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jueves, 7 de noviembre de 2013

Una mirada posible acerca del miedo desde la Antropologia



APUNTES PARA UNA TEORÍA DEL MIEDO
Carolina Amarilla
Daniela Pighin
David Sibio
Antropología COM-01
2011
Patricia Monsalve
Gimena Perret


A modo de apuntes
El siguiente trabajo se realiza teniendo en cuenta uno de los ejes temáticos propuestos: Problemáticas en torno a la conflictividad sociopolítica contemporánea. Lo urbano, la violencia social, seguridad e inseguridad, los prejuicios y estereotipos.
En el marco de este eje, trabajaremos el tema del miedo como dinamizador y articulador de las relaciones sociales. Lo cual presentaremos como un ejercicio de apuntes; una primera aproximación. Para ello es preciso, definir dos conceptos clave para el desarrollo de la cuestión: ¿Qué es el miedo? ¿Qué decimos cuando decimos dinamizador y articulador?
A grandes rasgos: el miedo es definido como una sensación asociada con lo desagradable, que no solo se manifiesta en los seres humanos sino también en los animales, ante la percepción de algo concreto, inminente o futuro peligro, daño, que amenaza ciertamente el equilibrio y la tranquilidad. Al miedo lo podemos incluir dentro del grupo de emociones primarias, que entonces se va a despertar ante la aversión innata de los seres vivos frente a la amenaza que le provoque alguien o algo.
Por otro lado, un dinamizador y articulador de relaciones sociales tiene como función establecer los vínculos invisibles entre los sujetos de una sociedad. Es una suerte de puente, de enlace, conexión, que permite un tipo de desenvolvimiento de las relaciones entre personas. Lo impalpable de lo interpersonal. Algunos ejemplos de esto son las redes sociales como facebook o twitter y otro que remite a principios del Siglo XX y que son los anticonceptivos. Funcionan  como dinamizadores y articuladores de las relaciones sociales, ya que modifican cualitativa y cuantitativamente –y, podríamos casi afirmar, que radicalmente- los modos de relacionarse e interactuar de los seres humanos en sociedad.
Consideramos, en esta línea, que el miedo viene a ser el suplemento de los dispositivos que permitían la construcción de certidumbre en las sociedades contemporáneas. Estos mecanismos que regulaban las certidumbres de la vida humana desaparecieron junto al Estado de Bienestar. Así, el miedo es ahora la herramienta a través de la cual el imaginario crea sentido y llena lo cotidiano de los vínculos entre los sujetos de una sociedad. Por ejemplo, la sensación de inseguridad no es una negación de hechos delictivos en las sociedades, sino que lo que aquí planteamos es la desproporción respecto de la  realidad que toman los hechos de inseguridad, sobre todo a partir de la repetición y amplificación mediática.
La categoría de miedo también nos sirve para explicar la supervivencia de esquemas económicos neoliberales, así como la posibilidad de naturalización de su lógica en las sociedades tanto en el campo económico como cultural, en el sentido amplio de los términos.
El miedo y su articulación con el esquema neoliberal llevan a las sociedades a entrar en un proceso de atomización que, paso a paso, abstrae y separa a los individuos de sus campos de pertenencia más inmediatos y los ubica en un plano más amplio, distante, que los deshumaniza. Entendemos deshumanización como aquello que resulta de la perdida de contactos concretos, palpables en un sentido figurado, al suplirse los dispositivos, que generan certidumbre y seguridad respecto de la proyección hacia el futuro que tienen los sujetos de sí mismos, por el dispositivo del miedo, que dinamiza y articula las relaciones pero en una clave de lazos de-y-hacia la incertidumbre en cuanto a la proyección de los sujetos hacia el futuro.
