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viernes, 1 de mayo de 2015

Texto a utilizar : Parcial de Lógica 5"A"

PSICOTERAPIA DEL OPRIMIDO



Alfredo Moffatt


INTRODUCCIÓN


Este libro analiza el tema de la psicoterapia desde la problemática de la injusticia y la opresión social; por un lado, la propuesta  psicoterapéutica del sistema de poder y, por otro y oponiéndose a ésa, presenta una alternativa de terapia desde las modalidades de vida y necesidades de nuestro pueblo, es decir, una psicoterapia que contenga el proyecto de liberación.

Por lo tanto trata de todas las formas y procesos de degradación mental en los manicomios (el tema de la locura) y también las formas de degradación material en los grupos marginados y explotados (el tema de la pobreza).

Para el problema de la locura proponemos una actitud de re- distribución de las ansiedades irracionales, una elaboración de los contenidos terroríficos, depresivos, fantásticos, de nuestra mente y que cada uno de nosotros se haga cargo de sus temores y fantasmas sin depositarlos en chivos emisarios y fabricar con esto “profesionales de la locura” para segregarlos luego, internándolos en manicomios. Además, nuestro criterio de salud mental está relacionado con el rescate de la identidad personal del paciente, negada y degradada en los hospicios, y sabemos que este proceso sólo se puede conseguir con el rescate de la identidad histórica y cultural de nuestro pueblo, también negada y degradada  por la antinomia “civilización europea- barbarie nativa” del sistema de opresión. Esto también hace que el “motor” del cambio terapéutico esté más que todo en la reivindicación de justicia del pueblo marginado y, por lo tanto, solo re interpretando  las técnicas psicoterapéuticas desde las modalidades de vida de nuestro pueblo, sus valores, sus mitos, su folklore, es que se va a poder operar una verdadera cura respecto de nuevos criterios de salud mental e insertado en el proceso de liberación, que es la “terapia” para la otra enfermedad, la pobreza, resultado de la explotación social y la degradación material.

Todo esto que proponemos no es una especulación teórica, lo cual dejaría sin valor todo lo dicho sino que es el resultado de una experiencia hecha hombro a hombro con la parte del pueblo trabajador internada en los hospicios. Este libro intenta trasmitir y organizar el intenso caudal de experiencias vividas por los compañeros de la Comunidad Popular de la Peña “Carlos Gardel” que funciona en el fondo del Hospital Neuropsiquiátrico  Borda y debemos tener en cuenta que el mismo es sólo el comienzo (y no el fin) de un camino nuevo, es un poco el relato de una aventura, del esfuerzo de abrir una brecha en el mismo territorio profesional donde se da el máximo de represión mental del sistema (que se complementa con la escuela, la iglesia, el sistema jurídico, etc.), pues pensamos que en ese mismo lugar de máxima represión mental debería crearse (y pelearse)  el modelo de pensamiento opuesto. Por eso elegimos el manicomio como lugar de lucha por una psicoterapia para la liberación, para que re distribuya la locura como también se debe re distribuir la riqueza.

Una psicoterapia descolonizada que elabore sus modelos teóricos resolviendo la problemática real y concreta del país y no importe con sumiso respeto los modelos de pensamiento que resuelven y se adaptan a lejanos problemas sociales europeos. Acá aclaramos que no proponemos pelear con arcos y flechas, pues nos parece muy eficiente el “armamento” científico europeo- norteamericano (tan eficiente que con él nos sometieron); todo lo contrario, debemos aprender a usarlo bien, sólo que desde la perspectiva opuesta, esto es desde y con el pueblo.

Para esto es necesaria la inversión de la relación teoría- práctica, pues consideramos que solo luego de una praxis es posible establecer una teoría. Si, por ejemplo, las teorías sobre el Complejo de Edipo de Freud explican las relaciones familiares en la Villa Miseria, la usaremos y si, por el contrario, comprobamos que la estructura matriarcal lo vuelve inútil buscaremos otra. Esta inversión del orden entre la teoría y práctica va a impedir la principal patología de nuestros grupos intelectuales, que es la teorización sobre la teoría, lo cual crea un mundo cerrado sobre sí mismo y donde nada puede ser realmente demostrado ni negado pues todo llega a ser  un enorme bosque de palabras que impide ver la realidad concreta que lo rodea. Con la teoría puede pasar lo que con los muebles viejos: se acumulan tanto que no nos permiten mover en el cuarto. Y la solución pensamos que es la misma: quedarse con lo necesario y tirar el resto. O también puede suceder (y de hecho así ocurre muchas veces) que se afila tanto el cuchillo que se gasta sin haberlo usado nunca”.

