parecería el cadáver de una casa, de un hospital. (Los edificios son algo que, a pesar de ser de ladrillos, pueden dar la sensación de estar vivos, habitados por la vida, o muertos). Lo que completa esta reacción psicológica que se siente en los hospicios son los olores; ese olor inconfundible, mezcla de grasa rancia, y olores corporales, es siempre el mismo por la falta de ventilación.

Para terminar con este análisis del clima psicológico ambiental de los manicomios diremos que, debido a que se debe permanecer las veinticuatro horas del día, es decir, que no hay un afuera de él, todo este ámbito tiene un peso psicológico enorme pues no hay cambio, siempre los mismos recorridos, los mismos detalles; a través de los años se llega a conocer cada rinconcito de esa tumba de vivos. Se termina identificándose tanto con el empobrecido mundo externo que, aplicando Ia teoría de Pichón Riviere sobre la introyección de la ecología externa (mundo circundante), se llega a tener un mundo interno muy empobrecido.

Hecho que, desde el punto de vista de la rehabilitación, va a ser un problema grande para la readaptación al variado mundo de afuera. Nosotros pensamos que no existe ninguna necesidad, en cuanto a técnica psicoterapéutica, de esta ideología carcelaria en la disposición de la arquitectura de los hospitales psiquiátricos; el compartimentar el espacio constituye sólo una medida de comodidad del personal, al cual se le adiestra en una visión prejuiciosa y paranoide respecto de la enfermedad mental. Luego, cuando veamos las redes comunicacionales, veremos que esta política de aislamiento es la principal causa del autismo  (desconexión comunicativa  del paciente) del esquizofrénico que es condicionado por quienes estarían encargados de resolverlo y, en este caso, sería más justo hablar del “autismo de la psiquiatría”.

En el capítulo sexto estudiaremos el concepto de variedad en cuanto a la estimulación del mundo circundante, concepto que constituye uno de los elementos de nuestra propuesta psicoterapéutica, tarea a la cual preferimos llamar ”de reconstrucción del sistema de realidad” pues pensamos que la enfermedad mental es provocada por una severa amputación de la mayoría de las funciones vitales que, vividas en casi todas las áreas en que se organiza el sistema de realidad del paciente, le impiden una re-organización exitosa de su sentimiento de realización, que dé sentido a su destino personal, dentro de la comunidad. Volviendo al caso del brutal y masivo proceso de amputación de todas las funciones personales y sociales a que es sometido el internado en hospicio, diremos que, en cuanto a una terapia re-adaptativa, lo más importante es aumentar la variedad de su sistema de realidad, es decir, hacer el proceso inverso, ir devolviéndole los estímulos (emotivos, verbales, corporales, instrumentales, espaciales) para extraerlo de la depresión crónica, del empobrecimiento psicológico que le provoca el ”tratamiento” manicomial. Este proceso de empobrecimiento, luego, es observado y estudiado muy detalladamente por la ciencia psiquiátrica y asignado al proceso de desintegración del paciente psicótico y luego es explicado por un oscuro proceso metabólico, el que nunca ha tenido el más mínimo principio de demostración biológica y que está emparentada con las pseudo-científicas teorías de inferioridad genética de negros, o judíos, de las doctrinas racistas.


NIVEL CORPORAL

EI cuerpo es nuestra manera de “ser-en-el-mundo” y todo destino, en última instancia, para esos 60-80 kilogramos de carne y huesos, es ser el lugar de nuestro self y nuestro primer instrumento y herramienta para modificar el mundo. Y además, lo que es fundamental, gran parte del dolor y del miedo pasa por él. Nuestra cultura abstracta y disociada lo niega, pero el comer, el sexo, las sensaciones dolorosas y placenteras determinan en nosotros, a veces, hasta las ideas más abstractas y, en apariencia, más alejadas e independientes de lo corporal. Las teorías sociales y políticas abstractas usan esta disociación mente-cuerpo para ocultar la desigualdad de las condiciones concretas, corporales, de vida entre el pueblo trabajador y la oligarquía, hablando de abstractos patriotismos y ocultando las condiciones brutales a nivel real y físico, a que es sometido el trabajador, especialmente el de más abajo en la escala social. Nosotros, en los manicomios, hemos visto manipulaciones con el cuerpo de los pacientes que bordean la tortura, comenzando por el electro-shock aplicado en forma masiva (y muchas veces como castigo) hasta los abscesos de fijación (inyección de trementina o de leche en las nalgas que produce un absceso sumamente doloroso). Luego también la retención física, (el chaleco) sin que se pueda hacer ningún movimiento por largas horas. Continuaría con la mala comida, y la imposibilidad de relaciones sexuales (que puede llevar a veces a la homosexualidad como solución). Hemos comenzado por esta lista de circunstancias de agresión corporal, para poder definir lo más íntimo del sentimiento de estar internado en un manicomio, y que es “tener el cuerpo dentro”, Ia sensación de no tener garantías acerca de su propia seguridad personal. Pues al ser considerado “loco” ni siquiera uno mismo es testigo de lo que puedan hacer con uno, lo cual conduce a la sensación desesperante de que los demás no consideran que uno existe; y, en consecuencia, uno no existe. Esta es la  “cosificación”, la conversión en “cosa”, en objeto. Esto, por otra parte, es altamente psicotizante en los hospicios pues el enfermo mental tiene a veces, dentro del cuadro de su enfermedad, la impresión de su inexistencia.

A lo largo del libro vamos a ver muchos casos en que la manipulación manicomial refuerza (en vez de corregir) esta sensación de inexistencia, de ser cosa en vez de persona.

En cuanto al nivel corporal en un hospicio, la modificación más importante respecto del mundo de afuera es que no se lo instrumenta para trabajar, siendo que en la clase obrera el trabajo corporal es el principal vínculo con la realidad. Porque el del hospicio, simplemente, es un submundo sin tarea, es decir: la única tarea o ”rol” que se le exige es que ”trabaje” de paciente, de ”loco”, respetuoso de su diagnóstico, mostrando sólo las alteraciones que dice la ciencia que él debe tener.

El ocio, cuando es masivo, desorganiza el sentido del ciclo del día, del transcurso de la semana y lleva realmente a tener como única tarea la de estructurar su delirio. El esquema corporal se impregna de esta actitud de eterno deambular, la gente se encorva, adquiere un paso lento, como quien va a “ningún lado”, se mira sin mirar, pues ya se han mirado los mismos detalles del lugar miles de veces. La sensación que dan los internados es de zombis, de cuerpos sin inserción en la realidad, es decir, sin una tarea que organice la dinámica de su esquema corporal.

Respecto de esta actitud corporal de vencido, de agobiado, que es típica del internado manicomial podemos decir que, además de lo expresado anteriormente, hay algo que es fundamental para condicionar esta pérdida de un mínimo de orgullo corporal y es la vestimenta andrajosa o el uniforme manicomial de tela burda, de color gris y con el número del servicio como todo aporte a una identidad. A veces el mensaje-estigma está directamente sobre el cuerpo y es el caso del paciente rapado, al que se le quita una de las formas de individuación del rostro, en nombre de una higiene que, por otra parte, no aparece por ningún otro lado.

En cuanto a la utilización del cuerpo como vehículo para expresar mensajes, en el hospicio y como consecuencia de que el internado tiene en su propio cuerpo la última propiedad o instrumento que no le puede ser quitado, debe utilizarlo para expresar su relación con el mundo circundante, el tipo de vínculos que establece con los demás, con el lugar y con su destino. Por eso, con el cuerpo y a través de los años el internado va modelando su estrategia de vida, de sobrevivencia (o súper- vivencia) en ese ambiente. Esto va desde actitudes y deformaciones corporales que constituyen toda una representación mímica de su tema delirante (en las psicosis graves) hasta la somatización de pequeños trastornos que le dan ventajas secundarias a los enfermos llamados ”lúcidos” (Una gran proporción de pacientes que prácticamente han superado su crisis no puede abandonar el hospital por no contar con algún sistema de ayuda en el período de adaptación laboral y social con el afuera, y  estos son los llamados ”enfermos lúcidos”. )

Entre los primeros casos, la representación corporal alcanza una adecuación que estaríamos tentados en llamar “teatral”. El hombre que se repliega sobre sí mismo, el que se aísla del mundo, el que elige la estrategia del autismo de la esquizofrenia, se pliega en todo sentido y de forma tal que es imposible entender medianamente su mensaje. Pero podemos decir que habla con el cuerpo, además los movimientos recelosos, la mirada de costado y la distancia que siempre conserva el que supone que el mundo es muy peligroso, el especialista en detectar numerosos enemigos, el paranoide, es inconfundible como mensaje corporal. El rostro y el abatimiento del cuerpo, los hombros caídos, la mirada alejada y hacia el suelo del depresivo trasmiten un poco de su enorme tristeza y, por el lado opuesto, el que elige la estrategia de ser un ganador, un triunfador, camina dinámicamente y nos mira desde arriba con desdén. Lo que podemos decir, como conclusión, es que donde se impide expresarse a través del mundo de los objetos, de las cosas que se hacen, de como se las dispone, etc., y también se tiene bloqueada la comunicación verbal, hay que recurrir a otros códigos para trasmitir información al entorno social y este último código, imposible de quitar, es el propio cuerpo, utilizado como mensaje.

Cuando hablemos de nuestras propuestas para rescatar las funciones perdidas por la enfermedad o amputadas por la institución y devolver a la persona a una vida más variada, con más posibilidades para que realice su destino, su proyecto vital, vamos a volver sobre el tema del cuerpo y de cómo, a  través del trabajo (tenemos especialmente estudiado el modelo de grupo de albañilería) y de la estimulación placentera (el baile, el deporte, etc.) se puede hacer el camino inverso, sacando al paciente de la representación estereotipada de su estrategia de sobrevivencia  (de su enfermedad). Siempre es posible usar la misma regla extraída de la teoría de la comunicación: cuando alguien recibe durante suficiente tiempo información deteriorada (cualquiera sea el canal de expresión) termina emitiendo información deteriorada. Invirtiendo causa y efecto, diremos que: estimulando nuevamente con mensajes coherentes, se logra que el vínculo del paciente con el mundo vuelva a ser coherente. Por supuesto que encontrar el tipo de mensaje inicial (que, seguramente, no será verbal) no es fácil y que, además, el camino debe dividirse en escalones. En general, los primeros mensajes serán utilizando sólo el cuerpo y el contexto global, en donde se irán modificando ciertos elementos, poco a poco, hasta que haya una respuesta positiva. Respecto de la expresión corporal podemos adelantar que, para el terapeuta pequeño-burgués, la interacción con el pueblo trabajador le dará toda una nueva experiencia en cuanto a la riqueza expresiva del cuerpo, especialmente en donde el socializado en clase media tiene más bloqueo y déficit, y que es en el ”cuerpo como vehículo para expresar afecto”. Vaya, como ejemplo, la comparación entre e I efusivo saludo-abrazo deI pueblo con el saludo aséptico de la burguesía que, a través de una frase cortés y un suave y convencional encuentro de manos, más que acercar limita el acercamiento de la otra persona.

En cuanto a satisfacción de necesidades orgánicas, corporales, hay dos temas, la comida y el sexo, que tienen una especial forma de satisfacción; en ambas áreas pierden su función de comunión social e íntima.

La comida consiste en indefinidos guisos, siempre iguales, que llegan en grandes tachos grasientos y sin tapa, al Servicio, donde se reparte al estilo de las cárceles: se le llena el plato de aluminio deformado por los golpes y a veces debe ser comido con cucharas de madera como todo cubierto. En general, cada uno come en su rincón, no existe ninguna de las formas de ritual que afuera nos organiza la ingestión de comida como un momento de comunión social que une al grupo que come junto (ya sea un grupo familiar o de tareas).

La actividad sexual en los hospicios es imposible, a menos que sea de características homosexuales o de auto-realización como la masturbación. Las dos formas tienen déficit; la primera aleja de la relación de complementación hombre-mujer y a nivel psicológico estereotipa los problemas de identificación con las figuras parentales y, en consecuencia, los problemas  “de identidad". La masturbación refuerza el autismo, o sea la incomunicación, pues es un vínculo que se cierra sobre sí mismo. La moral en los hospicios, en cuanto a una posible relación hétero-sexual, es muy severa y se trata de impedir cualquier forma de ”promiscuidad” o ”prostitución” pero, al mismo tiempo, no se da importancia a las relaciones homosexuales. Con esto se demuestra que la política, en cuanto a esta área de satisfacciones biológicas, está basada en una moral monjil y no en criterios de reparación de la identidad y de los vínculos humanos. En experiencias de colonias psiquiátricas de ambos sexos, hombres y mujeres comparten la vida diaria (tal como sucede afuera) y luego duermen en habitaciones separadas, es decir tienen la mesa juntos y las camas separadas. Esto, según estas experiencias, permitió relaciones de parejas maduras que luego, al salir de alta, pudieron completar su vínculo amoroso con la intimidad sexual. Según me contaba el director de una de estas colonias, era notable la capacidad de luchar por su curación que daba el vínculo amoroso a ambos componentes de la pareja. Es decir que el amor es una poderosa y natural  “psicodroga”.


INSTRUMENTOS

Nosotros llamamos nivel instrumental a todo el conjunto de objetos con los cuales manipulamos nuestro mundo, desde los objetos de uso personal y las herramientas, hasta un automóvil o un tren para transportarnos.

En los hospitales psiquiátricos existen dos instrumentos que por lo siniestros, y comunes, sobresalen en el campo psicológico del internado: el electro-shock y el chaleco. Son las imágenes a que se recurre para lograr una rápida adaptación a ese mundo empobrecido. La frase más común para imponer obediencia que usa el personal subalterno es “no te hagas el loco que te damos un maquinazo” (un electro-shock). El profesional, por supuesto, no emplea esta frase, pero  “encuentra que el paciente está excitado y es conveniente administrarle una terapia intensiva”... (es decir “un maquinazo”). Con la difusión de los psicofármacos, se han podido sustituir parcialmente estos métodos un tanto desagradables (por lo menos con una imagen demasiado represora), pero si son medicados en dosis masivas (dosis “de impregnación”) vuelven a tener las mismas características. Tanto es así que se los llama  “chalecos químicos” cuando son administrados en grandes dosis. También se usa la expresión ’”planchar” al paciente porque queda, en estos casos, rígido, a veces con movimientos involuntarios (parkinsonismo) de las manos y babeándose. Esto produce una angustia equivalente al chaleco y tiene, para el personal, las mismas ventajas: el internado está tan atado como un matambre.

Aún no usando dosis masivas,”la pastilla” (Ampliactil, Stelazine, etc.) es el instrumento casi único de terapia y el médico, cada tanto, cambia un poco la dosis. Para el paciente la pastilla llega a tener valor de fetiche protector y termina actuando como placebo, después que se produce el acostumbramiento metabólico. Siempre que existe una imposición desde arriba se inventa una forma de evitarla y, en este sentido, hay internados que son directamente prestidigitadores en cuanto a la habilidad para esconder la pastilla en algún lugar de la boca y simular tragarla delante del enfermero encargado de hacerla tomar, para después escupirla. Estas tácticas de contra-cultura existen en toda institución que tenga carácter represivo y en los hospicios son a veces verdaderas reservas de salud mental. Lo decimos especialmente por los grupos informales de internados que logran formas de socialización con alta reintegración de los vínculos personales, a escondidas del personal, que las combate pues le crean áreas fuera de su control disciplinario En cuanto al ocio forzado, éste tiene excepciones y es cuando se necesita mano de obra gratuita para resolver problemas del hospital, donde se pasa del ocio-forzado a trabajos-forzados. las llamadas ”cuadrillas”, que a veces trabajan todo un mes  por un kilo de yerba y un paquete de tabaco (y cuando reciben sueldo, llamado ”peculio”, es de nivel de dos mil pesos mensuales) son un conjunto de pacientes que están al mando de un capataz de la institución, y donde no se aprovecha el trabajo colectivo como un modo de reintegración de relaciones sociales, pues, en general, trabaja cada cual aisladamente, sin intervenir en lo más mínimo en las decisiones sobre horarios, formas de hacer la tarea y tampoco son los que se benefician de manera directa o indirecta con lo que hacen. Es lo que, con toda propiedad, se puede llamar “trabajo alienado”, donde la persona no se vincula, no se realiza como ser social a través de su trabajo. Esto tiene características muy negativas para la reintegración de la personalidad cuando, a todo lo anterior, se suma el hecho de no recibir paga alguna el internado se siente burlado, humillado, su dignidad se resiente y, en la clase obrera sabemos que la dignidad es la identidad y perjudicado este sentimiento de respeto a sí mismo, ésta se debilita y se favorece la perturbación mental. La laborterapia tiene otras formas, especialmente en los hospicios de mujeres y es la tarea que generalmente está a cargo de las monjas y que es el bordado. Tarea de carácter obsesivo y que no sirve para relacionarse, pues es individual. Tiene, además, una característica negativa respecto a la posibilidad de permitir la rehabilitación laboral en el afuera, pues el oficio de “bordadora” no existe actualmente en la industria textil. Antiguamente era un pseudo-oficio o una habilidad de salón para las niñas sobre-adaptadas.

Un análisis aparte merece el principal instrumento individual del paciente de hospital y que es su cama: constituye la única porción de espacio que es reconocida como suya. EI espacio interior de la cama, debajo de las cobijas, es donde encuentra una forma de privacidad. A veces, para poder sentirse solo, se tapa totalmente, quedando la cabeza también dentro. Meterse en cama durante el día, cuando esto es permitido, se parece a irse de la sala, del manicomio, por unas horas.

Debajo del colchón es su ropero, su armario; guarda revistas y, a veces, hasta comida. Cuando el aburrimiento, el tedio de no hacer nada se hace pesado, se recurre a  “pasarla meditando panza arriba en la catrera”.

En resumen, la cama es como una compañera, una amiga en el manicomio, o mejor, una especie de madre, siempre cómplice y solícita, que permanece en el mismo sitio. La carencia casi total de los más elementales objetos de uso personal (un peine, una pipa, una máquina de afeitar, anteojos, etc.) hace recurrir al ingenio popular y a técnicas que sólo he visto en áreas de sub-desarrollo extremo. Digamos, como ejemplo, la fabricación de pipas con los picos de las pavas de mate que, ya en el colmo de la longevidad, se han desarmado totalmente. A veces, estas pruebas de ingeniosidad popular son interpretadas por los psiquiatras como elementos de diagnóstico pues, por ejemplo, en el caso de la pipa hecha con el pico de la vieja pava, es vista como una “deformación en la percepción del objeto” (de parte de pava en pipa) y no se percibe que si no fuma en un pico de pava, el paciente no tiene otra forma de hacerlo. Además recordemos, de paso, que esta forma de fumar permite la buena utilización de los puchos de cigarrillo que son, a veces, la principal fuente  de obtención de tabaco. La situación de indigencia absoluta produce también la necesidad del rol de mendigo, el pedir monedas o un cigarrillo al visitante y el cigarrillo es absolutamente imprescindible en un mundo donde la principal tarea es hacer que ”el tiempo pase” es decir, ”fabricar tiempo”, un tiempo de duración indefinida y sin proyecto posible de vida.

Entraremos ahora en el análisis de una de las principales patologías a nivel del mundo de los objetos, de los instrumentos y que es la imposibilidad de ejercer, aún a nivel psicológico, el derecho de propiedad. Sólo estudiando situaciones tan críticas se puede comprobar hasta qué punto nuestra identidad está proyectada en los objetos que poseemos, hasta qué punto somos también lo que poseemos, cómo necesitamos proyectar partes del yo en los objetos que nos rodean y sobre los cuales ejercemos ese ancestral ”ejercicio de la propiedad”. Por supuesto, estamos hablando del derecho de propiedad de los objetos de uso personal, de lo que llamamos ”nuestras cosas” y no del ”derecho” a tener la propiedad de los bienes que deben ser de todos, es decir, de los bienes de producción. Acá vuelve a aparecer ese intento espontáneo de reintegración de funciones sociales amputadas, por parte del internado: al negársele cualquier posesión de objetos, tiende a reconstruir el sentimiento psicológico de propiedad, con lo que tiene a su alcance. Es común ver internados llevando a cuestas un montón de paquetes hechos con papel de diario, burdamente atados y de los cuales no se separa nunca (tal vez actúen esos bultos, además, como de objeto-acompañante fóbico). En general son objetos sin ningún valor, pero ayudan a no sentirse tan desposeído. Nuevamente esta costumbre es tomada por el personal médico como un síntoma delirante, pues “son objetos sin ningún valor” y luego comienzan las académicas discusiones acerca de “la necesidad del esquizofrénico de envolver a su perseguidor y proyectar su núcleo hipocondríaco”, etc.