Nuestro trabajo no se propone plantear el miedo como un elemento innovador en el contexto contemporáneo sino que, como sostiene Reguillo, “los siglos de historia acumulada parecen haber sido insuficientes  para superar el miedo al otro[1]; es decir que siempre estamos ante una amenaza renovada, una sociedad que intenta pensarse y actuar homogéneamente tomando como articulador de esa homogeneidad el miedo, el temor ante la alteridad: “(…) el nosotros frente a una cantidad creciente de otros que, como una legión, se resisten a la normalización homogeneizadora y al silencio (…)”
          En este sentido, consideramos que el miedo al otro dinamiza las relaciones sociales, da seguridad en el actual contexto de globalización, de la integración a un colectivo imaginario, es decir, a nuestras imágenes mentales del ideal que tenemos de las diferentes relaciones sociales. Si bien la inseguridad genera temor, frente a la amenaza del miedo, plantea Bauman[2], nos sentimos tranquilos y contenidos  perteneciendo a la comunidad de homogéneos; la negación del otro diferente, nos permite crear muros dentro de los que estamos “seguros” mientras que fuera de estos y ante la verdadera realidad reaparecen la incertidumbre y la angustia. Tal como ilustra el antropólogo estadounidense Marvin Harris en el capítulo “¿Por qué hay pánico en las calles?” de su libro La cultura norteamericana contemporánea. Una visión antropológica (1981): “El hecho de que un extraño penetre por la fuerza en el santuario que es el propio hogar y se lleve las posesiones personales crea un sentimiento de impotencia y aflicción desproporcionado por el valor de las propiedades o la cantidad de dinero robados (…) Esta extrema sensibilidad ante la amenaza de ataque se convierte en una fuerte carga psicológica y física”. Es evidente que en esa “extrema sensibilidad” se nutre del imaginario cultural de los Estados Unidos en todas sus formas: cine, televisión, literatura. Pero Harris sabe que esa “extrema sensibilidad”, esa desproporción del sentimiento reactivo, muy especialmente cuando se ven involucradas posesiones, es la base no sólo de lo que Nietzsche, en La genealogía de la moral, llamara “mala conciencia” (schlechte Gewissen) sino de la imaginación distópica resultante. La hipótesis del marciano es una secreción figurativa, mal sublimada, de nuestros miedos reactivos. El imaginario marciano es, así, una coagulación simbólica de difusa mala conciencia. En el fondo, si vienen, si nos invaden, es porque algo habremos hecho[3].
     La sociedad de nuestro país ha experimentado a partir de 1976 el desarrollo de políticas neoliberales inauguradas con la violencia política y el terrorismo de Estado del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (dictadura cívico-militar 1976-1983). Tal como sostiene Pierre Bourdieu[4], “El movimiento hacia la utopía neoliberal de un mercado puro y perfecto[5] es posible mediante la política de desregulación financiera. Y se logra mediante la acción transformadora y destructiva de todas las medidas políticas que apuntan a cuestionar cualquiera y todas las estructuras que podrían servir de obstáculo a la lógica del mercado puro. Las asociaciones laborales, por ejemplo”. En este sentido el miedo cobra un protagonismo central. Era necesario instituirlo a nivel interno para romper toda posibilidad de organización que atente contra el programa neoliberal o contra el poder político y económico de aquellos de los que deriva. La implementación por parte del gobierno de facto del Estado argentino entre 1976–1983 del uso sistemático del miedo con el fin de imponer obediencia debida y colaboración activa a la población, coincide con el periodo de instrumentalización de la estructura neoliberal en su vertiente económica, momento en que tornó necesario el acondicionamiento de bases culturales de aceptación social: un dispositivo para el disciplinamiento. Dichas bases culturales fueron impuestas, principalmente, mediante la violencia trazada por la desaparición forzada de personas. El miedo tenía su figura en un Otro absoluto, El Subversivo. Un Subversivo que al igual que el marciano es una  una secreción figurativa, mal sublimada, de nuestros miedos reactivos. Pero que al mismo tiempo, nos permitió como sociedad abrir la puerta de entrada al terror en su forma más acabada y paradójicamente difusa: la desaparición. Y jugando un poco con los conceptos esbozados: si alguien venía, nos invadía, era porque algo habíamos hecho. Y también, alguien  tenía que llevarse al marciano porque no nos invadía el marciano. Ahora el marciano era el que algo había hecho. El marciano era el subversivo, el otro, el miedo.
