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domingo, 15 de febrero de 2015

Del Colegio Secundario a la Universidad

Durante el último año de la escuela secundaria es frecuente escuchar la pregunta ¿qué vas a estudiar el año que viene?, o en el mejor de los casos ¿ya sabes lo que vas a hacer el año que viene? 
Este interrogante puede llegar en forma constante de tus padres y profesores, pero también, y no siempre en menor medida, de todos aquellos que te rodean (amigos, hermanos, vecinos, otros familiares) e incluso de personas no tan cercanas a tu entorno cotidiano. Pareciera que la sociedad en su conjunto se atribuye el derecho de cuestionar tus proyectos personales y tu futuro. Y esto es así, indefectiblemente, porque la próxima finalización de los estudios secundarios te ubica en ese lugar: el lugar de quien se acerca al cierre de una etapa, en este caso la “escolar”. Es decir, es sumamente visible para los demás que se avecina un cambio externo: no hay más lugar en la escolaridad obligatoria para vos y por lo tanto todas las miradas parecen centrarse en la formulación de tu “decisión”. 
Esta presión y exigencia social es real, pero tus decisiones pueden seguir otro ritmo, un tiempo interno diferente al esperado por los otros. A veces resulta “tranquilizador” encontrar una respuesta que tenga cierta aceptación, sin importar si te resulta convincente o no. Otros sentirán conveniente anticipar que se tomarán “un año sabático” para postergar su decisión. Pero… ¿por qué un año?, ¿por qué es necesario pautar ese tiempo de elección que, en definitiva, es absolutamente personal? 
Es importante que seas conciente de esta presión social y sepas que es padecida por la mayoría de los estudiantes de 5º o 6º año. Esta situación te revela claramente algo que seguramente ya sabías: es necesario dejar de ser alumno/a secundario, abandonar ese lugar conocido para que esas experiencias se conviertan en recuerdos. Sólo al aceptar el fin de esta etapa será posible empezar a imaginar un lugar diferente, novedoso, desconocido aún, que se irá construyendo lentamente. Muchas veces la angustia que provoca esta despedida (del colegio, los amigos, los profesores, los horarios conocidos, el estilo de las clases, los métodos de estudio, etc) se oculta pero aparece en su lugar una enorme confusión o desgano. Incluso en algunos chicos estos sentimientos se evidencian a través de un muy mal rendimiento escolar el último año, “estirando” así la finalización, inevitable, de esta etapa. 
Para poder elegir que forma irá tomando la carrera de tu vida es necesario empezar a imaginar ese proyecto, y para comenzar a delinear esas fantasías es imprescindible animarse a decir adiós al mundo del secundario. 
1. Asistir a clase y tomar apuntes
En la facultad el presentismo es por materias. Algunos profesores no son tan exigentes con este control si bien generalmente la norma de la universidad es tener entre un 75 u 80% de presentismo. La asistencia a clases es fundamental para seguir las explicaciones del docente, consultar dudas, conocer el criterio de evaluación del profesor, discriminar que temas son prioritarios y cuales accesorios… Asistir a clases no es sólo estar presente sino tomar apuntes: registrar por escrito estas pautas que va dando el profesor. Es útil organizarse para archivar los apuntes de manera prolija, algunos prefieren usar un cuaderno por materia y otros uno sólo pero sacando luego las hojas que guardan en carpetas diferentes. Si faltás a una clase siempre tenés que solicitar los apuntes a un /a compañero/a
2. Apuntes y lecturas obligatorias
Los apuntes de clase son fundamentales pero jamás reemplazan la lectura de los textos obligatorios (y optativos) de la asignatura. El profesor/a irá marcando que lecturas hacer y es necesario hacer tales lecturas antes de la clase, subrayando las ideas centrales y marcando las dudas para consultar. La fuente de estudio son los libros, artículos u otros materiales que se indican en el programa. Los apuntes son un complemento de la bibliografía y no al revés.
3. Tiempo de estudio
Es necesario generar un hábito de estudio diario, es decir, dedicar un mínimo de 2 o 3 horas por día para leer, ordenar los apuntes, realizar resúmenes, hacer ejercicios u otros trabajos específicos solicitados. Esto permitirá tener “todo listo” para comenzar con la preparación para un exámen integrando y relacionando los temas ya aprendidos. La fijación o memorización es el paso final en esta preparación y es necesario para aprender el vocabulario específico, expresarse con fluidez, o aplicar lo ejercitado con seguridad.