Acá podemos señalar que el planteo inicial es que si la persona está internada en el hospicio está loca y, por lo tanto, todo lo que haga va a constituir parte de su delirio. Ocurre lo mismo que en la concepción del derecho penal en donde el reo es culpable hasta que demuestre que es inocente. Por suerte hay filosofías en derecho penal donde ocurre lo contrario: el reo es inocente hasta que se pruebe que es culpable. Hacemos notar que en la primera situación, lo que le importa a la institución manicomial es justificar y defender el hecho inicial, que es la internación de la persona y su conversión en “loco oficial” a través de un estereotipado diagnóstico. En el manicomio, igual que en las prisiones (a las cuales se parece por muchos motivos), existen, para nuestro pueblo dos aparatos que son su gran consuelo, sus objetos más queridos: la pava y el mate. Existe y se respeta todo un ritual para prepararlo y para tomarlo en grupo: preparar el fuego, buscar agua, llenar el mate, no dejar hervir el agua y, finalmente, antes de comenzar la rueda, el cebador (que viene a ser el coordinador psicológico del grupo) toma y, a veces, escupe el primer mate. Lo que produce el sentimiento de estar juntos, esa íntima conciencia de formar un grupo, de comunión fraterna, es que todos toman de un mismo objeto y que la bombilla va tocando las bocas del grupo (se podría decir que produce casi el compromiso de un beso, pues todas las salivas se confunden y hasta sería posible hablar de un “compromiso microbiano”). Es un ritual completamente distinto a tomar café, por ejemplo: los pocillos separados terminan separando a las personas. El mate criollo se parece más a una comida totémica, donde todos comen de un mismo objeto. También el mate se puede tomar en soledad: toda la complejidad de su preparación y, especialmente, la relación con algo que tiene mucho de vivo (que es el fuego) lo mantiene atento en una especie  de diálogo con las ramitas que le va pidiendo el fogoncito para no apagarse. Los fondos de los hospicios están llenos de fogoncitos, donde la contra-cultura del internado encuentra en nuestro rico acervo del linyera-rural (los verdaderos últimos gauchos) las formas sociales que lo sustraen del control represivo y estúpido de la institución. Además, el que ceba el mate va organizando el grupo: ya que en el hecho de convidar o no va seleccionando a los componentes, con lo cual se pueden estructurar grupos de mateada estables, que llegan a ser verdaderos grupos de psicoterapia criolla espontánea. Ligado a la cultura de la mateada está el otro gran gigante del alma popular que es el tango, ese increíble folklore que sintetiza al último gaucho con el primer inmigrante, en el lugar geográfico del encuentro de estos dos componentes de nuestro pueblo, que son los suburbios, la zona orillera de Buenos Aires. Pero del tango vamos a hablar en extenso en el cuarto capítulo, cuando analicemos la cultura y el folklore popular. Sólo adelantaremos que cantarse para adentro unas estrofitas de algún tango querido es casi parte del ritual de tomar mate.


COMUNICACION

La principal característica de la red comunicacional de los hospitales psiquiátricos es que casi no existe. Sólo se emiten mensajes parciales, de los médicos a los pacientes preguntas para el diagnóstico e indicaciones “desde la ciencia” y de los pacientes respuestas mecánicas tratando, al igual que en un interrogatorio policial, de no dar información que pueda servir para aumentar la pena, contestando – como se dice en la cultura carcelaria – “lo más parecido a nada” para no comprometerse (curiosamente es la misma receta que emplean los políticos burgueses en sus discursos públicos electorales). Lo siniestro es que esta actitud naturalmente cautelosa del paciente ante un interrogatorio que, efectivamente, tiene características policiales (como el usual para elaborar el diagnóstico) es interpretada por el profesional como un síntoma de autismo y de rasgos paranoides y así lo consigna en la ficha clínica.

Muy distinta es la capacidad comunicacional del paciente dentro del propio grupo o con gente de confianza; aparece una capacidad de vincularse a nivel emotivo y verbal que no podría sospecharse desde la institución oficial, especialmente cuando se utilizan modalidades de nuestra cultura popular y se establece un verdadero compromiso afectivo.

Volviendo a lo anterior (lo de la paranoia inducida) nos acordamos de una frase muy conocida entre los enfermeros antiguos: “Doctor... el paciente fulano se siente muy perseguido, hagámosle un electro-shock para calmarlo”... Si analizamos este “procedimiento terapéutico” vemos que es casi psicótico, pues para demostrarle al paciente que nadie lo persigue se lo somete a un electro-shock (casi siempre teniéndolo entre varios y estando el internado conciente) que produce una tremenda angustia de muerte en el momento de la pérdida de conciencia. En los casos que “desaparece” el delirio fantaseado es simplemente porque el internado termina teniéndole más terror al electro-shock (y al personal) que a sus antiguos perseguidores internos. Acepta, así, sumisamente, la “realidad cuerda” que le ofrecen (de lo contrario “hay más electro-shock”...).

Este estilo de psicoterapia por el terror es, simplemente, “más tecnificado” que los antiguos métodos de sumergir en agua fría hasta casi la asfixia, pero no menos represivo. La silla eléctrica es siempre un espectáculo más “limpio” que la decapitación o la horca, pero sigue siendo la misma ideología.

Volviendo al tema de la red comunicacional en los hospicios, podemos decir que tenemos que expresar lo mismo que con respecto a otros niveles: se empobrece la información que ingresa al sistema, los estímulos verbales son sólo órdenes, se desconecta la red interna del mundo de afuera. En los “patios de día” de los hospicios de mujeres (Hospital Moyano, Estevez) – los corrales o perreras donde se tienen durante años tiradas a las internadas – no ingresa ningún canal de información de afuera. Es lo que técnicamente se llama  “un sistema cerrado de información”, donde la información acumulada en un principio sólo puede degradarse por falta de intercambio. Luego de algunos años ya nadie puede contarle nada a nadie, no entra ningún estímulo nuevo; como no existen ventanas, ni plantas (es todo cemento) tampoco es posible apreciar el ciclo anual. Sólo la lluvia (a veces) y el sol dando su vuelta les aseguran que todavía no están muertas.

Existe un comportamiento patológico que no nos explicábamos y consistía en que en estos patios, una paciente de pronto comienza a gritar y a insultar en voz alta y luego de un tiempo es otra la que lo hace. Ese carácter rotativo, nos hizo pensar en una hipótesis que explicaría este comportamiento desde el punto de vista del concepto de estimulación mínima en teoría de la comunicación y es lo siguiente: el sistema informacional, el nivel de estimulación, llega a ser tan desesperadamente bajo que, de pronto, es necesario producir un estímulo, una variación, cualquiera que ella sea, aunque provenga de la misma red interna y cerrada, y aunque sean gritos e insultos. Entraremos ahora en la principal modalidad comunicacional en los hospicios; nos referimos a la codificación contextual y a la corporal (o gestual). El concepto de mensaje contextual es bastante sutil y difícil de explicar, de comunicar verbalmente. Es un poco como explicar un gesto mímico con palabras, pero aclaramos que el mensaje contextual es aún más concreto y primario todavía que la química, que el gesto, él es mensaje contenido en el campo ambiental.

El contexto situacional sirve para trasmitir información porque modifica algo, califica, termina de definir en todos sus alcances a los otros dos niveles, el verbal y el gestual. Es decir, no tiene el mismo significado final una frase o un cierto gesto corporal cuando la situación, el contexto en que es dicha, es uno o es otro totalmente distinto. llustremos esto para que se comprenda bien : por ejemplo, las frases que se pueden decir en un contexto de intimidad sexual entre dos personas, son difíciles de trasladarlas a una mesa de cumpleaños familiar; el nuevo contexto las haría absurdas e incomprensibles. Así también, una madre que le diga a su hijito “te quiero mucho” mientras lo aleja con la mano y le cierra la puerta, va a contradecir con lo contextual (lo que hace en ese momento) el mensaje verbal de acercamiento “te quiero mucho”. Es el mensaje dado por lo que está pasando “aquí y ahora”.

Existe toda una teoría sobre la génesis de la esquizofrenia basada en la no adecuación sistemática de lo que se dice con lo que se está haciendo o lo que en ese momento está pasando. En Palo Alto (California USA) Gregory Bateson estudió las consecuencias paralizantes cuando se codifica en dos niveles (verbal y contextual) en forma que uno niegue al otro. En el ambiente manicomial, la principal codificación es la contextual; se podría decir que “se habla principalmente con los silencios” porque esos silencios se producen cuando está “hablando” la situación: una puerta que se abre, alguien se agacha o mira por la ventana, sirve un mate, etc. En esto se parece al estilo de conversación en el campo entre criollos, donde cada tanto se dice alguna palabra o frase perdida, pero que está cargada de significación debido a lo que calla y cuando lo calla. Además de  “hablar” con lo que está pasando o, simplemente, moviendo ciertas cosas, también está el “lenguaje mudo” del gesto corporal, del gesto facial (especialmente la mirada, que en estos casos de poca verbalización adquiere una capacidad expresiva extraordinaria). En un grupo de mateada, según como se sienta un componente, está ”hablando” si se ladea, si se recuesta; también si toma despacio, si hace ”sonar la bombilla”, etc. está opinando, está preguntando. Para el hombre de campo (recordemos que una gran proporción de los internados son de origen rural) el mundo circundante es silencioso, se debe guiar por imperceptibles sonidos, por pequeñas señales. Por esto es imposible o, por lo menos muy difícil, para el profesional de clase media, disimular, frente al paciente su verdadera actitud, aunque cuide su mensaje verbal y aclare que tal vez su deseo es ayudarlo y que está muy interesado en eso; va a dar, sin darse cuenta (con su cuerpo, con sus movimientos, etc.) un mensaje contradictorio (que, por otra parte, va a ser el que va a tener en cuenta el verdadero psicólogo, o sea el paciente). Pichón Riviere llama a estas dos partes del mensaje el “qué se dice” (lo verbal) y el “cómo y cuándo” se dice (lo gestual y contextual).

Para terminar este tema diremos que la modalidad comunicacional en el hospital psiquiátrico es expresada a nivel corporal y deI actuar.

Otro estilo de mensaje es el que utiliza la mediación de un grafito: las frases escritas en las paredes (a veces en los lugares más insólitos y con letra minúscula) para que alguien, en algún momento, las lea.

A veces, son mensajes dirigidos al mundo, con el tono de un título de periódico. Otras veces, estos desconocidos periodistas del delirio, llegan a inventar un idioma, con signos especiales que, siempre desde el punto de vista de la gráfica, son muy atrayentes: están dibujadas como si fueran objetos, cosas. Esto se debe a que las palabras, las letras, especialmente en la esquizofrenia, tienen vida en sí mismas, participan de la naturaleza de lo significado. Por ejemplo, la palabra “cuchillo” tiene algo de peligrosa y la palabra “sangre” algo de siniestro. Otra característica particular de esta red demencial de comunicación son los neologismos, las palabras inventadas que, en generaI, son síntesis de frases; una palabra “se mete adentro” de otra, se superponen. Por ejemplo, la palabra “cuchangre” podría ser la síntesis de “cuchillo” y “sangre”. Posiblemente “cuchangre” sea la forma más siniestra de relatar un asesinato pues, como en los sueños, sólo queda lo esencial de todo el proceso.

A través de los años he ido recogiendo, con el respeto de un evangelista, el pensamiento escrito y dicho por estos maestros demenciales, los testimonios de esos mundos interiores, de esos creadores de universos enteros que, por ser inventos de difícil comprensión, son encerrados por los  “normales” para defender un mundo “sensato” en el que la imaginación está castrada en nombre de cuatro o cinco recetas que organizan el mundo del miedo al cambio, del miedo a la creación. Naturalmente, no todo internado en hospicio es un creador de mundos posibles; hay también muchos que frente a la gran angustia de la existencia humana, frente al enorme paredón de la muerte donde se estrella todo, hasta los últimos y más íntimos pedacitos del yo, optan por el mecanismo de defensa más cómodo y seguro que es el estereotipo, el quedarse adherido a cuatro o cinco reglas e impedir todo cambio. Es decir, hay también delirios ”normales”, ”sensatos”, ”estúpidos” que castran toda creación y es así que, para evitar la angustia de la muerte, se declaran ya muertos impidiendo la vida y la imaginación. Son los “locos aburridos” del hospicio.

El psiquiatra suizo Carl J. Jung, discípulo de Sigmund Freud, es tal vez el más importante de los estudiosos del inconsciente como un mundo autónomo, como una parte importante y valiosa de nuestra personalidad. Las otras actitudes respecto a ese gran territorio que queda ”más allá de la razón”, el inconsciente, están demasiado influidas por una mentalidad racionalista, de burguesa ”sensatez comercial”, donde el inconsciente está visto como las fuerzas incontrolables de oscuros instintos que deben ser controlados por el superyo. Incluso Freud está fuertemente influenciado por el planteo netamente adaptativo de la moral victoriana de su entorno cultural: un hogar pequeño-burgués, judío vienés, de principio de siglo, es decir el corazón del “mundo de lo razonable”. Su honestidad y valentía científica fue muy grande en sus libros, pero recordemos que su vida sexual fue tremendamente pobre. Esta tradición freudiana ortodoxa fue recogida hospicio, vamos a completar algunas ideas del psicoanálisis jungiano, que es el único que permite rescatar parte de ese terrible y seductor mundo de la demencia, es decir que nuestro inconsciente, por el cual tenemos, cada noche, un pequeño viaje cuando soñamos. El concepto de salud en Jung está ligado el proceso de individuación, es decir de integración del yo (del self, del “sí mismo”) y él sostiene que esa integración sólo es posible Iuego de un ”descenso al inconsciente” (que se parece a una inmersión en la demencia) y luego de asumir y ser concientes de todo el espectro de nuestra situación en el mundo, especialmente después de la experiencia de enfrentarse con la muerte, con la desintegración. Para Jung las áreas no concientes, en particular lo que él llama el inconsciente colectivo, que son modelos arcaicos de pensamiento (los llama arquetipos), son una parte importante del self y deben ser aceptados y elaborados. Con este planteo, el pensamiento demencial, las modalidades de pensamiento psicótico, no son tan ajenas ni están tan lejanas y, lo que es más importante, son partes de nuestro ser total, de nuestra circunstancia como hombres, y es muy empobrecedor para nuestra personalidad negarlas totalmente y, a veces, peligroso para nuestra salud mental. 

Pasemos ahora a dar una idea sobre el folklore demencial, aunque va a ser muy difícil trasmitir el ”clima psicológico” tan específico en que son dichas, la modulación de la voz, los gestos posturales y, en particular, el contexto ambiental del manicomio. En todo este material que, en general, bordea la poesía y la metafísica, se plantean los problemas últimos de nuestra existencia, de nuestro destino, la muerte, el tiempo, la soledad, el sexo, la locura, etc. Vamos a intentar trasmitirlo en forma de un salpicado de informaciones breves (un estilo un tanto ”esquizofrénico”) : Explicaciones de un internado a un grupo de psicólogos que visitaba el hospital:

”Yo me llamaba Lopecito y una vez me morí; en cambio, a ustedes, todavía les falta morirse”... (y seguía)... ”No hay que hacer llorar los mares con fusiles de manteca”... Otro, un ex-relojero que nos explicaba correctamente la técnica del oficio: ”Y en este libro, están las piezas con que estoy trabajando para inventar un freno para los relojes, porque el tiempo pasa demasiado rápido”...

Un diálogo escuchado al pasar que indica que todavía hay reservas de humor:

-Che, )estás en la luna? . . .

-No, estoy en el manicomio..., pero no te asustés, no es nada ...


A veces el diálogo es interior y en un estilo onírico.

-"(Qué pelo me voy a marcar?... )son guantes o tumbas?...no puedo averiguarlo, porque los dos son crucifijos ... línea 50 ignorada... lo que hacen los oídos, primero la palabra entera, de nueve letras es doble ... )Le gustan los bandoneones? ...


Las explicaciones de su internación.

-Sí, yo estoy aquí porque me caí de un avión…


Conversación entre tres internados, el último con música de tango y cantando bajito.

-Hoy no tenía pulsaciones ...

-A ese no la van a quedar más que los huesos ...

Y no tengas esperanzas este pobre corazón ...


A veces el delirio lleva a suposiciones alucinantes.

-¿Ves ese que está allí ? … Bueno, lo están preparando para ser un doble mío dentro de diez años, me observa todo el tiempo, estudia todos mis gestos, y dentro de diez años, cuando le terminan de hacer la cirugía estética , en un momento de confusión, me eliminan a mí y lo ponen a él .. .Mirá, fijate cómo al acercarme, disimula y se hace el distraído ...


Otro diálogo, de un rigor lógico impecable.

-"Che..., vos )alguna ves lo viste a Batman caminando por la calle? ...

-No, nunca ... Claro, lo difícil es reconocerlo sin uniforme ...


Terminamos este pantallazo con una poesía escrita en Vieytes por Jacobo Fijman, un poeta que pagó largos años allí adentro:


                           El Canto del Cisne

Demencia

el camino más alto y más desierto.


Oficios de las imágenes absurdas; pero tan humanas.

Roncan los extravíos; tosen las muecas

y descargan su golpes.

Afónicas lamentaciones.


Semblantes inflamados,

dilatación vidriosa de los ojos en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia


El patio del hospicio es como un banco a lo largo del muro

Cuerdas de los silencios más eternos


Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.


)A quién llamar?

)A quién llamar en el camino tan alto y tan desierto?


Se acerca Dios en pilchas de loquero,

y ahorca mi gañote

con sus enormes manos sarmentosas

 y mi canto se enrosca en el desierto.


Además de la población realmente psicótica, que es una minoría en los hospitales psiquiátricos, la mayoría  entre ellos, muchos alcohólicos), constituye la población “lúcida”, es decir, los que ocasionalmente, por muy breves períodos tienen alguna perturbación menor. Incluso, existe todavía un sector que está completamente restablecido, pero por la edad o por la desocupación laboral externa, no puede volver a insertarse en la comunidad.

Entre los lúcidos, las formas de expresión no adquieren características demenciales y pertenecen al folklore de los sectores más empobrecidos (explotados) de nuestro pueblo, que se lla­maría sociológicamente “el proletariado lumpen".

Este folklore es el tango en sus formas "rantes" y "caneras" que expresa toda esa enorme tristeza y desesperación fatalista que produce el despojo total a que son sometidos los sectores últimos de nuestro pueblo.

En el manicomio se recibe, respecto al tango, una sorpresa: el tango está vivo en sus formas originales. Las condiciones allá adentro tienen algo de conventillo paupérrimo, de piringundín, de estructura carcelaria, de tugurio, es decir, del ambiente donde nació el tango (que además se bailó en sus tiempos arcai­cos también entre hombres). Las letras de tango cantadas "para adentro" en voz baja, son el consuelo y la fórmula para elaborar tanta tristeza. Las letras de tango son la más formidable colec­ción de situaciones de pérdida: la mina, el barrio, la propia vida, el orgullo, la viejita, los amigos, etc. Dudo que en todo el mundo exista un folklore con más componentes melancólicos o que se proponga una interminable tarea de "rumiación- melancólica”, como el tango y que alcance su nivel poético y musical. Además contó con una voz excepcional, por su ternura y sus matices, como la de Carlos Gardel que, por otra parte, al mismo tiempo que consagró al tango, lo traicionó bastante respecto a sus raíces orilleras. Al pobre tango le pasó como a las milongueritas pebe­tas orilleras; para conocer otra vida, sin tanta miseria, tuvieron que vender el alma y prostituirse para los "niños bien", traicio­nando su origen de clase y negando finalmente a los suyos (todo esto lo analizaremos en detalle en el capítulo cuarto).