          Otro ejemplo que refleja esa incertidumbre ante la realidad es la ciudad: rodeada de extraños, domina el terror y el miedo es omnipresente. La analista urbana Nan Ellin observa que a diferencia del Medioevo en donde las ciudades se construían para protegerse del peligro, en la actualidad la ciudad es relacionada con este último. Por eso la llamada “arquitectura del miedo” se extiende a los espacios públicos urbanos y los transforma en aéreas cerradas vigiladas y controladas las veinticuatro horas del día. En su novela “Bienvenidos a Metro-Centre”, el escritor J.G. Ballard esboza un bello párrafo que aquí nos sirve para ejemplificar como las zonas suburbanas, otro modo de “arquitectura del miedo”, son también  secreción figurativa, mal sublimada, de nuestros miedos reactivos. Citamos: “Los barrios residenciales de la periferia sueñan con la violencia. Dormidos dentro de sus amodorrados chalés, protegidos por benévolos centros comerciales, esperan con paciencia las pesadillas que los despertarán en un mundo más apasionado…”[6]
El problema de la negación del otro diferente, permite crear realidades dentro de la realidad, aislarse frente a la posibilidad de ser víctima de la acción de los agentes disidentes del sistema al que es correcto pertenecer. Como sostiene el psicólogo José Villarroel Yanchapaxi[7]: “En la ciudad blindada las relaciones interpersonales son impersonales pues nadie tiene tiempo para el Otro por hallarse ocupado de sí mismo, poniéndose a buen recaudo”.
Ahora bien, esta visión de la existencia no sería tal sin la intervención de los medios de comunicación, no decimos que estos  originan un sentido común respecto de los temores que dinamizan y articulan la vida social en la actualidad, pero sí que moldean a éste sentido común de acuerdo a los intereses inmediatos Se trata, pues de un sentido común que funciona como una orgánica, los medios por sí solos no pueden generar una realidad paralela que encuentre un marco de contención concreto sin la existencia de la estructura neoliberal. Ya que hablamos de historia circular, al pensar en el miedo a lo alterno podemos ver en épocas medievales la circulación de historias orales acerca de la monstruosidad que habitaba los bosques, no por casualidad lugar que los señores feudales monopolizaban para la explotación de la caza y de la pesca.
Esto último nos permite pensar una analogía a partir de esta cita: “Ubicados cada vez a mayor distancia de la ciudad, countries y barrios privados aparecen como islas en municipios señaladamente pobres, lo que complejiza las relaciones entre vecinos de capacidad de pago y status muy disímiles, caracterizados en torno a los ejes de la exclusión y la desconfianza, estas relaciones  parecen hacerse extensivas a las que desde dentro se establecen con el resto de la sociedad -y la ciudad-, y que pueden ilustrarse apelando al desarrollo de una estructura psicológica dual, de libertad hacia dentro y miedo hacia afuera”[8]
En la actualidad y siguiendo a Reguillo “Los medios de comunicación, especialmente la televisión (…) construyen y ayudan a construir cotidianamente el relato de la otredad monstruosa, a través de diferentes géneros y estrategias narrativas: (…) los favelados o los villeros (habitantes de los cinturones de miseria de Brasil y Buenos Aires) son delincuentes a priori, amenaza constante para la gobernabilidad”.