4. Evaluaciones y criterios de aprobación
Generalmente en la facultad se evalúa con exámenes “parciales” donde se toma lo visto el 1º cuatrimestre (abril-julio) y el 2º (agosto-noviembre); y “finales” donde se toma toda la materia. A veces las materias son “promocionales” y en ese caso aprobando los parciales con ciertas notas como mínimo ya se aprueba toda la materia. En otros casos no, y la aprobación de los parciales es el requisito para acceder al final, que generalmente es una mesa con un tribunal examinador existiendo fechas alternativas para presentarse en diciembre, febrero-marzo o julio (para lo cual hay que anotarse con anticipación). Muchas materias poseen clases prácticas, que suelen ser dictadas en grupos más pequeños (comisiones) con profesores generalmente más jóvenes, a veces incluso estudiantes avanzados. Esta parte de la materia también se evalúa y su aprobación es otro requisito para llegar al final. Existen materias cuatrimestrales y anuales con diversa carga horaria, pero en cualquier caso es indispensable saber con claridad de que tipo de asignatura se trata y cómo es el mecanismo para aprobarla. Estos criterios son dados por los profesores durante el dictado de las clases, de allí la importancia de asistir a las mismas. En el caso de “finales” orales es también muy conveniente observar otros exámenes antes de presentarse uno mismo a rendir, ya que esto permite ver el tipo de planteos que hacen los docentes, los temas que se priorizan y el estilo general del exámen. No está de más saber bien cómo se registra administrativamente la aprobación: a veces el alumno tiene una libreta donde se pone la nota de cada materia con las firmas correspondientes. Es importante verificar que haya sido completada correctamente. En caso de no aprobar es indispensable saber cuántas veces más se está habilitado para presentarse a rendir antes de “perder” la aprobación de la cursada.
5. Materias “lindas” y “feas”
Más allá de que la carrera elegida responda a tus deseos, es bastante probable que te encuentres con materias que no te interesen lo suficiente o incluso te resulten desagradables y pesadas de cursar. Esto no significa haber errado la elección, a no ser que se acentúe de manera significativa y se extienda a la mayoría de las materias. Es común también que las materias de 1º año resulten especialmente difíciles o intensas. Sin duda esto está ligado al cambio que implica ingresar en la universidad, la aproximación a contenidos más complejos y la apropiación de vocabulario específico, lo cual requiere un esfuerzo adicional constante.
6. No quedarse solo y abrirse al grupo
Puede resultarte muy provechoso hacer buenos compañeros de estudio en la facultad. Compartir apuntes, intercambiar opiniones y materiales aliviana mucho la tarea. Es muy útil estudiar de manera individual y juntarse luego a repasar en grupo para aclarar dudas y reforzar lo ya aprendido. También en muchas oportunidades los profesores piden trabajos en equipo, por lo que es conveniente saber previamente con quien te conviene trabajar y sentirte a gusto.

7. Recursos que ofrece la universidad
Es fundamental conocer los servicios que te ofrece la universidad para abordar mejor tus estudios: biblioteca, laboratorio de computación, centro de orientación al estudiante (tutorías), etc. También la oferta de actividades deportivas, culturales, religiosas y sociales enriquecen tu formación y tu pertenencia a la institución que hayas elegido.
8. Desaprobar un parcial no siempre es indicador de “error” en la elección
Mucho/as chico/as creen que si en los primeros parciales les va mal esto evidencia que esa carrera “no es para ellos”. En general esto es vivido como un fracaso pero suele dar cuenta de algún error en el modo de encarar el estudio y tal vez no haber logrado aún adaptarse al estilo universitario. A no desesperar! Tené en cuenta estos consejos, acercáte a otros estudiantes que se encuentren más avanzados.Desde el Servicio de Orientación a Estudiantes de la Universidad de Belgrano (UB), las licenciadas Paula Dubcovsky, Graciela Seoane López, Paula Pasman y Cecilia Daireaux reflexionan sobre la vocación, definiéndola como una construcción que implica esfuerzo y no tanto como un llamado inspirador que pareciera facilitar el camino. "Construir la vocación implica poder pensarse, reflexionar acerca de los intereses propios, personalidad, capacidades y debilidades, etc., para poder responder a las preguntas de qué estudiar y para qué estudiar", afirman.