Volviendo al hospicio, diremos que las letras de tango ad­quieren de pronto una dimensión concreta, real, siendo que afue­ra del manicomio hace muchos años que tiene sólo sentido poéti­co y simbólico. Cuando, por ejemplo, en el tango “Yira, Yira" de Discépolo, se canta allá adentro,”… cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer, secándose al sol…" , de pronto se descubre, cerca, y sobre un pedazo de papel de diario, un poco de yerba que está, concretamente, secándose al sol. Allí, la yerba es usada una y otra vez, hasta que ya no tiene gusto. Por todo esto deci­mos que este riquísimo folklore popular contiene la explicita­ción de todas las situaciones posibles; es, (utilizando una figura), como un enorme e invisible psicoanalista criollo que tiene, si se busca, una interpretación para cada situación traumática (por otra parte, con una situación transferencial analista-analizado a toda prueba “…Tango que me  hiciste mal y sin embargo te quiero ...” )

La capacidad elaborativa espontánea de esta poesía colectiva fue, por nosotros, tan repetidamente observada en los hospitales psiquiátricos (especialmente en Buenos Aires) que terminamos creando el término "tangoterapia" para explicarlo. Enrique Pichón Riviere, con su enorme sensibilidad por lo cotidiano y lo popular, ya nos había comentado de una identificación muy común en ciertos delirios (él lo llamó el "síndrome de Car­los Gardel”) y consistía en una identificación masiva con el cantor, que llegaba a uso de ropas y gestos característicos de Gardel. Incluso existe una película argentina que toca este tema (aunque no a nivel de delirio psicótico) y es "Alias Gardelito".

Con esto creo que hemos completado, más o menos, el análisis del nivel simbólico, de las modalidades comunicacionales en la cultura manicomial. Pasamos al último punto que es el estudio de la percepción de los procesos temporales.



EL PROCESO TEMPORAL

En el hospicio, como en las cárceles, el tiempo está como de­tenido: se tiene la sensación de un enorme y vacío presente.

Nuestra hipótesis explicativa es ésta: como las pérdidas sufri­das por el internado son tan  masivas, le es casi imposible elabo­rar semejante duelo, y por lo tanto, ese pasado queda "congelado" y no puede usarse como trampolín para proyectar un futuro, una visión prospectiva.  A la inversa, también ocurre que, como la institución no ofrece ninguna posibilidad de organizar  un proyecto vital, un futuro, queda de rebote paralizada la posibi­lidad de elaborar las pérdidas de ese pasado (trabajo, pareja, hijos, dignidad, etc.) y el tiempo adquiere una sola dimensión, un indefinido presente continuo.

Además, el día del alta, del término de la internación es indefinido, no se establecen términos terapéuticos. En principio, se puede permanecer internado 3 semanas, 6 meses o 10 años; depende de factores azarosos. Cuando interviene el juez (que dicta o revo­ca la insania) se entra en la maquinaria burocrática y arbitraria de los Tribunales: un alta judicial puede venir uno o dos años después del alta médica (mientras tanto el declarado médica­mente sano debe permanecer en el hospicio, lo cual es como para que el más confiado elabore un delirio de persecución). Todo esto conspira contra la elaboración de un proyecto de vida, o por lo menos, una fecha de salida (como en las cárce­les) que permita organizar una forma de percibir, de contar, el tiempo y, por lo tanto, quitarle algo de esa sensación de tiempo­-muerto, de tiempo-infinito.

Ya habíamos visto algo acerca de cómo la falta de trabajo impedía la percepción del ciclo diurno y semanal, cómo los horarios de las tareas no permiten organizar nuestro tiempo interno. La posibilidad de percibir el domingo como día de descanso, está condicionada por la semana de actividad; "todos los días domingo es ningún domingo". Por otra parte, en los manicomios no hay relojes ni almanaques, sólo la salida de los tachos de comida (con horarios absurdos pues, por ejemplo, se cena a las 4 ó 5 de la tarde) marca el ciclo del día.

Respecto a la percepción del ciclo anual verano-invierno, sabe­mos que el proceso de elaboración psicológica de duelos está relacionado en general con el invierno, que existen procesos

ciclotímicos (alternativa de euforia y melancolía) que se organizan sobre el ciclo anual, de modo que, por ejemplo, la existencia de áreas verdes con vegetación (aun­que sean baldíos) ayudan a organizar desde el punto de vista de la dinámica psicológica interna. En este sentido los manicomios con patios cerrados de cemento, aumentan las condiciones adver­sas para la dinámica psicológica del paciente.

En el hospicio existe un pasado, que no constituye un pasado elaborado, sino un pasado idealizado, un pasado mítico; es el tiempo en que "se estaba sano y se estaba afuera", que ocurre también en un espacio mítico inalcanzable, "el afuera". A veces, algunas tardes, tomando mate en grupo surgen las anécdotas en tono nostálgico, "sí ... yo tenía seis trajes y todas las minas que quería" ... "eran los tiempos de Perón y estaba de moda el rock-and-roll" ... Entre ese pasado perdido y el otro tiempo, "éste" de aquí adentro, se produce el momento histórico más importante para la vida del paciente que es el momento traumáti­co de la internación.

En algunos casos hemos comprobado una adherencia a la épo­ca inmediatamente anterior a ese momento histórico que divide realmente en dos a la vida de todo internado. En cierto modo, como la sociedad asigna al estado de loco algo de la categoría de muerto, el momento o la vida después de la internación se parece un poco a sobrevivir después de su funeral. Nuestra cultura, con su terror a la desviación de lo que llama la "normalidad", realmente "entierra" psicológicamente a los enfermos mentales. Pichón Riviere ha comprobado la inmediata reorganización de la familia una vez que el depositario de la locura fami­liar (que él llama "el chivo expiatorio") es segregado en un hospicio; cómo venden su cama, alquilan su pieza, cómo Io borran", como se hace con un muerto. Todo esto colabora en darle una cualidad psicológica especial al tiempo dentro de los manicomios para la población de internados, algo así como un tiempo fuera de la historia, fuera de la vida. Se parece en algo a la percepción del tiempo en las cárceles, pero difiere fundamen­talmente pues en la cárcel el fin de la condena es un hito orga­nizador (me faltan tantos años, o meses para salir ... ) y, como vimos, en el manicomio es absolutamente azaroso e incierto el día del alta, e incluso, la indefinición ni siquiera aclara si  se  va salir algún día o no.

Por esto, en la tarea de rescate del paciente, de reconstrucción de su sistema de realidad, de su  reorganización del mundo, lo más difícil y lo más importante es rehacer una visión prospec­tiva del tiempo, construir un proyecto de futuro. En el capítulo séptimo, que constituye la síntesis de todo el libro, vamos a ex­plicar dentro de la concepción de las Comunidades Populares, cómo y a través de qué técnicas se logra movilizar hacia la vida a esta parte segregada y degradada de nuestro pueblo. Adelanta­mos que sólo dentro de un replanteo de toda esta estructura social injusta y junto a un pueblo que asume su identidad y su destino es posible una solución verdadera.


Capítulo 3

ESQUEMA HISTORICO CIVILIZACION - BARBARIE


Toda Latinoamérica sufre todavía, a cuatrocientos años del descubrimiento y la conquista, de una situación de oposición y sojuzgamiento entre los europeos “civilizados” y los nativos “bárbaros”. La Argentina sufrió un proceso especial dentro de Latinoamérica, debido a que la población indígena fue en gran parte eliminada y en parte absorbida genéticamente quedando el país (y especialmente Buenos Aires) con una gran proporción de población blanca europea. Esta circunstancia quizás explique,  junto con la inicial actitud depredatoria y desarraigada de los conquistadores españoles, la pertinaz adherencia a los modelos culturales europeos. El colonizador español era un aventurero, sin muchos escrúpulos para enriquecerse; su fin no era el afincarse en el Nuevo Mundo, no era una migración de familias, sino alguien que no perdía su marco referencial europeo: venía, robaba, asesinaba, conquistaba y se volvía a España. Santa María de los Buenos Aires era una colonia rodeada de una empalizada que nunca intentó expandirse tierra adentro, asumir la tierra, sino que era fundamentalmente un puerto-colonia para servir como escala de los viajes para llevar el oro y las riquezas del Alto Perú que podían robar a los pueblos americanos; Buenos Aires fue una especie de ”gigantesco barco que encalló en la desembocadura del Río de la Plata”. Una población que miraba a Europa aunque no la veía. Insistimos sobre esta circunstancia inicial, pues consideramos que fue una actitud mental que, aunque vista desde nuestra época parezca ancestral, está de pronto más presente de lo que se puede pensar, pues la inmigración masiva de fines de siglo anterior y comienzos del presente reactivó esta actitud psicológica: fue una inmigración que no perdió en dos generaciones su grupo de referencia europea, que rechazó al interior y creó una ciudad única en el mundo, pues contiene la tercera parte de la población total del país y se encuentra – respecto a su cultura de referencia – en el otro extremo del mundo.

Nuestra hipótesis es que la tercera generación de esa oleada masiva de inmigrantes debe elegir entre seguir viviendo el sueño de sus padres y abuelos de formar ilusoriamente parte del mundo europeo (a veinte mil kilómetros de distancia) o, haciendo un giro de 180°, mirar hacia el interior  y asumir el país. La adherencia y dependencia a los esquemas europeos y esa servil atención a cuanto acontecimiento europeo se produce, llega, en el caso de Buenos Aires y su burguesía, a constituir un ”delirio geográfico”: las noticias de los países cercanos o del propio interior del país quedan relegadas frente a las noticias, modas intelectuales, etc. de Europa (o, actualmente, Estados Unidos), como si se formara parte de esas tierras lejanas. Evidentemente que esa actitud psicológica está determinada fundamentalmente por la colonización cultural que permite la otra dominación, la económica (que a su vez está sostenida por la superioridad militar del imperialismo).

Existe la complicidad interna con los colonizadores de un gran sector argentino, especialmente de su grupo intelectual, aunque el cipayismo ideológico del intelectual argentino está actualmente en una crisis y las generaciones nuevas en vías de un giro total.

Como decíamos antes, el abuelo emigró y negó el duelo de su patria perdida, el padre fantaseó un regreso intelectual y el nieto (que somos nosotros) debe optar por el antiguo mundo perdido del abuelo del que sólo le llegaron ”trapos viejos” a través del ”regreso” nostálgico y psicológico del padre o, por el contrario, asumir su geografía, su pueblo, su país y la historia de su país y vivir de primera mano un mundo real al que puede fecundar y cambiar. La otra solución es, además, de defender estúpidamente al antiguo patrón-explotador (Europa) vivir del pasado y de las migajas del pobre abuelo, que vivió con la esperanza de ”hacer la América” y, en general, terminó su vida en hacinados conventillos. 

El desarraigo del intelectual argentino, mezcla de un sentimiento de frivolidad, frustración e impotencia, está en proceso de dar paso a otra actitud vital, nacida de la posibilidad de que, junto con la clase obrera, con ese pueblo que sus padres desde la ”Unión Democrática” no quisieron, no pudieron ver, crear un nuevo mundo más justo y más creador. Nuestro pueblo, que ha comenzado la marcha para fabricar ese otro mundo, le da al intelectual el remedio para su desarraigo y su coqueteo cipayo y estéril, pues lo necesita, necesita que se pase de filas, que pase de ser un ”sirviente fino” de una oligarquía explotadora a ser un ”compañero de lucha” aportando sus conocimientos al pueblo y al país en que ha nacido.

Intentando rastrear esta patología histórico-social argentina  (y, repetimos, especialmente porteña) del país partido en dos, pero no solamente en pobres y ricos, sino también en interior y Buenos Aires, buscamos también lo que puede haber influido: la configuración geográfica, el lugar geopolítico que ocupa Buenos Aires es único, existe como un fatal embudo geográfico que hace de Buenos Aires el único enlace topográfico e hidrográfico entre el cono sur y la conexión marítima con el mundo occidental. Incluso no existe la posibilidad de una ruta terrestre (debido a los Andes por un lado y a la selva tropical por el otro) ni siquiera con nuestro ”amo blanco” del norte, tradicionalmente ”modelo intelectual” desde la Constitución Nacional hasta los programas escolares sarmientinos. Es decir, este es un ”país-isla” pues no nos integramos a Latinoamérica, (pues nos consideramos un país europeo) y estamos casi tan lejos de Europa como lo está Japón (son más de 20.000 kilómetros a una y otra parte, desde Europa). Cuando se percibe a la Argentina desde Europa o Estados Unidos, recién nos damos cuenta los argentinos que estamos viviendo una especie de delirio colectivo; asumirnos como país de ”cultura europea” cuando estamos prácticamente unos kilómetros antes de que el mundo se acabe. Cuando, tomando como referencia el hemisferio continental (el norte) buscamos en el globo terráqueo a la Argentina tenemos la sensación de ”caernos” del mapa. Desde el punto de vista de la antropología estamos en situación de una cultura de ”Finis Terrae”, es decir, de una cultura de fin de mundo. Especialmente si consideramos que nuestro hemisferio (el sur) es casi totalmente oceánico, que no tenemos – salvo Chile (separado por los Andes) y la lejana Australia – vecinos lateralmente. La actitud de dependencia nos coloca a todos y, especialmente al grupo intelectual y profesional, en una identidad cultural de impostura, de medio camino: asumimos, aprendemos y defendemos la cultura de un mundo en el que nunca podemos estar incluidos.

La distancia geográfica, el enorme costo de cualquier viaje, hace que se esté hablando de costumbres que no se vivieron, de edificios que nunca se pudieron ver, de acontecimientos sociales en los que no estuvimos incluidos, etc. Esta dependencia de un mundo lejano para emitir cualquier pensamiento, aprender cualquier teoría, nos lleva a la situación de ”vivir de prestado”, a la triste instancia de todo un grupo que vive y estudia ”por correspondencia”, esperando la última carta del lejano sabio de turno.

Lo más grave de la dependencia cultural e ideológica (especialmente cuando es de un centro, inaccesible en forma directa) es que se depende de algo que no se puede llegar a conocer bien, porque no se está incluido desde la vida real, desde lo cotidiano, ni en un lugar ni en otro, con lo cual, no se puede trasformar nada de manera comprometida. Es un poco parecida a la condición del pequeño-burgués que elige representar continuamente una elevada situación social que no es real y en su impostura queda en el aire, sin pertenecer con todas sus raíces al mundo concreto a que de hecho pertenece.

Esta condición de ser ”consumidores” de cultura, nos impide ser los creadores y nos lleva a una especie de auto-castración, de sentimiento de frustración. Y, tal vez, la consecuencia más grave desde el punto de vista de nuestra salud mental es el sentimiento de auto-extrañamiento de nuestro propio pueblo: los intelectuales de pronto nos sentimos sin raíces en el mundo que nos rodea. Y el pueblo nos desconoce y, a veces, nos rechaza.

La incomprensión del movimiento de masas que fue el peronismo en nombre de los lejanos, gastados (y tramposos) ”ideales de democracia” europea, fue un ejemplo histórico de esta actitud (recordemos que en los mítines antiperonistas se cantaba ¡en francés! ”La Marsellesa”). Cuando se está integrando un continente indo-americano (y en el extremo más extremo de él) es suicida optar por el mundo ”blanco” de los patrones y explotadores imperialistas pues corremos el riesgo de quedar fuera de la historia.

Naturalmente, no podemos olvidar la relación entre esta elección exótica de consagrar ideologías lejanas y el proceso de descabezamiento cultural de Indo América para facilitar la dominación psicológica y la explotación física. Por eso consideramos que no existe la posibilidad para el grupo intelectual argentino e insertarse en su país, en el mundo concreto que los rodea, sin unirse a su pueblo en su proceso de liberación. No hay realización fecunda del intelectual, del profesional, si no es terminando de expresar y sintetizar el sentimiento popular.

Actualmente, el vuelco masivo de estudiantes y profesionales al movimiento peronista, es para nosotros, una indicación clara de un vuelco hacia el pueblo. Han decidido insertarse en el mundo que los rodea, sentirse partes de su país “de su geografía, de su historia y dejar de soñar con los ”trapos del abuelo”, porque el duelo por la Europa perdida ya está suficientemente hecho en dos generaciones. El nieto, que es nuestra generación, no tiene otra ”salida” que ”entrar” en el país, aceptarlo y amarlo. Esto de ”amar” al país, que desgraciadamente suena un poco raro, nos hace traer otro tema y que es la falta de nacionalismo. Viajando por Latinoamérica se percibe una especie de identidad nacional (que no es la fanfarronada futbolera de ser ”campeones del mundo”), una defensa de sus formas ancestrales de pensar frente a la penetración cultural imperialista: se percibe como una integración en la percepción del mundo, como un definido estilo nacional. Nosotros, en cambio, sólo hemos producido un folklore integrador y desgraciadamente es fatalista y descreído: el tango. A la cultura criolla y a su arquetipo – el gaucho – lo hemos dejado sepultado con toneladas de cow-boys matones defensores del patrón, con todo el estúpido cine rosa hollywoodense y hasta nuestras fiestas de Navidad y Año Nuevo se realizan según el estilo de países con nieve. La ”buena literatura” es todavía sinónimo de lo francés y las grabadoras imperialistas con el oligofrénico estilo Palito Ortega impiden que se canten los problemas que se viven. Y, en gran parte, los responsables somos nosotros porque la otra cultura, la criolla y la indoamericana, existe por debajo: sólo hace falta rescatarla. Buenos Aires, con el esquema imperialista con que es sometida por Europa y EEUU somete al interior, trasformando al país en un enanito con una cabeza descomunal. Por eso sostenemos que el modelo histórico ancestral de los colonizadores-rapaces españoles del que hablamos al principio, determinó un planteo centralista que se continuó en la Revolución de Mayo, en Caseros y en la actualidad.

Para nosotros quien fue uno de los ideólogos de la destrucción de la cultura criolla para que accedamos al ”mundo del progreso”  fue Domingo F. Sarmiento, genial y laborioso introductor de cuanta cosa ”culta” encontró en sus viajes por los ”países patrones”. Su prejuicioso esquema ”Civilización y Barbarie” fue la legalización ideológica para el exterminio de toda forma de pensar que venía de la otra punta, del fondo de la tierra de su patria. No por  nada es ahora el héroe máximo de uno de los principales aparatos de sometimiento del Sistema, para Ia negación de la cultura criolla: el Ministerio de Castración (o de ”Educación”) que ya fue analizado por nosotros en el capítulo segundo.

Continuando con esta breve re-interpretación de la historia argentina, diremos que en la Revolución de Mayo se perdió la oportunidad de que, al emanciparnos de España, nos emancipáramos también de los modelos ideológicos de los colonizadores. Los ideólogos de la Revolución pasaron de los esquemas del autoritarismo español a los del liberalismo francés, pero sin quitarse de la Europa colonialista. No interpretaron a las masas del interior del país, el hombre de abajo pasó de pertenecer a un patrón ”culto” a otro ”más culto”. Recién con el movimiento de masas que fue el rosismo, el pueblo humilde, el gaucho pobre, el mulato rotoso, llegan a vislumbrar el poder y la dignidad de expresarse. Juan Manuel de Rosas fue expresión de la cultura criolla y popular de esa época de la historia aún cuando la compleja situación política lo llevó a conductas contradictorias, entre otras cosas el mantener el centralismo porteño. Luego, durante el gobierno del General Roca se realizó ”la conquista del desierto” como ”cruzada civilizadora” la cual fue, en realidad, la labor final del genocidio del habitante primitivo y natural dueño de todas estas tierras, que ya había comenzado con los colonizadores españoles que, en nombre de Jesucristo, habían venido a ”civilizar” a los indígenas a través de la fórmula: ”con la cruz y la espada”, lo cual es absolutamente contradictorio con las enseñanzas de Jesús. Como toda la guerra contra el indio se hizo con la población pobre rural, con el gaucho (especialmente a través de la guerra de fortines) los poseedores de la ”cultura”, del poder y de las tierras, eliminaron dos componentes de la cultura de tierra adentro simultáneamente. La ”guerra al malón”, que era otro malón, solamente que ”civilizado” y más sangriento pues era de exterminio de tribus enteras, se hacía con el gaucho como carne de cañón. En el Martín Fierro de Hernández están minuciosamente relatado el proceso de deliberada extinción del gaucho.

Por supuesto que luego de eliminado, la oligarquía nativa lo toma como arquetipo, falseándolo y ocultando su interna rebeldía al sistema de poder. El nacionalismo oligarca usa luego una estetizada y falsa cultura criolla basada en aperos plateados, cinchas labradas y chiripás bordados que aquel gaucho histórico y pobre y obligado a vivir miserablemente, nunca tuvo.  A toda ese ”gauchaje de chucherías” lo inventó y utilizó para despreciar y discriminarse de las grandes oleadas inmigratorias gringas de principios de siglo. En la actualidad, ridícula y tristemente, el único indicio en la ciudad de ese fundamental arquetipo criollo, son los disfrazados de gaucho que sirven asado y entretienen a los turistas yanquis en los restaurantes ”criollos” de lujo. Por eso pensamos nosotros que el más cercano descendiente de aquellos gauchos andrajoso, dicho de otra forma, los últimos gauchos que sobreviven en la gran ciudad son  más parecidos a esos mendigos-linyeras que duermen en los zaguanes, que a los supuestos gauchos cipayos de las exposiciones de la Sociedad Rural que hace disfrazar la oligarquía ganadera. Y si no recordemos la descripción que hace José Hernández en boca de Fierro: ”Ya andábamos de mugrientos, que el mirarnos daba horror. Les juro que era un dolor ver esos hombres, por Cristo! En mi perra vida he visto una miseria mayor.” La extinción de los negros argentinos es un misterio (que huele a genocidio) que no está todavía aclarado. En la época de Rosas había barrios enteros de negros y mulatos. Genéticamente el gen negro es dominante de modo que tampoco queda explicado el asunto por una supuesta ”disolución genética” por mestizaje. Lo  más probable es que con los regimientos negros en la sangrienta guerra del Paraguay (que fue un atropello internacional) se haya creado un procedimiento ”natural” para eliminar otro grupo ”incivilizado” que, además, debía pagar el apoyo incondicional que había hecho al gobierno popular de Juan Manuel de Rosas. Con esto se terminaba la labor histórica de exterminio para que los patrones blancos no sean molestados.