Pensamos que la finalidad de esta modalidad de súper elaboración conceptual que reina en nuestros medios profesionales, es desarrollar un mecanismo de evasión respecto a una realidad social rechazada y temida (valga como ejemplo los infinitos Seminarios lacanianos, althuserianos, etc. sobre Freud y Marx). Son palabras que explican a palabras y en ninguno de los análisis está contenida nuestra realidad concreta. Pero lo más triste y aburrido de este juego es que siempre somos espectadores, serviles alumnos de estrellas lejanas y  nunca protagonistas y creadores de nuestros modelos de interpretación de la realidad. Este juego, aparentemente frívolo, - que además enmascara la verdadera inserción del profesional “revolucionario” en el sistema económico - (el corazón a la izquierda y el bolsillo a la derecha) es grave si pensamos en todos los desposeídos, explotados, reventados y degradados de nuestra tierra, de ese pueblo que viene desde el fondo de nuestra historia y que ahora ha comenzado su marcha; ellos necesitan de una sociología, una psiquiatría, una psicología, una historia, una antropología que les ayude a enfrentar el sistema ideológico de los opresores y que nos dicen desde las villas miserias, las fábricas, los quebrachales, las cárceles y los manicomios, ¿de qué lado están ustedes?... ¿A quienes sirven? ¿A los explotadores... o a nosotros?...

Por eso nosotros decimos... al carajo, con esta ciencia súper abstracta que no nos permite comprender e instrumentar la realidad en que estamos metidos. Replanteemos la sociología, la psicología, y la psiquiatría después de realizar un giro de 180° y en vez de mirar, como sirvientes dependientes, a Europa y al imperialismo yanqui miremos al interior de nuestra tierra y, junto con nuestro pueblo, comencemos a invertir la perspectiva. Franz Fanon demostró que esto es posible y desde el 17 de Octubre de 1945 el pueblo, a través del movimiento peronista, comenzó esta tarea.

En cuanto al contenido del libro, encontramos conveniente dar un panorama general, ya que en cierta manera los capítulos están organizados como una serie eslabonada que converge, al final, en el capítulo de la Comunidad Popular. Cada tema tratado es una pieza necesaria para comprender la experiencia de la Peña y para armar el modelo teórico de Psiquiatría Popular que proponemos.

El primer tema es un minucioso análisis del sistema de mundo que se propone al internado en un hospicio, es el tema de la degradación del sentimiento de identidad. Luego analizamos las ideologías que apuntalan a la ideología psiquiátrica represiva: el Ministerio de Educación, la Iglesia y también la ideología caritativa, la Sociedad de Beneficencia o sea la degradación benévola (en parte esto coincide con el concepto de “Aparatos Ideológicos del Estado” de Althusser).

Pasamos, en el capítulo siguiente, a considerar el sistema ideológico  “civilización y barbarie” que para nosotros es el molde en que la colonización ideológica ha organizado la negación y la represión de la cultura de tierra adentro, de nuestra identidad histórica, y justificado – en su nombre – el genocidio de los indios, gauchos y negros.

Luego, en el capítulo cuarto, describimos el mundo del marginado, del humillado de nuestra patria y entramos, así, a una parte fundamental del libro, que es el análisis de la Cultura Popular, de las propuestas de vida que nos vienen de tierra adentro y de historia atrás: la cultura gaucha como su forma rural y la cultura rea (tanguera) como su forma urbana.
Después se pasa a un análisis de la expresión política popular más importante desde hace 30 años: el peronismo.
Al tema del folklore psicoterapéutico popular, los manosantas, las hermandades y la magia popular, lo desarrollamos extensamente pues es – de hecho – la modalidad psicoterapéutica que utiliza la casi totalidad de nuestro pueblo (24 millones contra unos 500.000 psicoanalizados). En el capítulo siguiente se hace un inventario de las técnicas psicoterapéuticas occidentales que nos permiten una mayor eficiencia operativa.
En el ante último capítulo, luego de presentar los antecedentes de nuestra Comunidad, pasamos a esbozar nuestro esquema ideológico y operativo que nos va a permitir entrar en el último capítulo, donde describimos y analizamos la Comunidad de la peña Carlos Gardel que, como experiencia dinámica, real y concreta, no se agota en las conclusiones a las cuales hasta ahora hemos arribado.