El proyecto vocacional
"El proyecto vocacional involucra tanto al estudiantes como a sus padres. Unos y otros viven con incertidumbre el pasaje del secundario a la universidad. Con frecuencia, los adolescentes no pueden responderse la pregunta: ¿Para qué quiero estudiar una carrera?
Por esto es importante que puedan reconocer si quieren estudiar una carrera universitaria para adquirir conocimientos y herramientas para insertarse en el mundo laboral, para lograr reconocimiento social, para un crecimiento interior, etc. El hecho de iniciar estudios superiores impulsado por una motivación personal lo suficientemente fuerte permitirá sostener el esfuerzo necesario hasta el final de la carrera.
Por otro lado, el nivel de estudios de los padres, sus expectativas y temores hacia cada hijo en particular y el contexto socioeconómico influyen ampliamente en el proyecto vocacional y en los pasos a seguir una vez terminado el colegio. Esta influencia ineludible puede tornarse un arma de doble filo por un lado motiva y vehiculiza expectativas propias y ajenas, pero por otro también puede obstaculizar el desarrollo posterior.
Las presiones para elegir carreras prestigiosas y profesiones con amplia salida laboral, que abran las puertas a trabajos bien remunerados, pueden llevar muchas veces a que los jóvenes egresados del secundario realicen una mala elección. Los adolescentes deben enfrentarse y tener en cuenta prejuicios, mitos e imaginarios (sociales, familiares y personales), que los llenan de dudas y confusión, en lugar de enriquecer su proceso de búsqueda. 
El proyecto vocacional se construye a lo largo de toda la vida, no es necesariamente una "voz interior" que se produce espontáneamente durante el último año del secundario. Construir la vocación implica poder pensarse, reflexionar acerca de los intereses propios, personalidad, capacidades y debilidades, etc., para poder responder a las preguntas de qué estudiar y para qué estudiar.
Para elegir adecuadamente es primordial realizar una exhaustiva búsqueda de información. No se puede elegir una actividad profesional acerca de la cual no se haya tenido ningún acercamiento previo, ya sea real o fantaseado. Como en cualquier otra elección, no se puede elegir aquello que se desconoce.
Llegado este momento también tiene influencia el desempeño que ha tenido el estudiante en el colegio secundario. Muchas veces, cuando su rendimiento no ha sido bueno, teme no tener la capacidad necesaria para enfrentar un estudio como el universitario, con mayores exigencias. En otros casos, espera adquirir mágicamente hábitos de estudio sin considerar que no los ha ido sistematizando a lo largo de su experiencia secundaria.
Incluso durante el transcurso del primer año de carrera es frecuente que un buen número de estudiantes dude acerca de su elección. Estas dudas pueden deberse a diversos factores: dificultades para definir sus intereses, poca reflexión acerca de sus capacidades, falta de información sobre la oferta educativa, haber basado su elección en ideas estereotipadas y/o parciales de la profesión elegida.
Las inquietudes sobre la elección de carrera pueden surgir en distintos momentos, pero es frecuente que aparezcan cuando el desempeño académico en los primeros exámenes no coincide con las expectativas por las que se la eligió. Las primeras notas bajas llevan al estudiante, muchas veces, a dudar de su elección, porque ha partido del supuesto (por cierto, erróneo) de que si la carrera le gusta, estudiarla va a resultarle fácil y va a requerirle sólo un esfuerzo moderado de su parte.
Con este mismo razonamiento infieren apresuradamente que, si no les va bien desde los primeros exámenes, significa que eligieron mal la carrera o que no tienen capacidad para ella, o que no sirven para esa profesión. Pero aplazo no es igual a elección equivocada. Estudiar una carrera universitaria implica estar dispuesto a un esfuerzo mayor y a generar buenos hábitos de estudio, si no se los tuviera.
Considerando las características de los adolescentes y la etapa de transición que atraviesan, es importante que tanto los padres como los docentes y orientadores los acompañen en el camino de generar su propio proyecto de vida."