Para testimoniar esto recordaremos aquella famosa frase del máximo héroe de los ”civilizados” ,don Domingo F. Sarmiento, en una carta para la represión de los montoneros del interior” ...y le recomiendo que no ahorre sangre de gauchos, que sólo sirve para regar la tierra”... Para cerrar este análisis, recordemos en los tiempos del gobierno popular del Gral. Perón, la actitud prejuiciosa y descalificatoria que tuvo la ”gente decente” contra el ”cabecita negra”, el pueblo verdadero vivido como un ”aluvión zoológico o, como decía eI diario La Prensa: Ias ”hordas embrutecidas que invaden con salvajes cantos la ciudad”... Lo cual no indica otra cosa que el temor que inspira el verdadero pueblo a la oligarquía.

Pero sería injusto que pasáramos por alto el otro extremo del cipayismo culto: nos referimos a la ”izquierda gorila" . A las formas cultas del socialismo educado, que exige un proceso de liberación con modelos europeos y que, íntimamente, rechazan todo lo popular. Son los que quieren ”la revolución” abstracta, sin barro, sin contradicciones. Los que no aceptan una interpretación nacional y popular del socialismo. Para ellos el peronismo es ”populismo”, es decir, formas políticas incultas. Por supuesto el peronismo tiene aún contradicciones, pero es un movimiento de masas real, es el nivel de conciencia actual de la clase obrera en su etapa histórica.

Un órgano periodístico que es el representante típico de esta Iínea  histórica colonizada es el diario ”La Opinión” : su grado de dependencia ideológica llega al absurdo de ser casi un plagio del diario francés ”Le Monde”, pero no sólo en su forma, sino en su contenido. Está compuesto por noticias de interés europeo: el último estreno de París, la última teoría sobre el tercer mundo de ”un autor búlgaro y comentada por un analista inglés”, la macrobiótica, los peligros ecológicos y ”los archivos secretos de un parlamentario inglés”, etc. Todas noticias perfectamente operativas si se estuviere en Europa, pero absolutamente alienantes para comprender la realidad que rodea al lector.

Dentro del periodismo y para hacer una tentativa de utilización actual de la antinomia histórica Civilización-Barbarie, encontramos como  opuestas  al diario ”La Opinión” en forma y contenido, a la revista ”Así” que representaría la moderna barbarie, es decir, lo  popular.   ”Así” tiene el privilegio de ser despreciado por la pseudo cultura y de ser leído por la clase obrera, de inter­pretar muchas veces, su sentir cuando refleja los atropellos he­chos al pueblo y de ocuparse mayormente por las noticias del país. Con sensacionalismo o sin él permite compartir un poco el clima psicológico de nuestro pueblo, hecho que nos desanima para hacerle críticas más Iúcidas".

Tomaremos ahora el tema de esta oposición oligarquía y pueblo, o burguesía y clase obrera, y trataremos de analizar cómo se estructura y que características tienen las dos maneras de ver el mundo, es decir, la visión del empleado (como ejemplo de la burguesía) y la visión del obrero. Debido a su opuesta inserción en el sistema de producción, el empleado lo verá desde los pape­les, tendrá una visión más abstracta, burocrática, en cambio el obrero que percibe el mundo desde su esfuerzo corporal, lo percibirá a un nivel mucho más concreto y desde una realidad fácti­ca, de hechos y no de abstractas reglamentaciones.

Se podrá preguntar por qué en un libro que trata de los distintos planteos en psicoterapia se insiste tanto en este tema de la concepción del mundo en burguesía y en proletariado. La contestación es que el tema de la psicoterapia que el sistema impone a los sectores oprimidos, incluye además M hecho terapéutico (o pseudo‑terapéutico). Otro hecho, es la circunstancia esencial de que terapeuta y paciente no pertenecen a la misma clase social y tienen diferencias sustanciales en su forma de organizar la rea­lidad. La burguesía y el proletariado son clases con intereses opuestos y formas de vida distintas. Se puede llegara hablar hasta de una cultura burguesa y una cultura obrera. De modo que al pertenecer el terapeuta a la burguesía (en general a clase me­dia) y el paciente a la clase obrera y al existir una relación de sometimiento y descalificación entre esas dos clases va a suceder que, junto con la psicoterapia, se va a producir una situación de sometimiento cultural. El terapeuta, a veces hasta sin saberlo, o sin desearlo, va a re‑definir las conductas y valores de su paciente desde sus propios valores culturales y, al hacerlo, perjudicará profundamente la identidad cultural (y también personal) paciente.

A veces, la percepción tras culturada es directamente prejuiciosa y descalificatoria. Desde las pautas obsesivas y burocráticas de la clase media se enjuician comportamientos más emotivos y es­pontáneos de la clase obrera, colocándolos en la categoría de "perturbación mental". Al profesional, que vive en un prolijo y a veces, estéril mundo de abstracciones y papeles, le es descon­certante la espontaneidad concreta de su paciente. El psiquiatra o psicólogo tiene un esquema corporal rígido y almidonado, no usa el cuerpo en su tarea (diríamos que sólo le sirve para soste­ner la cabeza). En cambio, su paciente obrero percibe y modifica el mundo a través de su cuerpo, que es su instrumento cognosci­tivo, su codificación para expresar sus afectos.

Esta diferencia lo puede llevar a diagnósticos "fáciles", a rápi­das conclusiones de "cuadro de excitación psico‑motriz, por ejemplo, cuando en realidad hay un distinto código cultural de expresar afectos que impide la comprensión de lo que le pasa a esa persona. Yo pienso, dentro de un planteo de "psiquiatría-­ficción", que si se diera vuelta la cosa y un psiquiatra‑obrero diagnosticara a un paciente burgués no podría evitar la tenden­cia a diagnósticos tales como "neurosis obsesiva", `rigidez cor­poral", "actitudes catatónicas”, “ausencia de vida afectiva" y, por sobre todo, "una infantil concepción de los aspectos dra­máticos de la vida, la soledad, el sexo, la desesperación y la muerte”.

Lo más grave de esta transculturación en la administración de la terapia dentro del sistema hospicial, es que se la ignora o se la niega y esto es grave, pues llega a ser la fractura más importante en la comunicación terapéutica. En los casos de psiquiatras y psicólogos que, imbuidos de una actitud revolucionaria, no de­sean que su manipulación sea sometedora y quieran, por el con­trario, ayudar a la liberación y a la elaboración de la perturba­ción psicológica de su paciente obrero, deberán realizar un aprendizaje adicional que resuelva la fractura cultural Pero este aprendizaje no podrá ser hecho a través de los libros de la cultura burguesa, pues estos ya están viciados de la percepción coloniza­dora. Este aprendizaje lo tendrán que hacer humildemente como alumnos de los que eran sus pacientes y ahora se trasforman en sus profesores.

La inversión de los roles es fundamental para crear una estruc­tura democrática donde no existan sometidos ni sometedores. Pichón Riviere basa su ideología terapéutica en el concepto de liderazgo funcional, esto es, que enseña o cura quien más sabe del tema o quien en ese momento es el más sano del grupo. Para Pichón, aprendizaje y terapia tienen una estructura similar, pues sanarse es "aprender a curarse” y, en ambos casos, el enemigo del proceso es la resistencia al cambio.

El modelo de Comunidad Popular, nacido a través de una experiencia de muchos años junto al sector de pueblo encerrado en los manicomios, para cambiar las condiciones degradantes a que es sometido por la "terapia" del sistema, está basado e que en igualdad de condiciones cada uno se integra en el grupo social aportando lo mejor que tiene y lucha por una vida más plena y creadora para todos. No existiendo roles fijos, salvo los que se eligen por necesidades de organización y por voto mayoritario. No existiendo depositarios "crónicos" de la locura, ni  tampoco del rol de terapeuta "cuerdo". El más sano en cada momento es el que aporta la terapia y el que sabe más del  tema que se está tratando es el profesor.

Podemos adelantar que el íntimo compromiso afectivo de cada uno en el grupo es lo que hace  en gran parte posible este camino hacia un nuevo esquema de salud mental.

El contrato de colaboración que tenemos con los compañeros internados es definido por ellos cuando nos dicen "Uds. nos enseñan lo que aprendieron en los libros y nosotros les enseñamos lo que aprendimos en la vida" ( "alpargatas sí, libros sí" )

Volviendo al tema de la oposición entre clase media y clase obrera, vamos a comparar brevemente los dos sistemas de realidad, correspondientes a las dos formas de ver la vida y daremos algunas oposiciones que permitan al lector completar la configuración de estas dos percepciones del mundo: la familia nuclear en clase media y la familia extensa ‑a veces de tres generaciones- de clase obrera. La fragmentación formal en la simbolización de burguesía, y la expresiva y codificación gestual del pueblo. La actitud de recatada privacidad en el departamento cerrado y aséptico del empleado y la extrovertida casa obrera volcada hacia el terreno con plantas y con la privacidad compartida entre vecinos. Para sintetizar, diremos que la cultura urbana de la clase media va en dirección de una formalización del sistema de las relaciones sociales, que van perdiendo coloración afectiva y se convierten en vínculos entre entidades y roles abstractos.

Otro tema importante, que condiciona también el tema de la salud mental, es el impacto del proceso de tecnificación, especialmente en las grandes ciudades. Las modalidades del trabajo en líneas de montaje, con su labor repetitiva y estereotipada , y los medios masivos de información (especialmente la TV) van sustituyendo los canales tradicionales de comunicación cara‑a‑cara. Esto crea una dificultad para establecer los vínculos afectivos concretos Y conduce a la anomia y al profundo sentimiento de soledad característico de la gran ciudad. Por otra parte, con­siderando la destrucción de la familia que producen en la clase popular las migraciones en busca de trabajo, vemos la importan­cia que tiene esta situación de anonimato, de soledad, como fac­tor de perturbación psicológica. Podemos decir que este proceso llamado "progreso tecnológico" es, debido a la desintegración que produce entre las distintas áreas de actividades, un factor esquizofrenizante. Los lugares para las distintas actividades, tra­bajo, intimidad, recreación, etc. están completamente separados entre sí y la persona debe interactuar en grupos sociales con distintas normas y valores sin que se integren. Esto fragmenta y separa entre sí los aspectos internos de la personalidad que están en relación con cada área real.

Por último, podemos agregar que el proceso de tecnificación permite, debido al avance tecnológico, que la manipulación de un enorme sector de la población quede en manos de una peque­ña minoría. Ejemplo de esto es la capacidad de condicionar el pensamiento de prácticamente todo el país a través de la televi­sión, debido a la simultaneidad del mensaje y la posibilidad (de­bido a la imagen) de dar meta‑mensajes, esto es, mensajes a nivel inconsciente.

En estas técnicas de condicionamiento ideológico basa actual­mente el imperialismo yanqui su infiltración cultural. Como su mensaje directo es rechazado, recurre al mensaje "de rebote".

A veces, un tema aparentemente ajeno al tema de la colonización, desliza un modelo de sometimiento. En este sentido es interesante analizar las series yanquis de televisión, podrán tra­tar de la vida de los animales o cualquier otro tema indirecto, pe­ro la moraleja final es que en el mundo hay amos y esclavos, a quienes se rebelan les va muy mal y el héroe siempre defiende la ley. Debido a que la televisión es un medio de difusión que llega masivamente a sectores populares, llega a ser muy grave esta infiltración de la ideología del imperialismo en clase obrera, especialmente porque la televisión actúa como marco de socializa­ción y aprendizaje de la cultura urbana para los sectores rurales de nuestro pueblo. En este punto se entrecruzan los dos temas que estuvimos analizando: la antinomia de la cultura urbana burguesa y la cultura rural obrera y el proceso de tecnificación, de industrialización de toda la cultura occidental.


Esta capacidad elaborativa de las letras de tango, especialmente cuando son cantadas en voz baja, y ”hacia adentro”, la hemos comprobado continuamente en el hospicio (como ya hemos

relatado en el capítulo primero) y pensamos que sería un tema valioso de investigación analizar esta espontánea psicoterapia popular, (que podríamos llamar ”tangoterapia” o ”psicoanális lunfa”). El inconveniente, desde el punto de vista de producir un cambio terapéutico a través de esta filosofía tanguera, es que la elaboración queda en la rumiación melancólica y no permite luego comenzar la elaboración del duelo, el terminarlo y organizar un proyecto de futuro. La ”tangoterapia” queda en la depresión ya suavizada por la nueva vinculación que permite la ”confesión del drama”, pero no repara el vínculo en la vida real; en general, se produce una regresión al período vital de dependencia materna. Esto es así, pensamos porque la situación traumática simbolizada por la pareja, que para nosotros es la explotación social, no podría ser resuelta sin un proceso de liberación. Por esto también pensamos que el nuevo folklore popular va a estar estrechamente ligado a la temática de un pueblo que lucha contra sus opresores. Y si nos preguntamos qué va a pasar con el tango cuando no exprese más la situación de tristeza y fatalistas oprimidos diremos que realmente no se nos ocurre cómo va a encajar en la nueva actitud psicológica creadora, con fe en el futuro que acompaña a un proceso liberador. Tal vez el tango sea parte  del precio de la revolución.

De todos modos, como conjunto narrativo, las letras de tango son una extraordinaria obra literaria que describe la vida de los suburbios, los personajes, la tarea, los lugares, etc. Siempre pienso que si juntáramos todos los tangos en un solo y enorme tango, y lo armáramos por temas se podría lograr algo así como una ”llíada del Suburbio”; el Homero griego recopiló (como también Hernández en el Martín Fierro) el folklore popular de su época y, unificando todo con una historia central, lo organizó en una obra única. El folklore popular árabe está recopilado también así en "Las mil y una noches”. La tarea tendría algo de borgeano: lograr el  largo tango que contenga a todos los tangos; algo así como ”el tango único” o el ”supertango” que cantaría la frustración de una generación y, además, el eterno tema de perder las cosas queridas y ”volverse para viejo”...

Para finalizar, vamos a intentar una ordenación histórica del ciclo de vida del folklore porteño, en cuatro etapas de  veinte años cada una:

GESTACION: (1880-1900) en el prostíbulo (con letras obscenas)

NIÑEZ: (1900-1929) en el suburbio (música sin letra)

ADULTEZ: (1920-1940) conquista el centro (época de oro de Carlitos Gardel)

VEJEZ: (1940-1960) agoniza y muere en Buenos Aires (letras y orquestación sofisticadas)


Explicando un poco más esta cronología diremos que, luego de veinte años de gestación en la matriz del prostíbulo, nace y se mezcla con los ”estilos criollos” que venían de tierra adentro; en la época de los payadores urbanos (Gabino Ezeiza) en 1919 Carlitos Gardel canta e! primer tango con  letra , ”Mi Noche Triste”,  en un teatro del centro y cornienza su carrera espectacuIar de otros veinte años que se cierran con Discépolo, que describe la crisis del treinta con tangos de una belleza extraordinaria. En esta época era todavía percibido como ”mal nacido” por la oligarquía porteña y denunciaban su origen ”poco-honorable”: L. Lugones, C. Ibarguren y R. Larreta lo llamaron ”la tristeza infame” y lo calificaron de ”híbrido, mestizo, innoble”  todo lo cual demostraba por quienes lo criticaban, su impecable origen popular).

Luego comienzan en l940, las grandes orquestaciones; las letras ya demasiado lejos de las situaciones traumáticas que intentaban describir, caen en el recurso de hacer tangos en base a "frases de tango", es decir, tangos sobre tangos y no tangos sobre la vida. Los cantores recurriendo a "lágrimas de cocodrilo" y ademanes llorones quieren resucitarlo pero ya cumplió su ciclo histórico como expresión dramática de una época y nuestro tango muere como género musical vivo hacia la década del 50, a los ochenta años de edad (1880-1960). Pero lo paradójico es que muere como arte pero sigue absolutamente vivo como folklore ya elaborado y por eso puede decirse que el maestro "cada día canta mejor...".



Capítulo 7

LA COMUNIDAD POPULAR  “PEÑA CARLOS GARDEL”


Es bastante difícil analizar una experiencia que se está viviendo, es difícil tomar distancia y verla en perspectiva pero, de todos modos, ya después de dos años es posible percibir un cierto proceso, analizar las reacciones de los diversos sub-grupos, las consignas comunitarias que fueron apareciendo, las propuestas de cambio y la nueva filosofía de vida que, poco a poco y entre todos, se fue creando. Tomar todo esto, junto con opciones ideológicas más generales relacionadas con el proceso de liberación y armar un modelo teórico de Psiquiatría Popular es el tema de este capítulo y de las consideraciones finales. Para nosotros, los integrantes de la Peña, hay tantas experiencias emotivas, tantas cosas pasaron: momentos de mucha angustia, momentos de gran alegría. Hay mucho amor puesto en ”esa Peña”, líos, depresiones, peleas, reconciliaciones, momentos de intensa e íntima participación afectiva, donde sentimos algunas veces un nivel de compromiso humano tan intenso que luego, el ”mundo de afuera” nos parecía como constituido por gente solitaria y desconectada (es decir, de pronto podíamos percibir al ”manicomio de afuera”). El meterse en los fondos de un hospicio y compartir, aunque sea por un tiempo, las angustias,  los delirios y ser solidarios con ese sector de pueblo trabajador más bajo, reventado, igual que afuera pero más degradado, fue para todos nosotros (los ”compañeros de afuera”) una escuela de vida, una forma de aprender el país de abajo, de combatir la hiperteorización colonizadora y estéril. Nosotros también nos curamos, pero de distinta enfermedad. En la Peña nadie le debe nada a nadie, ”no corre” la beneficencia ni el autoritarismo; entre todos construimos una nueva vida comunitaria. El grupo es completamente heterogéneo, pero lo que queremos lograr es siempre compartido por todos: es una posibilidad de vida menos injusta, con  más posibilidades para  que cada uno realice lo suyo, e incluso, si alguien puede imaginarse mundos distintos al resto, lo aceptamos como se acepta la realidad: como una verdad que no constituye, en sí misma, una amenaza. Para que se tenga una idea concreta de lo que es la experiencia y de los límites que tiene,  vamos a introducirnos al tema con una descripción objetiva del desarrollo histórico y del lugar, los sub-grupos, las distintas actividades y también cómo se desarrolla normalmente la reunión comunitaria de los sábados, que es la más importante y la que reúne una vez por semana a todos los compañeros ”de adentro” y ”de afuera”. Luego pasaremos a ”despiezar” la Peña en partes para su análisis y terminaremos con una tentativa de integración que organice, según un modelo comunitario, a todo ese conjunto de hechos, de sucesos extraídos de una praxis.



COMUNIDAD POPULAR PEÑA CARLOS GARDEL


INTRODUCCIÓN

Esta comunidad Popular funciona en el fondo del Hospital Nacional Borda, hospicio dependiente del Instituto Nacional de Salud Mental. El Hospital Borda, conocido anteriormente como ”Hospicio de las  Mercedes”,   luego llamado ”Neuropsiquiátrico de Hombres”, queda a pocas cuadras de Plaza Constitución (el pueblo siempre lo llamó “el Vieytes”). Es el Hospital Mental de Buenos Aires (con 2.500 camas) y, con el Hospicio de Mujeres, el ”Braulio Moyano”, son las instituciones que actúan como ”depósito psicológico de la locura” para los porteños. Y este es, precisamente, el lugar que elegimos para realizar esta experiencia de replanteo del concepto de locura y combatir desde esa área de demostración toda forma de represión mental, pues consideramos que en los hospicios se lleva a los últimos Iímites el proceso de represión mental (especialmente para las clases populares)  que comienza en las escuelas, sigue en las fábricas y luego puede pasar por asilos, reformatorios, cárceles, etc. Con todo, el Hospital Borda no es el peor de los hospicios  argentinos. Por el contrario, tal vez sea el que tiene más posibilidades de evolucionar.