Al final del libro, en carácter de propuestas generales, intentamos extender el modelo de Comunidad Popular, teniendo en cuenta varias experiencias argentinas que se hicieron con un planteo similar y que amplían completamente  los límites de nuestra experiencia en cuanto a comunidad de producción, de labor semanal (el equipo de construcción) y el replanteo de toda la institución, experiencias que testimonian que todo el hospital puede funcionar en sentido de la cura y no de la cronificación (Colonia Federal y Centro Piloto).

También la experiencia que relatamos tiene límites en cuanto a dar modelos populares en el nivel de prevención primaria y tratamiento a niveles neuróticos. Pero pensamos que, de todas maneras, abre un camino y realmente se justificará el libro si sirve como punto de discusión para que, entre todos, comencemos a “dar vuelta la tortilla” en cuanto a atención psiquiátrica del pueblo (lo que también es una contribución a “dar vuelta” la otra “tortilla” que es la más grande y jodida de dar vuelta).

Capítulo 1

LOS HOSPICIOS


ESTRUCTURA E IDEOLOGÍA MANICOMIAL

La primera observación que podemos hacer, acerca de la vida en los hospicios, es su enorme y brutal empobrecimiento. En todos los niveles se producen amputaciones, no existe ningún tipo de tarea, el paciente no posee nada sentido como propio, ni siquiera su propia ropa, es un mundo uni-sexual, las salas con las camas en largas hileras no permiten la reconstrucción de grupos primarios. Pero, fundamentalmente, la amputación más dolorosa es la de la dignidad personal, en lo más íntimo del yo el internado se siente descalificado, y cosificado. Cualquier mensaje emitido es re-interpretado por el personal del hospital como  “cosa de loco”, lo cual deteriora el sentimiento de autonomía, de auto-respeto.

 Esto conduce a que la forma adaptativa más común sea el aceptar esta propuesta del medio manicomial y comenzara comportarse “como un loco”, es decir, a cumplir las expectativas de la institución. Debemos agregar que no todas las conductas locas están permitidas, sino sólo aquellas de “loco adaptado”, obediente y respetuoso de enfermeros, diagnósticos y reglas de vida.
 El aburrimiento y el sentimiento de soledad y abandono dan una vida sin proyecto de futuro, pues no es dueño de su porvenir quien no es dueño de sí. Creo que aquí es necesario comenzar a aclarar un estereotipo, un prejuicio colectivo de nuestra sociedad respecto a los hospicios, los manicomios: la idea compartida es que adentro están los que ”perdieron la razón” y se encuentran en otro mundo mental, una especie de pesadilla continua que va desde un nirvana placentero a un terror de pesadilla.

 Pero cuando se entra al hospicio con la expectativa de ver un mundo terrorífico o seductor se sufre una desilusión; la sensación es de estar en una especie de pueblo de linyeras, de gente muy pobre, muy desesperanzada, aislada entre sí, pero de gente que contesta razonablemente a una pregunta, que pide fuego o un cigarrillo, que prepara su matecito y no encontramos al delirante (o por lo menos hay que buscarlo bastante) declamando un discurso, ni tampoco nadie intenta atacarnos. Nos damos cuenta de que la imagen del gorro de Napoleón o del loco furioso con un cuchillo en la mano es la proyección y del temor de la locura de la sociedad de afuera que, además, es la que ”inventó” este ”sistema” de curación.
Con esto no queremos decir que la locura no existe; si existe y, a veces, supera lo imaginable.  Pero en general se produce, luego del brote psicótico, una especie de re-adaptación al  mundo convencional. Sólo que ya es tarde para salir tan rápidamente como se entró, pues a la persona “le cortaron los víveres” desde afuera, perdió el trabajo, lo cual es a veces definitivo en un país con un millón y medio de desocupados. Lo eliminaron mentalmente del grupo familiar y se desconectó de sus amigos, además de tener la marca-estigma del diagnóstico, como si fuera un gran sello en la espalda: “esquizofrénico”. El hospicio es como un pozo profundo en el que se entra rápido pero del que es difícil salir, pues sus paredes son resbalosas, como en la incomprensión o el abandono: “no hay de dónde agarrarse”.

Continuando con lo anterior, diremos que todo esto viene al caso para explicar la distancia entre la fantasía proyectada de la propia locura de la comunidad y la realidad concreta y humana del hospicio. Evidentemente, para una comunidad de ”sanos” es muy cómodo tener un ”tacho de basura psicológico” dónde proyectar las partes locas y sentirse más sanos todos; pero esta solución para resolver las ansiedades psicóticas es muy injusta, pues condena al papel de locos a una parte de su sociedad y, además, no es del todo eficiente pues la locura que se coloca imaginariamente en un hospicio no desaparece de la sociedad y, al negarla, se evita enfrentarla y, tal vez, elaborarla o convertirla en energía creadora.