La Comunidad empezó a funcionar el 11 de diciembre de 1971. Para su constitución unieron sus esfuerzos dos grupos, uno de adentro (los compañeros del Club ”El Fogón”, que organizó Osvaldo García) y otro de afuera, que se formó luego de un seminario (con audiovisuales) dado por el autor, sobre ”Psiquiatría Social” en la Escuela de Psicología Social de Pichón Riviere. Durante el verano de 1972   se trabajó fuerte y se consiguió ”poner en órbita” la comunidad con la ayuda también de familiares. Cuando el hospital se enteró que funcionaba una comunidad en el fondo, era ya un hecho consumado. Hubo posteriormente, y por medio de una carta de Pichón Riviere, dirigida a las autoridades del hospital, un reconocimiento ”de facto”. Desde entonces y a través de dos años ininterrumpidos, estuvimos ”dentro del hospital pero fuera de la institución”. La Comunidad se organiza alrededor de un gran árbol y cada sábado debemos entrar, colgar las decoraciones, carteles, etc. y Iuego, al terminar, descolgarlas y sacarlas del hospital, para volver a traer todo el sábado siguiente. La reunión principal se realiza, precisamente, todos los sábados desde aproximadamente las 15 hs. hasta las 20 hs. (cinco horas) y participan alrededor de 100 personas (incluyendo unos 20 compañeros de afuera); aunque se produce una rotación existe un núcleo base de compañeros internados y compañeros de afuera que lleva la continuidad del proceso comunitario. Además se realizan dos reuniones menores durante la semana (martes y jueves), donde funcionan grupos de mateadas, grupos de trabajo (cooperativa) y grupos de aprendizaje (Universidad Obrera). La actividad de la Cooperativa está suspendida actualmente por falta de un lugar con techo. La estructura comunitaria  está determinada por una integración de modelos comunitarios populares; es una especie de síntesis de baile campero con guitarra y canto, con asado, con organización de sociedad de fomento (comisión directiva), con simultaneidad de actividades de cafetín porteño y algo de romería con teatro, con fogones de   "materos” y costumbres de pulpería (las peleas). Pero fundamentalmente vive por un sentimiento de hermandad y de compromiso afectivo ’a muerte” de cada uno con la comunidad, con la ”peña”, que ya tiene una existencia mítica independiente de cada uno de nosotros. Entre los compañeros internados (y también entre los de afuera) es un símbolo y una esperanza de que el mundo pueda cambiar y volverse un poco menos injusto, menos individualista y menos ”paranoico”. Para nosotros la  experiencia tiene otro nivel más también, y es que no sólo resolvemos el problema para 300 o 400 compañeros internados, sino que es fundamentalmente, un área de demostración de que es posible el cambio, que un nuevo planteo desde la cultura popular crea una alternativa nueva respecto a la locura. Desenmascara el sometimiento  como falso criterio de salud mental y propone otros criterios de cordura para el pueblo; la cordura de asumir su identidad cultural y personal. También somos concientes de los límites en que nos movemos. Aunque  la dirección del camino está trazada hasta lejos, no damos pasos más largos que los que pueden dar nuestras piernas. Es decir, todo comienzo de cambio sólo modifica un pequeño sector del sistema, pero lo importante es, sí, señalar el camino. Ese es el sentido de un ”área de demostración”: sirve para comprobar en la práctica algunas hipótesis de trabajo y luego para formular nuevos pasos que conduzcan a nuevas maneras de ver el problema. Daremos   ahora una idea general de nuestro esquema referencial (nuestro esquema conceptual y técnico) para después describir con más detalles las condiciones objetivas de la comunidad (hábitat y proceso de una reunión) y, finalmente, entrar en el corazón de la experiencia, que son las técnicas de terapia comunitaria y grupal montadas sobre el rescate de las formas populares de interacción social y de proyecto de vida. Donde nuestra labor será una síntesis entre las técnicas psicoterapéuticas urbanas y las modalidades con que el pueblo resuelve sus angustias (es un poco lo que llamamos la síntesis ”Freud-Pancho Sierra”). La propuesta ideológica puede sintetizarse en cinco frases que la definen:

–    Una movilización (u organización) de bases,

       que a través del rescate de la cultura popular

–    intenta una redistribución de la locura.

       operando con un nuevo esquema técnico.

       para luego estructurar un modelo teórico a partir de la práctica concreta.

De las cuales, las tres primeras apuntan a los puntos claves de nuestra propuesta.


¨     Organización de bases:

La principal característica que debe tener una psicoterapia del oprimido es que la debe hacer el oprimido (por lo menos poner la principal energía para ese cambio). Claro que, por otra parte, sabemos que la iniciación de un proceso de este tipo requiere una energía inicial que provenga de otro sistema social, del de ”los sanos”. Podríamos reiterar la siguiente figura de comparación: ”es imposible, cuando un bote está encajado en la costa, hacerlo andar remando y también es imposible empujarlo desde adentro: se necesita una ayuda inicial de alguien que lo empuje desde afuera hasta que se pueda remar". Ese ”empujón desde afuera” es la labor de concientización del internado para que luego se organice   asumiendo su identidad cultural como grupo, conquiste un mundo mejor dentro del hospital y luego pueda reintegrarse activamente al ”afuera”. Por eso este tipo de terapia social (mejor casi diríamos ”de reconquista de derechos”) es sólo posible de organizar si existe, aunque sea en forma latente, una actitud de cambio, un deseo de progreso, de liberación. El hospicio impone el autoritarismo desde arriba, la Comunidad Terapéutica importada impone la ”democracia” también desde arriba. En cambio el planteo de Comunidad Popular exige que lo que sea que se imponga lo sea desde abajo (en general será la conveniencia de la mayoría). Debido a que la población de internados se encuentra muy ”alienada” por las manipulaciones del hospicio es necesario, en un principio, un equipo mixto: personas internadas que deseen un cambio y personas no internadas que también lo deseen. Nosotros, en nuestra  experiencia, nos llamamos ”compañeros de adentro” y ”compañeros de afuera” respectivamente. Una vez realizada la ligazón afectiva entre ambos grupos (consideramos que la necesidad de un compromiso afectivo es parte de nuestra ideología) se comienza el trabajo ”hombro a hombro", buscando y experimentando caminos desde una perspectiva que incluye la visión del mundo (los mitos, valores, costumbres, etc.) de la mayoría. Todo esto implica movilizar el  sentimiento de reivindicación ancestral de nuestra clase obrera, es utilizar este sentimiento como motor, como energía para el cambio, es reconectar al compañero trabajador internado con todo su pasado histórico, con las luchas de su clase y con el proceso de liberación que ha emprendido nuestro pueblo.


¨     Rescate de Ia Cultura Negada:

Toda una tarea recién  comenzada y asumida por quienes desean nuestra independencia cultural es la que puede denominarse ”el rescate de la cultura negada”. Como primer paso, enfrentar la dominación y lucha contra alguien (el imperialismo yanqui y también el imperialismo porteño) es necesario saber  quién es el que lucha: es decir  que la primera tarea es  reconquistar nuestra identidad cultural negada a través del proceso de colonización. Para esto es necesario todo un trabajo que podemos llamar ”de arqueología cultural”, que vaya armando el rompecabezas con las piezas sueltas obtenidas a través de la historia y de la geografía de nuestra patria. El esquema ”Civilización-Barbarie”  es, posiblemente, la estructura cultural y económica más fundamental de nuestro desarrollo histórico. La  oposición ”Buenos Aires-Interior” comenzó el día de la fundación de la ciudad y luego Buenos Aires siguió dependiendo más de la lejana Europa que del cercano interior, que fue negado y rechazado en nombre de la ”civilización" (por turno lo fueron España, luego Inglaterra y Francia y, ahora Estados Unidos). La macrocefalia de la Argentina es una de las patologías de desarrollo más perjudiciales, pues aísla entre sí   a Buenos Aires y el interior por la estructura de colonización interna.

Debemos aclarar por qué la identidad cultural de los grupos marginados y oprimidos (una línea que va desde el indio hasta el orillero suburbano pasando por el gaucho) es tan importante en el caso de la salud mental. Un enfermo mental se encuentra, por momentos, alejado de su propia naturaleza tanto como de la cultura en la que  le  tocó nacer, por eso está enfermo. La restitución de la salud se da cuando se reencuentra con su origen, es decir con su verdadera naturaleza y con su cultura que fue el escenario de sus vínculos. Si no se conoce ni respeta la identidad cultural del grupo marginado, se ayuda a convertir una situación de extrañamiento de sí y de la cultura a nivel personal, en una confirmación externa, social, de que el mundo es amenazante y caótico. Traemos, para ejemplificar esto, el caso de los ”progresos”   terapéuticos que pueden, paradójicamente, empeorar al paciente (fenómeno conocido en Psicoanálisis como reacción terapéutica negativa) porque llevan consigo a un nuevo problema y es la desarticulación de las formas habituales de regular la comunicación y los sentimientos de seguridad y protección que tiene cada cultura. En general, el grupo oprimido se resiste a utilizar la cultura del opresor, aunque esta revista forma de servicios necesarios, (por ejemplo, salud física y mental) y prefiere sus propios modelos terapéuticos que incluyen la cultura global ancestral nativa. Esto aclara la importancia de las curanderas en las villas miseria, pues al ir al hospital los villeros deben mendigar la atención, y la actitud del médico es degradatoria y descalificatoria (tuteo, largas esperas, manipulación como objeto). Además el médico incluye en la administración de la terapia una transculturación, es decir, le impone sus valores y normas pequeño-burguesas como si fueran universales (para lo cual cuenta con la colaboración de sus auxiliares instrumentales ”visitadoras” y ”asistentes” sociales). Esto es especialmente grave en el caso de las psicoterapias, pues no pueden evitarse valoraciones de una cultura desde otra, lo cual produce un proceso de desajuste cultural al grupo de pertenencia del paciente, que lo llevan a este a aumentar sus sentimientos de inadecuación y extrañamiento.


   Redistribución de la locura:

Tal como a la pobreza (o a la riqueza) también a la locura es necesario redistribuirla. Los chivos emisarios no necesitarían existir si cada uno de nosotros asumiera su parte de locura, su delirio chico o grande. También se puede ver el problema a la inversa, es decir, lo que perdemos al reprimir todo pensamiento no racional con un pensamiento estereotipado, renunciamos tanto a la locura desintegradora como también a la imaginación creadora.

Defendiendo una redistribución y elaboración de los contenidos irracionales también estamos defendiendo nuestro derecho a la creación, a la imaginación y a conocernos nosotros mismos, hacia adentro, hacia nuestro inconciente.

Además, en el caso de nuestra área de trabajo, este derecho a disentir respecto a la explicación del mundo impuesta, (a la ”explicación oficial”) es una reivindicación específica. Pues bien sabemos que la calificación de ”loco”  depende del nivel de tolerancia a lo distinto y, a una mayor intolerancia mayor será la cantidad de gente puesta en la categoría de loco. Tampoco podemos ver este problema como lejano y como perteneciendo a los internados en un manicomio, pues de pronto nos puede ”pertenecer” a todos. Las  situaciones  de perturbación, de contradicciones en el desarrollo vital de una persona, especialmente el continuo proceso de pérdida que contiene el ciclo de la vida (y, especialmente, el enfrentamiento irremediable con la muerte) crea un gran monto de angustia que, reprimida o no, puede conducir a un desbordamiento de las funciones de racionalidad del Yo y de sus mecanismos defensivos. Ahora bien, desde el momento en que todos estamos metidos en el ”mismo baile”, de pérdidas, miedos y contradicciones, es injusto (además de ineficiente) realizar el depósito de todas estas cosas en determinadas personas y convertirlas, así, en profesionales de la rareza, es decir, locos. Decimos ”mecanismos de defensa ineficiente” pues depositándolas y asignándolas a otros no las elaboramos, las dejamos sin resolver. Por eso pensamos que cada cual debe asumir su delirio, ya sea pequeño o grande. Además pensamos que la imaginación requerida para concebir el cambio es fácilmente confundida con locura, a veces con buena y a veces con mala fe.


¨     Nuevo esquema técnico

Aunque todavía estamos en la tarea de ir construyendo, poco a poco, nuestro esquema, ya tenemos ciertas técnicas operativas. Ya hemos hecho referencia en el capítulo anterior a los elementos de nuestra técnica que vamos  penosamente y poco a poco extrayendo de ese replanteo total que es esta experiencia, donde casi todo el encuadre terapéutico convencional ha tenido que ser modificado (especialmente en la relación entre ”quien cura” y ”quien es curado” y también ”de qué es curado”).

Nosotros consideramos que ambos grupos se curan, aunque en  general de distintas enfermedades. Los compañeros de adentro se curan del hospital degradatorio y también de su perturbación psicológica y los compañeros de afuera   curan de su colonización ideológica, es decir se hacen más argentinos, más integrados a su país, a su pueblo (y también, en segundo término, de sus perturbaciones psicológicas). El trueque es más o menos; ”yo te curo de la degradación manicomial y vos me curás de mi cipayismo ideológico”, (salud mental por argentinidad).

Siempre se debe mantener la simetría en el tipo de relación entre los dos grupos (ni autoritarismo, ni beneficencia).”Lo que yo te puedo hacer vos me lo podés hacer a mí”. Para ilustrar esto diremos que, en la relación entre una compañera psicóloga que viene a la peña y un compañero internado pueden producirse dos ”errores técnicos”. La psicóloga puede, mientras baila, hacer sutilmente una interpretación psicoanalítica, pero el compañero de adentro también puede hacer un ”error técnico” y que es tocarle sutilmente el culo, (con la posibilidad de lo cual nadie puede degradar al otro unilateralmente).

En la peña, la locura (en compañeros de ”adentro” o de ”afuera”) se enfrenta sin la disociación clásica del psiquiatra (yo sano; vos enfermo), se enfrenta sin guardapolvo (la ”sotana blanca”), sin el diagnóstico, sin chalecos, sin enfermeros, sin la intimidación del electro-shock. Usando una imagen de Pichón, él dice que se la debe enfrentar al  estilo del torero, sólo con habilidad. Al toro, que es tanto la enfermedad ”del otro” como la propia, hay que enfrentarlo con la capa que permite la ”verónica” (es decir el esquive) hasta que el toro (la locura) está cansado y se lo pueda matar (operación terapéutica). Esto es lo mismo que decir que se utiliza la contención psicológica, donde el terapeuta se hace cargo de la ansiedad del paciente. Establece una relación humana, de amor, para ”sacarlo del pozo” y lo descarga de su peso (de su delirio angustiante). Toda su habilidad está en no volverse loco a su vez (en ”esquivar al toro”) sino en devolverle al paciente el conflicto elaborado para que él pueda volver a proyectar su destino desde su individualidad.

Por lo anterior, en la Peña  surge siempre el relato de quien viene por primera vez y se angustia al no poder distinguir quién es de afuera y quién es de adentro, lo que lo lleva a vivir la visita a la Peña como una ”mini-internación”, debido a que la remoción y la proyección de sus propios núcleos psicóticos no encuentra la disociación sano-enfermo formalizada por ropas, guardapolvos o actitudes de sometedor-sometido (esta proyección es debida a que la persona siente que penetra en el ”depósito-de-la-locura” de la comunidad). Este replanteo de ”quién es el loco y quién es el sano”   lleva a romper los estereotipos de roles en los grupos familiares. El encuentro internado-familiar en la sala del hospital (el internado acostado y el pariente al lado)  reasegura ambos roles: uno de enfermo (de loco) y el otro de visitante (sano). En la Peña ambos roles se deben replantear pues no existe ningún elemento en el contexto f físico o comunicativo que indique quién está internado y quién no. Es un  territorio neutral entre el hospital y el hogar y los dos pueden reconectarse con momentos del ayer-sano del grupo familiar (especialmente porque el contexto es el de una fiesta popular).

Resumiendo lo que hemos ya propuesto en el capítulo anterior como   esquema referencial (lo que Pichón Riviere denomina ”el E.C.R.O.”, el Esquema Conceptual Referencial Operativo) diremos que podemos sintetizarlo, presentarlo didácticamente a través de cinco puntos. Esto significa encasillar (y rigidizar  algo que es flexible e integrado) en partes separadas, pero para poder trasmitirlo no hay otra solución que la del coleccionista: clavar la mariposa con alfileres. Enumeraremos entonces, sólo los títulos de lo que ya hemos desarrollada en el capítulo anterior.

1 – El análisis del sistema   (la institución, la familia, el trabajo, etc.) en   todos sus niveles (especialmente para encontrar contradicciones y complementaciones).

2 – Tener caminos para introducirse  en el delirio (la capacidad de contención psicológica).

3 – Buscar los caminos de regreso, junto con el otro (el tema de la estrategia paradójica).

4 – Crear las  condiciones externas que le devuelven los roles amputados (la atmósfera social terapéutica).

5 – Condicionamiento por el contexto ambiental, codificación del mensaje en términos de acción y de situación, como adecuación a las modalidades de interacción en clase popular, (donde el contexto y la acción son más importantes que la conceptualización verbal).


 De la práctica a la teoría:

Se trata aquí de invertir la  dirección normal de la ciencia colonizada. En la colonia nunca se fabrica un instrumento científico, este siempre viene en libros desde Europa o Estados Unidos; se traduce y se usa en una práctica. A lo sumo se puede elegir entre un gran surtido de metodologías, pero nunca se pueden fabricar en el país. Además la hiperinformación teórica es una enfermedad ya crónica en nuestro ambiente intelectual.

Incluso tal vez no sea enfermedad, sino un síntoma, síntoma de que se está evitando la realidad. Esto está ligado a que la tarea, el esfuerzo profesional, debe volcarse básicamente al servicio del sector social opuesto al que en general recibe los ”cuidados” del profesional (y del que, naturalmente, recibe buenos honorarios). Es decir, volcar la mayor  parte del esfuerzo profesional al proletariado en lugar de la burguesía. Sólo así, a través de esta práctica, se podrá acumular la suficiente cantidad de información para la elaboración de una teoría psico-terapéutica para  ese ”otro” mundo social.

Este cambio de grupo social al cual servir no es fácil de hacer, pues implica un cambio a nivel económico para el profesional, pues su economía se proletariza junto con su conciencia política. Para nosotros, este es el salto difícil de dar:  las radicalizaciones revolucionarias verbales junto con una labor de consultorio con sólo pacientes de seis u ocho mil pesos la hora psicoanalítica, es decir ”la mente a la izquierda y el bolsillo a la derecha” es una contradicción que debe ser superada si se desea combatir al sistema de psiquiatría tradicional.

En síntesis, esto que queremos decir    es que para aceptar como persona coherente a quien diga haber roto ideológicamente con el Sistema, es necesario que haya roto también económicamente con el Sistema (que es lo que más cuesta, pues la radicalización verbal puede llegar también a ser una moda o un artículo más de consumo). Además, sólo desde y a partir de una labor concreta ”hombro-a-hombro” con los oprimidos es posible percibir y sentir sus problemas y, más que todo, descubrir su cultura, mucho más coherente, concreta, biológica y ligada a los ciclos naturales, que la de la burguesía urbana abstracta, burocrática y con procesos tecnológicamente divorciados. Pero además sólo desde una síntesis entre los elementos conceptuales de una cultura compleja como la urbana y la visión del mundo concreta de los sectores populares se puede lograr la transformación de un mundo injusto, pero muy bien defendido.


LAS PARTES DE LA COMUNIDAD   (Análisis espacio-temporal)

La comunidad es la suma de varias actividades, algunas de ellas son simultáneas y otras constituyen una seriación en el tiempo. Analizaremos primero el nivel del hábitat, de la   configuración  espacial del ”territorio” de la Peña. Esto es bastante importante pues recordemos que el área de la Peña es percibido por los compañeros   como un ”afuera en el adentro” es decir, algo así como un territorio liberado de descalificación, de humillaciones (y también entre ellos liberado de la desconfianza mutua). De modo que se configura algo así como un espacio mítico ”un lugar donde se puede salir del hospicio sin atravesar el paredón”. Este espacio se desarrolla, como en la mejor tradición campera, alrededor de un gran árbol en el fondo del hospicio (el ”árbol de la Peña”), del cual se cuelgan las decoraciones, entre ellas el gran retrato de Carlos Gardel sonriéndonos a todos. EI árbol es llenado de letreros, objetos, que nos hacen acordar los ex-votos de los árboles de las fiestas rituales norteñas. Es el altar criollo para realizar todos los sábados el ”sacrificio de la unión fraternal” que es la ”materia prima” (el ”poxipol”) de nuestra comunidad. Algo muy importante  es la simultaneidad de actividades diversas pero complementarias. En la comunidad se discriminan a Io largo de estos dos años distintas áreas en que se realizan actividades. Unos bailan,   otros juegan al truco, otros preparan el asado, (en la peña se hicieron en dos años 11.300 sándwiches de chorizos donados tenazmente por Ricardo Neves del frigorífica ”La Pompeya”), otros hacen una rueda de mate y conversan en grupo, otros a lo largo de ”la parecita” conversan de a dos o tres (en general son grupos familiares). Algunos simplemente mira lo que hacen los demás, y por último, están los que recorren toda el área ”peñera” buscando su ubicación, según su estado de ánimo, el tipo de actividad que quieren hacer. Esto de poder elegir entre todo este variado conjunto de tareas, permite, en la comunidad, integrarse de acuerdo al estado de ánimo. En general, lo largo de la tarde cada uno va pasando por todas las actividades. Todos los elementos de la Peña están dentro de la técnica del sub-desarrollo, tal como en las áreas rurales pobres; todo está un poco roto, el heroico tocadiscos sigue emitiendo rancheras y cumbias a pesar de que los discos sólo se reconocen debajo de la tierra que los cubre porque todavía son redondos. Un elástico de cama es una gran parrilla y algunos  deben  sentarse en cajones. Todo se debe hacer con el ingenio del pueblo, sólo ”con cuatro palos y dos piolines”. Es  una comunidad hecha ”a ponchazos”, pero recordemos que ”los ponchos” son muchos (y están con nosotros). En cuanto al  análisis en el tiempo describiremos el desarrollo de una reunión de comunidad. Se realiza todos los sábados de 15 a 20 hs. (cinco horas). No constituye exactamente una actividad de fin de semana, sino más bien, una concentración de actividades (algunas no son de recreación: mateada, cooperativa y/o universidad obrera). Esto es debido a que la semana, casi podríamos decir que no existe para los compañeros internados, pues no hay nada que hacer y el ocio lleva un tiempo muerto.

En cada sábado podemos distinguir estas etapas:

·       La apertura: donde la tarea es lograr ”el calentamiento”, como en las tareas psicodramáticas.

·       El ”diagnóstico” de la Peña: discriminar cómo ”viene la mano” (hay Peñas depresivas, violentas, alegres, creadoras, desestructuradas, etc.).

·       El momento de ”integración límite”: Llamamos ”integración límite” al momento en que debido a la alegría o la violencia todos participan intensamente en ese instante con todos. En general es cuando ”la fiesta” llega a un clima de alegría y movimiento donde todos bailan juntos. (Como este momento muchas veces coincide con la tarantela lo llamamos ”la escalada a la tarantela”). También la dramatización colectiva puede organizar un pico de participación durante una pelea (es cuando el ambiente ”está cargado”, es la ”hora de los epilépticos”). EI compañero Bariloche (Roberto Alanis) creador de la ”Marcha de la Peña”, es, en el momento de la integración, una pieza clave. Aprendió a manejar los emergentes grupales y, desde su papel de cantor-animador, coordina los momentos expresivos del grupo para lo cual, a veces, cambia las letras de sus canciones, improvisa y hace aparecer a algún suceso real o inconciente como el verdadero protagonista de la ronda. Su canción: ”Carnaval, carnaval, un poco de locura a nadie le hace mal”, constituyó el último de esos picos de integración.

·       La Asamblea Comunitaria: es el momento de la ”ronda”, todos en círculo alrededor del gran corazón azul y blanco pintado en el suelo. En esta etapa de la reunión comunitaria se escuchan   cantores y recitadores: (es el momento de la Peña Folklórica). Bariloche y  también Antonio López son los principales coordinadores de esta actividad, se canta en grupos y algunos días se representa teatro. Luego viene la asamblea donde se tratan los problemas de la comunidad; es también el momento de elaboración de lo que ocurrió durante el día, hablan familiares y se organizan nuevas tareas.

·       El cierre: Este es un momento difícil pues es la separación, ellos vuelven al manicomio y nosotros nos vamos. Sólo la continuidad ”a muerte”  a través de dos años donde no se faltó ni a una sola Peña, permite tener la seguridad de volver a reunirnos, y por lo tanto, de hacer posible el separarnos. Como ”ritual de pasaje” (de cierre) se canta entre todos, en círculo, de pie y abrazados, ”mi Buenos Aires querido”, que lo inicia Carlitos Gardel desde el disco. Es este un momento de emoción tan honda, se produce un sentimiento tan concreto de sentir al otro cerca, que se convierte en un momento casi religioso por la intensidad de la participación. En ése círculo se junta tanta vida, tanta desesperanza, tanta soledad unida a tanto afecto y algo de esperanza que pienso yo que es el momento más terapéutico de la comunidad,. especialmente al final cuando se canta:...”mi Buenos Aires querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más pena ni olvidos”... Luego de salir se realiza la reunión de evaluación que nos permite considerar lo que pasó y organizar la Peña siguiente. A esa reunión pueden ir todos los que estuvieron en la Peña, y participan también muchos compañeros de adentro que forman parte del grupo de organización. Esta reunión dura alrededor de cuatro horas y se maneja con las consignas del grupo operativo de Pichón Riviere, con un promedio 20 a 30 personas. Algunas son personas que vinieron por primera vez (estudiantes, familiares, etc.) que ayudan en la elaboración de todo lo sucedido en el día.



 La Peña en cifras (al 26 de Enero de 1974)


Para dar una idea del volumen y tipo de actividades que constituyen esta experiencia vamos a dar una serie de cifras.



113 reuniones x 5 horas = 565

113 x 2 horas x 30 = 6780 h/h

565 horas x 100 personas = 56500 hs/ hombre

113 x 3 x 20 = 6780 h/h

TOTAL = 66480 horas/ hombre (de resocialización terapéutica).


Grupo de Mateada: 80 Sesiones Grupales x 20 personas = 1600 hs/ hombre

Cooperativa de Trabajo: 30000 guantes reparados - $180000 pagados bajo recibo.

Universidad Obrera: 6 compañeros alfabetizados - 28 clases de 2 hs. por 15 alumnos.

Documentación: 2500 fotografías – 35 horas de grabación – 3 hs de filmación.



Relación con la Comunidad y difusión de la experiencia:


Viajes: a la Comunidad de Tibor Gordon, al radio- teatro de Héctor Miranda, a Plaza de Mayo para la asunción de Cámpora, al aniversario de Pancho Sierra, etc.

Visitantes de la Peña: Pichón Riviere, David Cooper, Piero, Grupo de Juan Carlos Gené, Legisladores Justicialistas, la Compañía de Teatro de Héctor Miranda, Dalmacio Esquivel, etc.

26 audiovisuales (explicativos de a experiencia con debate a cargo del equipo).

Artículos sobre la Peña en diarios y revistas.

4 audiciones en T.V. y Radio.

4 cátedras universitarias en relación científica (medicina, psicología y  

     arquitectura).

Participación en dos congresos de la Federación Argentina de     Psiquiatras, 1972/73.


TERAPIA COMUNITARIA GRUPAL


Nosotros partimos del concepto de Reconstrucción del Sistema de Realidad como instrumento mental que nos integra los distintos niveles de rehabilitación, de curación.

El sistema de realidad estaría constituido por todos los niveles de vinculación de una persona con su mundo circundante (comunicacional, corporal, instrumental y espacio- temporal).

El término “reconstrucción” alude a la realización de la operación inversa a la que se realizó con el internado, que fue la destrucción, la degradación (o a veces la amputación) de roles sociales, del manejo de su cuerpo, de su proyecto de destino, etc.

El concepto tendría características de “adiestramiento para la salud”. Cada tarea que se realiza en la comunidad debe reintegrar alguna función social. El conjunto de operaciones debe estar incluido en una “atmósfera terapéutica”.

El análisis del Sistema de Realidad lo realizamos sobre la base de la “Tabla de Estrategias” que propone cinco niveles de análisis, con un par dialéctico en cada nivel (tal como ya lo hemos descrito anteriormente).

Cuando la operación correctora no puede hacerse totalmente se recurre a lo que en técnica de rehabilitación mental se llama “un modelo isomórfico”, es decir una operación que tiene suficientes puntos comunes en su estructura con la operación real que puede rehabilitar el vínculo dañado, sea este un vínculo con personas, en forma de roles (padre, esposo, cliente, etc.), un vínculo con su propio cuerpo, con su profesión, con imágenes internas, etc.

Los festejos anuales tienen, casi todos, una definida tarea  psicológica, es decir, elaboran un tema de la problemática social. Nosotros utilizamos esto poniendo el acento sobre el  contenido específico que se elabora. Así, para los carnavales, se elaboran las fantasías sobre la identidad, que, manejadas por la ropa, permiten una dramatización de aspectos negados de la personalidad. Para el 25 de Mayo se rescata el rol del ciudadano, el sentimiento de pertenencia al grupo mayor. Para el día de la primavera, la organización de la esperanza, de la vida que renace. Para Navidad, el tema del amor y la unión en el grupo, y para fin de año, el proyecto de lo que haremos “el año que viene” y con eso limitar el tiempo y el destino en un año para poder visualizar y organizar una etapa.


La Comunidad


El sentimiento de que todos pertenecemos a la comunidad, permite que todas las tareas de los sub- grupos se integran unas con otras y se complementen. En este sentido es señalable el efecto de complementación; cómo una tarea puede a veces realizarse porque otro, en el mismo ámbito, está haciendo otra (a veces la contraria). Para ilustrar esto referimos una observación que se hace en los grupos de mateada; cuando en el otro sector de la Peña están bailando animadamente en los grupos de mate se crean mejores condiciones para la elaboración  depresiva. Esto, explicado por el modelo pichoneano de Comunidad, significaría que se produce una distribución de roles: algunos se hacen cargo de la alegría (los que bailan) y otros de la tristeza (los “mateadores”). Cada uno puede hacer lo que más necesita elaborar pues sabe que dentro de la “misma familia”  otros se encargan del resto. Por último aclararemos que sólo es terapéutica esta distribución de roles, si al mismo tiempo es dinámica, es decir si existe intercambio de roles y los componentes van rotando de área. También los que bailan necesitan de los que miran, pues el baile es también una representación social (la dramatización de la unión de la pareja en un “como- sí” poético).


La Cultura popular en la Peña

En la Comunidad existen y se entremezclan dos culturas,  la suburbana (tanguera) y la criolla- rural. Desde Carlitos Gardel, con su “sonrisa terapéutica” (nosotros decimos “cada día cura mejor”), hasta el ambiente de baile rural (“sacudiendo el polvo” o “sombreado” simplemente bajo el árbol), todo está inmerso en reminiscencias de modelos criollos; la Peña es una mezcla de baile popular, sociedad de fomento, asado campero, peña folklórica, cafetín, recreo costero, fogón, etc. En la Peña se pueden reconocer modalidades de interacción de cada una de esas actividades sociales de nuestro pueblo.

Para los compañeros de afuera, la Peña es también una especie de “universidad de la calle”, un lugar donde aprenden a pensar “en pueblo”. Podemos asegurar que curarse de la colonización mental da una íntima sensación  de “estar más integrado, más seguro en la realidad cotidiana”.

Actualmente está apareciendo en la Comunidad otra cultura, traída por los internados jóvenes, especialmente por los que provienen de reformatorios (del Agote, del Roca, etc.): son los “pibes” (de 16 a 20 años) que por trastornos menores, (epilepsia, o simplemente, por un exceso de rebeldía) – o a veces de dignidad que no permite el manoseo del reformatorio – van a parar al hospicio, al “servicio de adolescentes”. Estos pibes incorporaron a la Comunidad una tercera cultura popular, que corresponde a la generación que recibió  masivamente la penetración ideológica colonialista a través de los canales masivos. Es la cultura del “jipi villero”, resultado de los modelos de rebelión del hippismo norteamericano, que el Sistema imperialista nos manda masivamente por la TV, el cine, las grabadoras de discos, etc. Es el pibe “beatle” que antes estaba en el “rocanrol” y ahora en el rock. Es también  la cultura de la “falopa”, de la “pichicata”, una cultura violenta. Estos pibes se han criado en “instituciones de minoridad”, siniestros lugares de insensibilidad y violencia. A veces, su carrera de abandono empezó en la “casa cuna” y siguió en la calle donde el pobre acumuló tantas patadas y tanta violencia, que luego tuvo que devolverlas. Su integración llevó más tiempo; actualmente forman una parte muy importante  de la misma, y muchas de las tareas las hacen ellos (el asado, la atención del tocadiscos, etc.). Es curioso cómo la modalidad y la represión del sistema institucional en el que se criaron dejan intacta su capacidad afectiva y su sentimiento de lealtad una vez que se consideraron compañeros de la comunidad.

Otra línea de rescate que recién ahora estamos intentando, es la del folklore psicoterapéutico popular, es decir todo el mundo  de las terapias mágicas,  del curanderismo. Especialmente rescatando las formas rurales que provienen de una línea gaucho- indígena, (como los yatiris del norte). Las demás, a veces son importaciones del espiritismo europeo (español y francés) y por lo tanto, parte de la colonización ideológica.

Los grupos de mateadas (que funcionan sábados, martes y jueves alrededor del fogón de la Comunidad) van rescatando todo este riquísimo ancestral de técnicas criollas en psicoterapia. Cuando expliquemos los grupos de “mateadas” en el fin de este capítulo, volveremos sobre el tema.

Finalmente, otra línea de rescate no se refiere tanto a las formas culturales como a la estructura de pensamiento. Es el intento de rescatar otro de los elementos reprimidos y negados en los compañeros de adentro (y en este caso también de afuera): los aspectos creadores de los delirios, a través de los cuales se exploran nuestros contenidos inconscientes. Esto significa trabajar desde “la otra punta del ovillo”, desde la locura para que el compañero no quede tan sólo con sus fantasmas. Pues con un amigo no es cosa de compartir sólo la alegría, sino que debemos también compartir sus tristezas y sus fantasmas, que a veces, como en el caso del compañero Jacobo Fijman, llegaron a tener una alto nivel poético (“Demencia, camino más alto y más desierto”...). 


El núcleo organizador: el Equipo   

Dentro del conjunto de la Comunidad, existe un sub- grupo que asume, con el consenso de todos, el mayor peso en la organización de la Peña; se lo llama “el equipo”, y está formado por compañeros de afuera y algunos de adentro. Este grupo propone tareas y también “la línea” de la Peña, pero siempre de acuerdo con la opinión mayoritaria que se obtiene en la Asamblea de la Comunidad (“la ronda”) de los sábados, donde opinan y votan todos los compañeros.

Dentro del equipo, dentro de un grupo estable de aproximadamente 15 compañeros, rotan otros diez (los “golondrinas”), se utiliza como sistema de organización, el esquema de “liderazgo funcional”, es decir que el líder es quien más sabe de lo que se está tratando en ese momento y la coordinación de las reuniones es rotativa. Para situaciones críticas, donde tiene que tomarse una decisión rápida, existe un coordinador que luego “debe rendir cuentas” al equipo y a la asamblea. De todos modos existe una coincidencia en cuanto a la ideología psiquiátrica entre todos los compañeros que va consagrando un sistema de consignas y normas, que son las que realmente determinan todas las decisiones (pero en última instancia el compromiso efectivo es muy grande y siempre “se siente” cuál es la línea correcta).

En todo grupo grande (el total es de 100 a 150 compañeros) sin una estructura de poder institucionalizada, aparece el problema de la falta de eficiencia, de la confusión, del espontaneismo. Esto, es consecuencia  de ser una organización de bases, pero también si no se resuelve la confusión, la comunidad no avanza y no llega a ser reintegrativa de las funciones sociales. La lucha entre organización y espontaneidad es bastante difícil en los primeros tiempos de toda comunidad de este tipo con real participación de todos los compañeros. Los compañeros más antiguos recordamos los “despelotes” que se armaban en los primeros meses, cuando “nos copaban” los esquizofrénicos muy cronificados: llegaba a ser realmente una “peña enloquecida”. Pero gracias a que nos pudimos “bancar” estos emergentes de la “pesada demencial”, se pudieron integrar compañeros muy delirantes (algunos de los cuales hicieron cambios espectaculares, llegando posteriormente a salir de alta).

Lo que sucedía es que nosotros (el equipo de afuera) en los primeros meses no teníamos ningún modelo comunitario aplicable a esta situación atípica. Fuimos aprendiendo a organizarnos poco a poco y “hombro a hombro” compartiendo hasta donde nos “daba el cuero”, la locura y la tristeza de nuestros compañeros internados.

 Lo que realmente aprendimos es que, si bien a veces,  se necesita forzar un poco una etapa en el proceso de rehabilitación de la comunidad, el nivel de conciencia en ese momento no se puede superar pues de lo contrario se corre el riesgo de quedar “despegado de las bases”. También aprendimos que esto vale para el equipo de afuera pues los estudiantes y profesionales tenemos nuestras limitaciones ideológicas, que son producto de la colonización y de la hiper- formación teórica. Sobre esto nos enseñó mucho “el Gordo”, un talentoso compañero de afuera (no- psicólogo) que por haber tenido mucha “calle” lograba, de pronto entender mejor que nadie lo que pasaba en el grupo y nos lo trasmitía, a veces puteándonos.

La convergencia total entre los dos grupos, (compañeros de adentro y de afuera) es lenta, pero cada vez más compañeros internados se suman al equipo organizador, a pesar de que para algunos de ellos a veces hay serias dificultades para asistir a las reuniones de evaluación fuera del hospital al no permitírseles la salida. Debemos recordar que no podemos acceder a ningún resorte oficial, pues si bien estamos adentro del hospital, como lugar de trabajo, estamos totalmente afuera de la institución y no podemos coordinar con los servicios del hospital permisos de salida para los compañeros.

El equipo tuvo, a lo largo de la experiencia, reuniones de evaluación y de control didáctico, algo así como “un service” psiquiátrico para elaborar las ansiedades acumuladas. La persona con mayor experiencia en Comunidades Terapéuticas enrolada en una línea popular era Ricardo W. Grimson (que fue director del Centro Piloto del Hospital Estévez). Grimson estuvo con nosotros desde los primeros momentos de la experiencia. Realizó controles grupales (algunos con técnicas de dramatización corporal) con el primer equipo de 15 alumnos de la Escuela de Pichón Riviere y luego con el equipo actual. Pichón Riviere, Armando Bauleo y Jorge Chamorro, también realizaron algunas supervisiones técnicas de la elaboración de ansiedades, provocadas por la tarea dentro del hospicio.

Ricardo Grimson es, además de control didáctico, parte de la experiencia; algunas de las ideas desarrolladas en la Peña son suyas y “la línea” nuestra en psiquiatría popular contiene muchas de sus propuestas (dadas a veces en horas inciertas de nuestra comunidad).

De todos modos la presentación del audiovisual de la Peña fue siempre una forma de controlar desde afuera nuestro camino; casi siempre se elaboró entre todos la propuesta, constituyendo al final entre los concurrentes un grupo operativo. Como lo hemos presentado muchas veces (aproximadamente 28) y en distintos grupos (facultades, unidades básicas, clubes de barrio, instituciones, etc.), esto nos sirvió de “control didáctico popular”; no era una persona, sino un grupo quien nos evaluaba y también compartía con nosotros las ansiedades acumuladas en el hospicio.

Actualmente, dentro del Equipo, estamos constituyendo un grupo de estudio que tiene la responsabilidad de elaborar un modelo teórico de la experiencia, para que el esquema de Comunidad Popular sea reproducible en distintas circunstancias institucionales, e incluso, en cárceles y asilos.


Relaciones con el hospicio y la comunidad

Nuestra relación con el hospicio siempre ha tenido dos niveles, uno explícito (oficial) y otro implícito (rumores). El nivel oficial, luego de nuestra época “de facto”, comenzó con una carta de Pichón Riviere al director del hospital, Dr. Carlos Sisto mediante la cual presentaba la Peña como una experiencia de campo de la Escuela de Psicología Social, que coordinaba el autor como Jefe de Investigación de la Escuela. A pesar de esto no se produjo ningún tipo de relación institucional o apertura del hospital en cuanto a facilitar las tareas. A pesar de los pedidos reiterados no se nos asignó un lugar techado (cuando llueve, para realización de la peña debemos taparnos con lonas y del Servicio más cercano nos prohíben la entrada a lugar cubierto esos días de lluvia).