De todos modos, existe algo espantoso, terrible, loco, en los manicomios, pero en general está mal imaginado su lugar: no es en la mente del paciente sino en las condiciones infrahumanas a que es sometido un ser humano por la institución manicomial por el sólo delito de haber, en algún momento, tenido ideas extrañas y no comprensibles. Especialmente en los hospicios de mujeres (en Buenos Aires, el hospital Moyano, Ex-Neuropsiquiátrico de Mujeres, y el hospital Estévez de Lomas de Zamora)  las condiciones de degradación son tales que puede hablarse de locura, pero no del paciente sino de la institución. Los llamados “patios de día” son verdaderas “perreras” donde las mujeres pasan sus vidas tiradas en el suelo o dando eternas vueltas en un espacio totalmente cerrado y donde en 10 metros por 15 metros se colocan cien pacientes durante cinco, diez, veinte o más años. Yo he estado muchas veces en esos patios y he conversado con esas señoras que hubieran podido, luego de una rehabilitación, vivir en condiciones normales y hasta trabajar y, posiblemente, la indignación que he sentido me ha llevado un poco a toda esta búsqueda y, además, al deseo de compartir con todos la visión dantesca de esas mujeres, algunas jóvenes, que al ser tratada como animales, al final de años se convierten casi en animales.

Este proceso es conceptualizado por la psiquiatría manicomial con una frase científica: "el irreversible proceso de deterioro del esquizofrénico crónico”...  Nosotros hemos probado, a partir de experiencias concretas, que este proceso de deterioro es producto del ”tratamiento” manicomial,  pues con estimulación social y afectiva hemos podido recuperar a estas pacientes a un comportamiento normal demostrando, con experiencias científicas concretas, que las predicciones diagnósticas de la psiquiatría adaptativa-represiva no se cumplen. Pues los supuestos teóricos de sus esquemas conceptuales están basados en prejuicios ideológicos y no en comprobaciones reales. Es decir, nosotros sostenemos que gran parte de la psiquiatría manicomial es ideología y no ciencia y es, en síntesis, la caricatura de todo el sistema ideológico adaptativo-represivo, que es utilizado para que un pequeño grupo oprima y explote económicamente a un pueblo.

Además, la ciencia de nuestros profesionales está totalmente inmersa en moldes de colonización cultural europeo-norteamericanos y al administrar la psicoterapia a nuestro pueblo, simultáneamente le están negando sus expresiones culturales, por las cuales él se reconoce y se asume. Esta descalificación cultural vicia la relación terapeuta-paciente y la convierte en “señor que ordena” a su sirviente que se cure pero no lo rescata en lo que él fue con su pueblo, en sus valores, y en sus mitos, sino que lo cura desde otros valores y pautas, las “cultas” (colonizadas), y lo “descabeza culturalmente”, con lo cual lo despersonaliza, lo psicotiza nuevamente, lo castra, lo convierte en un colonizado, en un oprimido.

Por eso la posibilidad de una psicoterapia criolla está en re- interpretar  los esquemas de terapia europeo-norteamericanos y enriquecerlos o modificarlos o desecharlos, desde las necesidades, costumbres e historia de nuestro pueblo, para lo cual es necesaria una labor de rescate de esa cultura popular que viene de tierra adentro y de atrás en nuestra historia. Para hacer una frase, diríamos que es necesario realizar el puente o la síntesis de “Pancho Sierra con Freud”, porque, si no es así, las técnicas “cultas” nunca van a salir del “ghetto psicoanalítico” de Buenos Aires.

En última instancia es el eterno dilema de toda nuestra historia que está sintetizada en la antinomia  “Civilización y Barbarie” (cultura europea y cultura criolla), Buenos Aires-Interior y que, actualmente, pasa en gran parte por oligarquía-peronismo.

Luego de estas consideraciones generales vamos a volver sobre la descripción que habíamos comenzado de los hospicios en particular. Iremos analizando el tono emocional que condiciona las características particulares en cada una de las áreas o niveles de análisis. Primero el nivel de las circunstancias materiales, físicas: el hábitat (el lugar) y los instrumentos (objetos) utilizados, analizando también el nivel corporal. Luego la red y las formas comunicacionales. Por último, consideraremos  la modalidad del proceso temporal.

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