La otra relación es la “fantasmal”, la de los “rumores”. Una “guerra fría” que crea un clima de inseguridad. Los rumores son los clásicos en este tipo de experiencias: que “hacemos orgías sexuales", que “pasamos vino”, que “somos comunistas”, que “somos místicos”, etc. ... y la frase que nos persigue desde el comienzo... “a la Peña la van a sacar”...

Toda esta paranoia mutua entre el hospital y la peña, también es alimentada porque los enfermeros del hospital no tienen información objetiva de la comunidad. En más de dos años no vino ala Peña ni un solo profesional del hospital. La desconfianza mutua aumenta por la falta de información. Pero a pesar de cierto monto de mal entendidos, lo real es que son dos propuestas, dos filosofías de la psiquiatría comunitaria, opuestas entre sí (nosotros pensamos que son el “ayer” y el “mañana”).

En cambio las relaciones con la comunidad son bastante intensas, por lo menos a nivel de difusión de la nueva propuesta. La experiencia adquiere su verdadero valor cuando la consideramos una “experiencia piloto”, es decir, un área de demostración, que verifica en una praxis la hipótesis de trabajo y las reformula. Para esta tarea, la actividad se debe dirigir a la comunidad, especialmente a los grupos profesionales que luchan también por una psiquiatría dinámica y una psicoterapia que se integre en las necesidades populares y comparta su lucha.

El triunfo popular del peronismo durante el año 1973 permitió en las universidades un vuelco masivo ala problemática de los sectores populares. Nuestra experiencia mantuvo con varias cátedras universitarias, relaciones a nivel didáctico; se incluyó nuestra experiencia como trabajo de campo de varios cuatrimestres y dimos clases teóricas en la Facultad. Las cinco relaciones con mayor tarea de intercambio fueron: en Psiquiatría Social (Diana Mármora), Salud Mental e Instituciones (Ricardo Grimson), en Psicología Médica (Hernán Kesselman), en Medicina y Taller 7 N de Diseño en Arquitectura, todos estos de la U.N.P.B.A., y además, con cátedras en la Universidad de Belgrano.

El equipo organizador, compuesto también por compañeros de adentro, realizó intervenciones en Congresos de Psiquiatría (de la Federación Argentina de Psiquiatras) y viajes a comunidades rurales (la más importante de todas la de Tibor Gordon). Todo esto nos ha ido replanteando nuestra hipótesis de trabajo y podemos decir que las conclusiones actuales son, en realidad, producto de la elaboración no sólo del equipo y mías, sino de un gran número de personas, que, en un momento dado, estuvieron en relación con la propuesta.

Luis Traversoni, desde su audición “La Nueva Argentina hace y dice” de Radio Argentina, ofreció el micrófono a los compañeros de adentro para que puedan hacer oír su opinión directa a miles de oyentes.



LOS SUBGRUPOS DE LA PEÑA


Grupos de Mateadas – Teatro – Cooperativas de Trabajo – Universidad Obrera.


    Grupo de MATEADAS (Basilio Benítez – Luis Salvatore – Alicia Kelsey – Silvia Pahn – Miguelina Diez – Evelyn Rodríguez – Selva Moretto  - Azucena Tramontano y otros).

    Los grupos de mateada llevan funcionando ya un año en la Peña. Tienen una dinámica propia, e intentan el rescate de las formas criollas de psicoterapia, especialmente el fogón matero como técnica popular de elaboración psicoterapéutica. Dentro del grupo, Basilio Benítez trabaja en la re- traducción semántica y estructural de las técnicas de psicoterapia urbanas (psicoanalíticas, comunicacionales, etc.) a la cultura popular criolla; algo así como lograr un “psicoanálisis gaucho”; la síntesis “Freud- Pancho Sierra” dentro de un proceso de liberación.

Las interpretaciones van en forma de refranes criollos y, también, en “un como” distinto con uso de gestos, ademanes, leves movimientos corporales, utilizando a veces el contexto como mensaje. También el manejo del encuadre terapéutico está dado por el mensaje de los objetos (pava, mate, fogón, etc.). Una maniobra como la de poner más leña al fuego o cambiar la yerba, van a significar cambios a los niveles de elaboración. Dejar apagar el fuego y limpiar el mate puede servir para elaborar grupalmente el cierre de “la sesión”.

Basilio Benítez y demás compañeros del Grupo de Mateadas se han introducido profundamente en las modalidades de los grupos de fogón en sus formas populares, que en el hospital también están determinadas por el clima manicomial.

Uno de los replanteos que se debieron hacer es conectarse a partir de categorizaciones distintas de “sano- enfermo” y aceptar oposiciones tales como “bueno- malo” (más exactamente agente del bien y agente del mal). Esta es una categorización más arcaica que “sano- enfermo”; está más conectada a la concepción mágica de la visión del mundo de nuestro medio rural y también de culturas con sólo un sistema moral- metafísico, donde no se relativizan los conceptos de bien- mal.

En cambio si se relativizan en la cultura cosmopolita urbana, debido a la coexistencia simultanea de varios códigos morales. Esto último es lo que permite la secularización del pensamiento científico y la posibilidad de descontaminar la calificación moral- religiosa a las categorías sano- enfermo.

Acá debemos aclarar que para los compañeros de adentro, que utilizan la dicotomía “bien- mal”, ésta no se superpone a la de “sano- enfermo”. Es decir, el más sano no es el más bueno de todos  como tampoco  el más malo es el más enfermo. Se trata más bien de la salud y la enfermedad respecto a la capacidad de amor fraternal, de vivir junto a otro, y además, de no simular ser otra cosa que lo que se es (en este último sentido es casi una concepción sartreana).

Además “bien” y “mal” están asociados a “fuerzas constructivas” y “fuerzas desintegradoras” en la cosmogonía popular.

Los compañeros del grupo de mateadas han debido, en los primeros tiempos, adquirir todo el lenguaje popular de la dinámica psicológica especialmente en las situaciones de perturbación, un nuevo código semántico que permitió luego llegar al corazón mismo de la concepción popular de salud y enfermedad. Recién en los últimos meses se ha comenzado el camino “de regreso” a las categorías científicas ahora enriquecidas desde la percepción íntima de la propuesta de vida de nuestro pueblo. Es la tarea de reunir dos mundos, pero dinámicamente, en función de un nuevo mundo.

Transcribimos parte de la elaboración de consignas y técnicas de los grupos de mateadas, de los informes de Basilio Benítez:


     Recursos terapéuticos (Cuando “la mano viene liviana”)



 * Usar inicialmente el silencio expresivo o comunicante.

 * Intercalar, “como rebote”, dichos y refranes criollos, que se usan como formas indirectas para crear la dinámica grupal de elaboración, son maneras del decir, preguntar, contestar, señalar, explicar e interpretar psicoterapéutico- gauchesco y popular (también de la “cultura rea” tanguera), comparaciones irónicas, detonantes, propias del lenguaje y la “malicia” criolla.

* Si es necesario, para “despegar” al grupo de la depresión crónica manicomial utilizar cuentos y relatos antidepresivos criollos personales.

Si es posible ayudar al clima elaborativo, con la guitarra “decidora” (tipo sureña) como portavoz o voz cantante de los sentires del grupo.


Cuando “la mano viene pesada”


    Se debe trabajar a un nivel más arcaico de la cultura popular, pues aparecen en el grupo elementos del pensamiento mágico de nuestro interior:

Devolver “bien” por “mal” (complementariedad del rol contrario).

“Conversión” de los participantes desintegradores del grupo por redistribución grupal de la agresividad depositada en uno. De todos modos, la conceptualización teórica, es decir, la elaboración de una técnica está en los grupos de mateadas en la etapa de praxis. El camino que han aprendido es largo y vaya a saber cuando “vuelven” al pensamiento científico para ayudarnos, así, en la tarea de síntesis de “pueblo- ciencia” (para que no sea necesario volver a decir “alpargatas sí, libros no”).

    Demos aquí una parte de los temas alrededor de los cuales se está trabajando en los grupos de mateadas:


a) El buen equipo de mate: Elementos necesarios y particularidades que éstos deben tener   según nuestra experiencia.

    La importancia de la elección y mezclas de yerbas.


b) La RuedaDisposición de los asientos. Significación del lugar elegido por cada uno de los miembros del grupo.

    Posiciones estratégicas dentro de la rueda. Cambios de ubicación. Salidas, entradas y participación desde afuera de la rueda.


c) El Fogón: Carácter simbólico- arquetípico del fuego.

    El fogón es el eje de la rueda (epicentro).

    Por intermedio de él nos comunicamos con el grupo. Hacia él hay que dirigirse cuando se quiere captar el sentir grupal. Hacia él hay que dirigirse cuando se quiere hablar al corazón del grupo.

    El Fogón iluminante (en la noche).

    El fogón posibilita la “Elevación” sin pérdida de contacto con la situación del aquí- ahora.

    Cómo hacer un buen fogón (tierra apisonada, pozo de cenizas)


d)  La Matera: (El hábitat) Elección del lugar. El suelo. El techo al amparo o a la sombra de un árbol.

    La matera “de os buenos espíritus” (el espacio mítico).

    La matera “embrujada”, poblada de ánimas en pena (el hábitat como depositante de objetos malos interiores del grupo).


Tal vez lo más importante de los grupos de mateadas es que rescatan también el sentimiento popular de la parte más íntima del self (del “Sí- mismo”) que está organizado alrededor del concepto de “alma”. El alma está en la cosmogonía popular ligada al destino, es decir al proyecto de vida, al nivel de la problemática existencial. Quién está enterrado en un hospicio, además de los problemas cenestésicos y otros resolubles por la teoría de la comunicación y la teoría del complejo de Edipo, tiene otro problema, otra enfermedad que es mucho más terrible: tiene “enfermo el destino”. Su vida, su única vida, su proyecto de destino es estar encerrado en un manicomio. Por eso, de lo que hay que “curarlo” es de la vida, de la vida que le tocó en la repartija;  la de pasársela en un manicomio. Habría que definir,  dentro del esquema de círculos concéntricos de las áreas de Pichón Riviere (área 1: mente, área 2: cuerpo, área 3: mundo) una especie de “área 4: el destino”, pues en la concepción cientificista queda siempre escamoteado el problema global de la vida. Sólo lo incorporan los analistas de orientación fenomenológica pero, al mismo tiempo, idealizan el tema y lo transforman en algo abstracto, desvinculado de los otros niveles, especialmente de las contradicciones de la explotación social. Ellos hablan del “destino metafísico” pero no del “destino de mierda”  que se le propone al pueblo, lleno de amputaciones, atropellos y brutalidades.

Todo folklore popular trabaja sobre este tema del destino. La incorporación de la muerte en el proyecto de vida, en la filosofía criolla, hace que el concepto popular de “alma” (equivalente al “self” del psicoanálisis jungiano) quede afuera de la filosofía cientificista de la sociedad de consumo, que está basada en el “Happy - End” y en la negación de la muerte (sólo la percibe como una “sorpresa desagradable”, conjurada y ocultada por rituales funerarios estereotipados).

Aquí está, pienso yo, la diferencia fundamental entre el enfoque tecnocrático de la salud y el enfoque de la salud de nuestro pueblo. La psicoterapia criolla atiende primero al proyecto de vida, al destino (“alma que en pena vas errando”...) y luego de tener una perspectiva totalizadora que integra toda la aventura de vivir, es que va a resolver los complejos edípicos, los posibles mensajes paradójicos y las somatizaciones corporales.

Para el hombre de la ciudad, de la sociedad tecnocrática, no hay quien le “cure el alma”: están tan divididos los terapeutas, tan esquizofrenizadas las perspectivas que el médico clínico le cura la úlcera, el psicólogo el sentimiento de castración, etc. pero nadie “lo cura de la vida”. Hasta hace algún tiempo existía alguna forma de terapia que tomaba algo de ese problema, que era la religión; el cura curaba del destino (era el tercer “especialista” que veía al “paciente”). Pero actualmente el proceso de secularización (de des- sacralización de todos los niveles de la realidad) de la sociedad urbana de masas, ha ido excluyendo al sacerdote de las áreas en que actuaba y así el sistema legal, costumbres, vestimentas, ansiedades psicológicas, culpas, sexo, etc. han ido a profesionales del sistema, registro civil, publicidad de vestimentas y psicoanalistas. Y el proceso de la sociedad de consumo llevó su concepción cientificista a un punto tal en que tampoco le queda al sacerdote la tarea de “curar de la vida”, del tema de “proyecto de destino”. Así el tema que existe detrás del científicamente descalificado concepto del “alma”  quedó perdido en la confusión que trae el proceso histórico de transformación. Pero queda en manos del pueblo, que con una visión  quizás más integrada del mundo y del proceso vital, todavía guarda “terapias” para el destino.

Esto parece que es, aunque difícil de explicar, lo que percibimos y hemos aprendido con Basilio de los compañeros trabajadores internados: una especie de superioridad en la visión dramática de la vida, algo que siempre nos deja a nosotros – integrantes de la pequeña burguesía – como un sentimiento infantil, algo inmaduro, como si todavía no hubiéramos empezado a “vivir de veras”. Ellos miden la vida desde otro lado (tal vez desde la muerte).

Para terminar este tema de la psicoterapia que incluye la temática del self  (del alma), vamos a dar una idea de las frases, refranes criollos, utilizados para marcar las interpretaciones:

    “Para hacerse baqueano, hay que perderse alguna vez”.

    “Quiere cagar más arriba de dónde le da el culo”. 

    “Quedate piola, como Gardel en el avión”. 

    “A veces me hago el muerto para saber quién va a llorarme”.

    “Desconfiado como gallo tuerto.”

    “Serio, como perro en bote.”

    “En la tierra de los ciegos, el tuerto está preso.”

Grupo de Teatro

El conjunto de teatro de la Peña, “Las Ánimas” (o “Los Fantasmas del Alma”), está compuesto por compañeros de adentro y de afuera: Rafael Rodríguez, Carlos de Sica, Carlos Rafaelli, Jorge Bonay, Graciela Cohen, Graciela Hercourt y otros más.

La línea es la del radioteatro criollo que, a su vez, desciende directamente del viejo teatro de circo de los hermanos Podestá; son las compañías que realizan giras por las áreas rurales, como Héctor Miranda, Rolando Chávez, El Negro Faustino, Juan Carlos Chiappe, etc. Este teatro criollo desarrolla siempre el tema del gaucho matrero, el paisano que se revela por los atropellos de la autoridad. Es el tema del héroe, el mito de Juan Moreira, que aparece tratado con otros nombres y bajo otras circunstancias, pero con igual estructura temática. (A esto lo hemos desarrollado en el capítulo de “Cultura Popular” así que remitimos al lector a recordar todo ese análisis para una mejor comprensión del teatro “pañero”).

Los sábados en que representa el conjunto, se trabaja sobre una situación,  una estructura argumental sencilla que se acuerda entre todos antes de comenzar y luego se va improvisando el desarrollo. En este sentido parece más una sesión psicodramática que teatral. La participación de los espectadores es a veces directa y algunos saltan al ruedo (escenario como en teatro circular) y ayudan a uno de los personajes. También en la resolución de la situación dramática se superpone a veces el psicodrama al teatro: recuerdo una de las representaciones, cuando llegó la pelea de Moreira con los milicos, estos se tenían que morir y como seguían los sablazos (sable de madera con papel aluminio) le recordé al soldado que esa vez ganaba Moreira y él moría de modo que le grité... “¡Dale, morite!”... A lo que él contestó arremetiendo con más sablazos... “¡Yo no muero nada!”...

La resolución final de “Las aventuras de Juan Moreira”, el tema eje de las representaciones, ha seguido un interesante proceso. Al principio, como en la obra de Gutiérrez, Juan Moreira moría, luego empezó a no morirse y se escapaba al final gritando “Ha triunfado la justicia”, luego comenzó a morir el comisario (momento en que todos aplaudían con gran entusiasmo) y ahora, en las últimas representaciones, ha aparecido un nuevo final: el comisario, herido, se levanta, se arranca la capa y la espada y la tira lejos y dice “estoy arrepentido de hacer injusticias... ¡desde ahora peliaré al lado del pueblo!”...

También ha habido sábados en que se mezcló el “como sí” teatral con la vida real. Juan Moreira (con las ropas gauchas) aparecía corriendo en la Peña diciendo: “He venido a la mentada peña de Gardel para refugiarme, pues estoy herido y me persigue la partida”... Luego llegaba el “comesario”  con los milicos y se armaba el gran despelote pues todos lo defendían a Moreira.

Otro tema que apareció varias veces (es bastante imprevisible qué escena se representará) es Moreira enfermo. Una de las veces Moreira escuchaba voces que lo insultaban y además sentía mucha tristeza. El amigo (Julián Andrade) lo llevaba a la ciudad donde un médico le daba pastillas, le decía que estaba perdido y finalmente le aplicaba un electroshock (esta escena se debió hacer con mucha cautela). Moreira seguía igual y cada vez más entristecido. En este momento la madre de Moreira, aconsejada por los vecinos, lo llevaba a lo de un paisano viejo que sabe mucho de la vida, llamado Pancho Sierra. En la entrevista, Pancho Sierra le pone una mano en el hombro de Moreira y le dice: “Vos estás triste porque has perdido la esperanza... y oís voces porque tu alma está sola, tenés enferma el alma y no el cuerpo”... Esta reubicación de la enfermedad como un problema del self (del alma) y por lo tanto del destino, conecta al pobre, al marginado con su identidad que es – precisamente – lo que niega el Sistema.

El ritmo de la representación (el “tempo”) debe ser intenso al principio, en las primeras representaciones, para que se estructure bien la consigna del “como sí” teatral (“la lectura” como representación). Sólo meses después puede bajar  el “tempo” maníaco y puede comenzarse la tarea de la elaboración grupal a través de la dramatización.

Otra observación que podemos hacer de nuestra experiencia teatral- psicodramática es que el modelo teatral, es decir que se lo plantea inicialmente como arte y no como terapia, permite al paciente algo muy importante, que es regular el grado de identificación con lo representado según el monto de ansiedad que le despierte. Esto es, considerarlo cosa ajena o cosa propia. Por ejemplo, cuando representamos el electroshock que le hacen a Juan Moreira (cuando él oía voces), el monto de angustia que provocaba en cada uno estaba regulado por cada espectador, gracias a esta doble posibilidad.

En realidad a toda la Peña se la puede considerar una gran representación, algo emparentado con el “Living Theatre”  (Teatro de la Vida) americano, pues es una isla donde también se está “representando” el hospital futuro.

Actualmente hemos comenzado en el grupo de teatro con un planteo distinto: trabajar a partir de máscaras. Con grandes cajas de cartón hemos hecho cuatro mascarones, con pintura y recortando el cartón logramos cuatro personajes que, con la mímica del dibujo, determinan al hombre triste (el melancólico), al hombre alegre (el maníaco), al hombre distraído (el esquizo) y al hombre desconfiado (el paranoide). A partir del personaje se deben improvisar escenas y van haciendo uso del mascarón sucesivamente todos los que quieren representar. Con esto estamos intentando elaborar los problemas de interacción entre los compañeros internados (y también entre nosotros, los de afuera) basándonos en los problemas comunicacionales de las distintas estrategias de interacción que definen al tipo de perturbación (retraído, expansivo, autista, fóbico, etc.).

Para crear condicionas más favorables para las representaciones teatrales, se utilizó el festejo del Carnaval (se realizaron bailes de disfraces durante los dos años). El Carnaval fue el momento del año donde el pueblo podía desarrollar su ingenio creador, su imaginación. Decimos “fue” porque la sociedad de masas propone la creación como obra de especialistas, que controlan el sistema masivo de informaciones (TV, revistas, etc.). En un ejemplo particular podemos ver como la televisión, con su alimento ya masticado, ha igualado, masificado, el sentido del humor, los juegos grupales y todas las formas de creación popular que antes iban de abajo (los barrios) hacia arriba. Antes existía la creación folklórica, anónima y grupal, ahora debido a los canales masivos (especialmente la siniestra TV) es posible desde arriba  un mensaje único, creado por pocos especialistas y utilizado para la manipulación del pueblo. (Especialmente en el sentido de la orientación hacia el consumo masivo).

Para mí, este proceso de favorecer la actitud pasiva, sólo receptora y consumidora, del pueblo, del pueblo, es lo que ha “matado” los canales creadoras desde las bases. Y entre estos canales creativos estaba la costumbre del carnaval, la propuesta de que durante cinco días se realice una especie de gigantesco psicodrama comunitario donde los que quieran, puedan actuar sus fantasías de identidad, lo que, para nosotros, es de gran capacidad terapéutica. En otros países latinoamericanos con mayor identidad nacional, los carnavales son una verdadera fiesta nacional que permite unificar el folklore del canto, del baile, de la pintura y del teatro. Los carnavales de Oruro en Bolivia, el carnaval “da rúa” (de la calle) en Brasil y los carnavales de “Las Calaveras” en México son ejemplo de esto...

Actualmente, en un país sobre desarrollado tecnológicamente como Estados Unidos, la juventud en su deseo desesperado de huir de la propuesta “robotizante” de sus padres, desarrolló con el movimiento hippie la propuesta irracional. Las ropas bizarras, “los viajes” internos a la locura con la droga y el rechazo de la tecnificación. Para mí, esto muestra la capacidad de toda la creación folklórica popular (aún la más desesperada  como la “hippie- pesada”) de oponerse al sistema de manipulación de la sociedad de consumo. Y es eficiente para destruir los rígidos moldes adaptativos del sistema de poder, por lo que tienen de irracionalidad, de capacidad creativa; son expresiones emotivas que expresan la contradicción de lo humano, que incorporan lo negado por el sistema tecnológico, el amor, la muerte, la locura y también la esperanza de un mundo mejor. Toda contracultura que se oponga  a la “cultura de sometimiento” tiene elementos revolucionarios y si constituye una expresión popular es una etapa en el proceso de liberación.

El grupo de teatro de la Peña tuvo relaciones con conjuntos teatrales de Buenos Aires. Especialmente estrechas fueron con dos grupos que están en los extremos de la gama del mundo teatral porteño. El grupo de teatro de Juan Carlos Gené, teatro de vanguardia comprometido en el proceso de liberación, que utiliza el teatro como mensaje de cambio e incorpora las corrientes de teatro más modernas del teatro mundial. El otro grupo que está en el otro extremo  es la compañía de radioteatro popular de Héctor Miranda y el Negro Faustino, que recorre las zonas rurales con un viejo colectivo representando obras gauchescas en los pueblos (la última es “La Pasión de Juan Moreira”). Miranda, junto con unas  pocas compañías de radioteatro, son los últimos representantes de una valiosa línea de teatro criollo, la del teatro de circo de os Hermanos Podestá. Héctor Miranda vino con su compañía de teatro a la Peña y nos representó con todos los trajes gauchos, en el ruedo de la Peña, “La Pasión de Juan Moreira”. Luego de la función, fue muy emocionante el abrazo  que se dieron frente a la comunidad, el Moreira de afuera (Héctor Miranda), con el Moreira de adentro (a cargo siempre del compañero de adentro, Rafael Rodríguez), en un instante los dos mundos, el de afuera y el de adentro, se unieron a través del mito matrero.



COOPERATIVA DE TRABAJO

La cooperativa de trabajo fue creada por Raúl Abulafia y Héctor Méndez, con Carlos y Laura Soubite, Ramón Fernández, y funcionó un poco más de un año. Luego fue imposible continuar las tareas pues nos desalojaron del local cerrado que habíamos ocupado, sin que pudiéramos ocupar desde entonces ningún otro lugar techado.

Comenzó con pequeñas artesanías “hippoides”, anillos, collares, en alambre y cuero para después venderlos sin apelar a la “compra - caritativa” que considerábamos humillante.

A los cuatro meses de comenzada, la comunidad se consiguió la contratación con la fábrica “Elastar” de guantes de Avellaneda, del arreglo de guantes fallados de cirugía que luego de arreglarse  se vendían para otros usos. Se organizaron grandes mesadas donde trabajaron todas las tardes alrededor de diez compañeros (que rotaban). Se tomaba mate y se escuchaba la radio como en condiciones normales de cualquier “tallercito” suburbano. En ocho meses se arreglaron 28000 guantes y los compañeros cobraron el total de lo pagado por “Elastar” (aproximadamente $180000) que se distribuían los mismos compañeros, de acuerdo a las horas trabajadas de cada uno.

Dentro de la concepción de la Psiquiatría Popular, el trabajo remunerado es clave para la reintegración social y para reparar el sentimiento de dignidad e identidad personal. Aclaramos que no estamos hablando del trabajo alienado y embrutecedor o de las usuales “cuadrillas” de explotación en los hospicios de hombres, sino de una tarea grupal, que además sea, dentro de las posibilidades del sistema externo de producción, lo más creador posible. Cuando fuimos desalojados del lugar cubierto, la cooperativa de trabajo estaba por iniciar la fabricación de carteras de cuero, con diseños artesanales (ya teníamos abrochadora, cortadora, etc.), para poder salir de la tarea monótona del arreglo de guantes. 

Respecto al dinero, podemos decir que, a veces, unos pesos en el bolsillo permitían dar “el salto” a la comunidad  después del alta médica, pues ésta de nada sirve  si no se puede sobrevivir afuera hasta que se consigue trabajo.

En el hospicio volver a vivir a veces se llama: “diez mil mangos”... (pensión y algo de comida para la “primera semana”).

Un viejo proyecto en Cooperativa es poder organizar una pequeña “empresa de pinturas y reparaciones” que, construida por los compañeros que están por salir de alta, contrate reparaciones de albañilería y pintura afuera (o adentro) del hospital. Se realizó un ensayo piloto y entre dos compañeros pintaron una vivienda en quince días cobrando por la jornada lo mismo que establece el gremio. De todos modos, junto con la actividad sexual (la reinserción marital), la tarea remunerada (la reinserción profesional) es lo más difícil de solucionar desde una experiencia como la Peña, pues no se maneja todo el sistema hospitalario.

Tenemos pensado planes que resolverían más a fondo los dos temas, aunque debemos aceptar que en el sistema social actual estos dos problemas (poder casarse y tener trabajo) no están resueltos tampoco afuera del hospital (con violencia y frustración  sexual y un millón de desocupados).



UNIVERSIDAD OBRERA

Fue organizada por Ramón Vera, Noemí Matucci, Susana Barbera, Mirta, Luigi, Cristina, María Esther y otros. 

La tarea básica de la Universidad Obrera dentro de la comunidad, además del rescate de algunas formas de cultura popular era alfabetizar a los compañeros que no sabían leer ni escribir, y enseñar los temas que deseaban aprender (geografía, anatomía, guitarra, etc.).

El lema: “cada cual enseña a los demás lo que sabe” exigía que fuese profesor el que más sabía sobre el tema tratado. (Cuando, por ejemplo, en el curso de geografía argentina, se explicaba los datos generales (población, economía, etc.) de Santiago del Estero, era profesor el compañero de afuera, pero cuando se explicaba como se trabajaba en los quebrachales de Santiago, era profesor el compañero de adentro santiagueño (“alpargatas sí, libros sí”).

En un sistema donde toda información está negada y, por lo tanto, se aumenta el aislamiento, como el hospicio, cualquier información sobre ubicaciones espaciales, su propio cuerpo, sus derechos legales, etc. actúa disminuyendo el aislamiento y la ansiedad. Nuestra hipótesis de trabajo fue que la información elimina, en gran parte, la necesidad del delirio una vez que se ha aumentado la participación grupal y se ha disminuido el aislamiento.

Se intentaba a veces, partiendo de lo geográfico personal, conectarse con lo histórico personal. Esto es: se colgaba un gran mapa de la República Argentina (de 2.50 m.) que contenía hasta el último pueblito rural, y se pedía al compañero que ubicara donde había nacido (se clavaba un alfiler) y, a partir de que el compañero relataba donde había nacido se trataba de que aparezca el cuándo y por consiguiente aparecían los recuerdos de antes y afuera. Esto parece fácil de lograr pero, en realidad es penosísimo si tenemos  en cuenta que el pasado de cada compañero está negado, olvidado y deformado, hecho que, por otra parte, no le permite encarar su nuevo medio y luego organizar un proyecto de futuro. De allí la importancia de lograr que cuente “de su vida de antes” y de su infancia “allá en el pueblo”.

Como el relato de cada uno, especialmente en los co- provincianos, reafirmaba el relato de otro, también se creaban lazos en el “aquí y ahora” basados en el “allá y entonces”. Lazos que combatían el aislamiento manicomial.

Pero además, a veces, traían el núcleo dramático de la enfermedad, que producía intercambio pero además confrontación; una confrontación dolorosa que podía llevarse al grupo de mateada.


Había un momento de afirmación:

    “... “Allá yo tenía un patrón muy bueno...”

    “... “mi mamá era una santa... siempre me cuidaba”

    “... “mi papá era muy rico...”

Otro de confrontación:

    “... “ese era un hijo de puta!...”

    “... “andá a cagar... que vas a ser vos!...”

    o repuestas tangenciales, en forma de canto, que descalificaban el relato del compañero.

Y un momento de síntesis reparatoria del grupo:

    “...dónde era que vivías?...”

    “...cómo te ayudaban?...”

    El grupo armaba, finalmente, una geografía y una historia más verídicas y el recuerdo que aparecía entonces era un recuerdo de verdad:

    “...Yo no era feliz...”

    “...mi viejo estaba muy enfermo... me pegaba mucho...”.


 Cuando impartir información es un tema grupal, ésta puede llegar a actuar como rectificación terapéutica por la confrontación a la que se ven sujetos los aportes de cada persona.

Le dimos importancia especial al estudio del plano de la ciudad de Buenos Aires a fin de infundirles más seguridad para viajar o movilizarse cuando salieran. Otras tareas cumplidas por el grupo de Universidad fueron mesas de dibujo y pintura, cerámica (del tipo de la alfarería norteña) y se hicieron dibujos colectivos en grandes tamaños. Además, el grupo se encargaba del “Diario Mural de la Peña” con noticias, escritos, etc. y el compañero Carlos de Sica realizó una película (en súper 8, sonora) de 50 minutos de duración sobre las actividades de la Comunidad “Peña Carlos Gardel”.



COMPAÑEROS DE ADENTRO Y DE AFUERA

DE LA PEÑA “CARLOS GARDEL”

Osvaldo García, Héctor Borges, Ana Vulcano, Aurelio Villagra, Ramón Lescano, Luis Quiroga, Héctor Artigas, Ronald Heyter, Moisés Golberg, Said Yaffar, Osvaldo Spina, Horacio Jorgensen, Juan M. Costa, Armando L. Sangunetti, Jordan Genta, José Miguez, Vicente D’Aguano, José Borda, Roberto Figari, José Caruso, Ramón Fernández, Latino Pugliese, Indalecio Gómez, Omar Alonso, Oscar Sule, Raúl H. Alejandro, Angel Cotaro, Alfredo Morelli, Angel Anchart, Armando Marino, Miguel Angel Killer, Roberto Di Santi, José Avellaneda, Antonio Sosa, José L. Miranda, Héctor Espada, Juan Nadal, José Contreras, Rafael Luna, Vicente Ambrosiano (siguen más compañeros…).



EQUIPO ORGANIZADOR  (formado por compañeros de adentro y de afuera)


Ernesto Iriarte, Graciela Hericourt, Jorge Bonay, selva Moretto, Luis Salvatore, Roberto L. Alanis, Raúl Abulafia, Silvia Phan, Andrés Navarro, Alfredo Moffatt, Alicia Kelsey, Basilio Benítez, Miriam Lahusem, Rafael Rodríguez, Miguel A. Rojas, Carlos Sica, Elda L. Peralta, Graciela Cohen, Miguelina M. De Diez, Antonio López, Carlos Rafaeli, Evelyn Rodríguez, Mónica Sánchez, Ana María Benítez, Andrés Schiaffino, Ofelia Katz, Mirta Paino, Acebo Alberto Esteban; Bok Cora, Durante María Rosa, Kestelboim Renata, Kleiman Mónica, Lapachian Beatriz, Méndez Héctor Oscar; Mandelbaum Fanny, Skoop Clara, Sztoch Luis, Vera Ramón, Vranjes Rosa María, Zadjman Raúl.













Conclusiones

PROPUESTA DE UNA  PSIQUIATRÍA POPULAR


EXTENSIÓN DEL MODELO TEÓRICO DE LA PEÑA


Para hablar de una propuesta de Psiquiatría Popular, que resuelva todas las áreas de atención psiquiátrica, debemos recurrir a las conclusiones obtenidas por otras experiencias realizadas en el país que tuvieron un planteo similar al nuestro.

La Comunidad de la Peña tiene dos limitaciones impuestas por su modo de inserción en la institución, pues no se le asigna un área propia y por lo tanto no puede organizar una verdadera cooperativa de trabajo durante la semana y, por otro lado, es un sub- sistema que está incluido conflictivamente en un sistema mayor. Dicho en otras palabras, no controla toda la estructura de la vida cotidiana del paciente, el régimen de altas, etc.

Pero de todos modos han existido experiencias complementarias para testimoniar que es posible la organización del trabajo productivo durante la semana y nos basaremos en la eficiencia laboral que se obtuvo durante las tareas del “Equipo de Construcción” que funcionó durante nueve meses en el mismo Hospital Borda y concretó una serie de construcciones en albañilería. Esta demostración de que es posible, con el mismo planteo de Psiquiatría Popular, llega a la tarea productiva durante la semana, la hemos analizado en detalle en el Capítulo Sexto, y a éste remitimos al lector para mayores detalles.

El equipo de construcción es una experiencia complementaria de la Peña, pues si la Peña opera fundamentalmente a nivel de la reintegración social del compañero internado (debido a que se deben concentrar todas las tareas en el fin de semana), la otra experiencia demuestra la capacidad de reintegración laboral del compañero internado durante la semana.

Respecto a la otra limitación, la de ser un sub- sistema incluido en el hospital, sería posible presentar la objeción de que el planteo de Psiquiatría Popular, donde el paciente no es autoritariamente gobernado, es sólo posible en un grupo reducido y que a todo el hospital es imposible organizarlo con la participación directa del internado.

Para contestar esta posible objeción, nos basaremos en las dos experiencias donde el paciente intervino activamente en la organización de la comunidad, que demostraron el nivel de responsabilidad que pudo asumir, y cómo el clima social de libertad  permitía una movilización de los conflictos psicológicos su operación terapéutica y un alto nivel de reintegración a la comunidad. Nos referimos a las dos últimas experiencias de Comunidad de Terapéutica en el país: “Colonia Federal” dirigida por Raúl Camino y el “Centro Piloto del Hospital Estévez” dirigido por Wilbur R. Grimson.

De todos modos, el nuestro es sólo un camino posible, dentro de las alternativas de cambio; existen otros grupos que están luchando también por un cambio en este terreno de la represión mental y surgirán otras propuestas que también señalarán puntas a seguir.


PROYECTOS 

Hablaremos ahora de nuestros proyectos, de una problemática en la que todavía no hemos realizado experiencias concretas, pero pensamos hacerlo apenas tengamos circunstancias favorables. Nos referimos a los niveles de prevención de la enfermedad mental (prevención primaria) y a los niveles menos graves que podríamos llamar “niveles neuróticos” (aunque pensamos que esta entidad diagnóstica está demasiado ligada a la cultura pequeño burguesa).

Las técnicas operativas extraídas de las modalidades comunitarias populares de nuestra comunidad pueden ser llevadas fuera del Hospital a la calle, a la comunidad. Será necesario ajustar circunstancias menores, pero pensamos que la línea general puede ser utilizable.

Respecto a la prevención pensamos en una “Peña Volante” que puede ser llevada a las Sociedades de Fomento barriales, o a los pequeños pueblos de zonas rurales. En esta peña volante se incluirían grupos de mateadas y breves representaciones teatrales, de modo de intentar con esto elaborar de alguna manera el conflicto específico de la institución del barrio o del pequeño pueblo; este conflicto puede ser la desocupación, el aumento de la delincuencia, el conflicto generacional, etc. La atmósfera de fiesta que crea la estructura peñera permite que los sub- grupos disminuyan las prevenciones paranoides y aumente, con ello, la comunicación grupal. Un grupo que, con la excusa de matear, se reúna a charlar, crea un foco de detección y elaboración del conflicto grupal (cuál es el problema coyuntural de esa pequeña comunidad). Los emergentes de este grupo de mateada darían elementos para el grupo de teatro que, con la técnica de Teatro- Psicodrama intenta explicitar el conflicto y hacer que surjan soluciones. 

En Nueva York, he intervenido durante mi residencia en el  Maimonides Hospital, en el proyecto de lo que ellos llaman “Street Clinic” o sea la “Clínica de la Calle”. Allá actualmente el grueso de los esfuerzos de atención en salud mental están volcados fuera del hospital (tal vez porque, realmente toda Nueva York es ya un enorme manicomio). El deterioro de los vínculos comunitarios y barriales, por la drogadicción y la violencia racial, hace que los americanos hayan desarrollado una extensa teoría sobre la “psiquiatría volante” y lo que ellos llaman “crisis intervention” o sea la terapia en el instante de la crisis psicótica (o neurótica grave) que se realiza fuera del consultorio o del hospital, en la casa del paciente, con inclusión del grupo familiar o directamente en la calle, especialmente en casos de suicidas.

En el Central Park (el “Palermo de Nueva York”) la nueva generación se reúne y hace enormes reuniones, donde se baila, se come, se canta, y además, se hacen breves representaciones de teatro (en general atacan al sistema tecnológico y a las guerras de expansión imperialista). Son verdaderas “comunidades terapéuticas” que duran sábado y domingo y se desarrollan a través de todo el verano.

Volviendo a nuestra problemática vamos a exponer brevemente dos proyectos que hemos elaborado, uno de ellos realizable si se consiguen ciertos elementos (lugar adecuado, algunos muebles, etc.), y el otro solo realizable si se cambia toda la estructura hospitalaria. El primero es algo así como una “Clínica- Popular”. Una comunidad donde veinte o treinta personas afectadas por problemas mentales puedan convivir organizadas en comunidad, donde los gastos sean mínimos y compartidos. Existen modelos populares criollos para la convivencia que se pueden organizar a muy bajo costo, algo así como un gran galpón compartimentado parcialmente, con una larga mesa de cocina, etc. Sería una alternativa actualmente inexistente entre el Hospicio y la Clínica privada.

El segundo proyecto se refiere a la organización del hospital entero como Cooperativa de Producción para que los pacientes, en la medida de sus posibilidades, no pierdan la posibilidad de trabajar, de abandonar el ocio forzado que lleva a la sensación de inexistencia. La tarea, cuando no es alienada, embrutecedora o monótona, es lo que nos organiza nuestra percepción de la realidad, nuestro ciclo semanal y es, incluso, nuestro principal canal creativo. El tipo de tarea no podrá ser cualquiera, deberá estudiarse la producción de objetos que permitan un sentimiento de creación y, al mismo tiempo, tenga valor social para su comercialización. Hemos pensado en una fábrica de juguetes, con nivel de producción industrial o también la fabricación de calzado, o cría pollos, etc. Las distintas partes de la tarea podrán servir para estructurar los distintos momentos del proceso terapéutico (por ejemplo: los que están por salir de alta son los que actuarán de corredores para colocar la producción, de modo de facilitar su posterior adaptación afuera del hospital).

Esta estructura de comunidad organizaría no sólo la semana, pues el sábado y domingo serían destinados a actividades de tiempo libre, sino que también se volvería a dar sentido al ciclo diario, debido que a las cinco o seis de la tarde al terminar la labor productiva, se establecerían cursos de aprendizaje para quienes lo desearan. También, contando con dinero propio, el compañero internado podrá salir del hospital a pasear o ir al cine, etc.

Para el momento agudo de la enfermedad o en las nuevas crisis, la tarea de producción deja lugar a la tarea psicoterapéutica específica. De todos modos deben estudiarse las circunstancias para que cualquier tarea en el “Hospital- Cooperativa”, aunque aparentemente sea sólo manual, tenga sentido de reintegración psicológica y comunitaria.

 Los proyectos que hemos relatado, algunos realizables inmediatamente (la “Peña- Volante”) otros más difíciles por los medios iniciales necesarios (como la “Clínica- Popular) y el último que necesita un cambio de toda la concepción hospitalaria (el “Hospital- Cooperativa”) vemos que corresponden a los niveles de prevención primaria, secundaria y terciaria en nuestra propuesta de una psiquiatría popular.

Aunque estos cambios son difíciles, sabemos que no estamos solos en la lucha por la dignificación, y la liberación de nuestro pueblo y con esto llegamos al final del libro; ya hemos dicho todo lo que pensábamos que debíamos decir, esperamos haber contribuido para que se abra una nueva etapa en la que, con todos los que están trabajando para combatir la represión mental, especialmente en sus formas más brutales, podamos dar al pueblo una alternativa de terapia desde su estilo y proyecto de vida, que lo ayude en su lucha y no que lo termine de reventar.     

             



Primera edición año 1974 y luego seis ediciones en castellano y siete ediciones en portugués.