          Bauman en su capítulo “Refugiarse en la caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad” cita a Ray Surette el cual afirma que “el mundo que se ve por televisión se parece a uno en el que los “ciudadanos/ovejas” son protegidos de los “delincuentes/lobos” por “policías/perros pastores”[9]. En este sentido no es casualidad que toda propuesta electoral para cualquier candidato presidencial, que no se esfuerza por salir del discurso construido, se centra en el retorno a la seguridad como si se tratara de un chasquido de dedos que dejará como resultado a la tan deseada comunidad homogénea que ya no deberá invocar “(…) la protección frente a la vulnerabilidad y la incertidumbre que se experimenta por la irrupción de fuerzas que no pueden contenerse y parecen operar con lógicas que escapan a toda comprensión” dado que el otro diferente ya no va a existir. Esto mismo es planteado por Bauman cuando sostiene que el miedo es un capital, un elemento de rentabilidad, económica o política: “La seguridad personal se ha convertido en un importante argumento de venta en toda suerte de estrategias de marketing. La Ley y el Orden, reducidos cada vez más a una mera promesa de seguridad personal, se han convertido en un importante argumento de venta en los programas políticos y campañas electorales”. Cuestión última que encaja necesariamente -perfectamente- con la lógica instrumental de los esquemas y recetas del neoliberalismo. Recetas… esquemas, podríamos decir: apuntes para una teoría del miedo.
A modo de conclusión
         El devenir de la utopia neoliberal requiere de imaginación distópica. El miedo es esta imaginación distópica, imaginación que paradójicamente –como miedo que es- anula casi totalmente la capacidad de asombro. ¿Qué imaginación hay sin asombro? Un animal aterrado no explora. Un ser humano con miedo no imagina. El asombro es un elemento clave en tanto nos relacionamos con Otro y lo consideramos en toda su autenticidad como auténticamente Otro: la alteridad, lo diferente y necesario para la existencia de lo humano y del compromiso con lo humano. Necesitamos al Otro para imaginar y comprometernos.
          El miedo es una reacción humana, espontánea, necesaria. Pero, sostenemos, no puede ser inspiración de la imaginación. La base de sustento de los imaginarios colectivos no puede tener asiento en el miedo.
        “La inseguridad genera temor” sostiene Bauman. A lo que agregamos que es el temor imaginativo, la imaginación distópica la que crea las condiciones para vivir en un mundo de inseguridad. Y continua Bauman: “El problema no obstante, es que cuando desaparece la inseguridad, también están condenadas a desaparecer de las calles de la ciudad la espontaneidad, la flexibilidad, la capacidad para sorprender y las promesa de aventuras, que son los principales atractivos de la vida urbana. La alternativa a la inseguridad no es el paraíso de la tranquilidad, sino el infierno del aburrimiento.”
          Aburrimiento que no asombra y que por lo tanto, no imagina ni compromete.
         Se trataría, pues, de llenar la imaginación con algo diferente al miedo. Con otro tipo  de religiosidad, por decirlo de algún modo. En palabras de Kurt Vonnegut: “No sé qué harán ustedes, pero yo practico una religión desorganizada. Pertenezco a un impío desorden. Nos hacemos llamar *Nuestra Señora del Perpetuo Asombro*”.
         Así es.












Bibliografía

Ballard, J.G., “1. La cruz de san  Jorge”. Bienvenidos a Metro-Centre (Kingdom come). Barcelona. Minotauro. 2008
Bauman, Z., Cap. 4. Refugiarse en la caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad, en Vida Líquida, Paidos, Bs.As., 2006
Bourdieu, Pierre (1998) Le Monde. “La esencia del neoliberalismo”.
Harris, M., ¿Por qué hay pánico en las calles?, en La cultura norteamericana: una visión antropológica. Ed. Alianza, Madrid, 1984
Hefferman, Julían Jiménez., “Introducción: los papeles del marciano. Figuras textuales de Marte de Virgilio a Well(e)s”. La invasión desde Marte. Pág. 20. Abada Editores, 2005
Reguillo, R., “El otro antropológico. Poder y representación en una contemporaneidad sobresaltada”, en Análisi 29, Quaderns de comunicacio i cultura, Universidad Autónoma de Barcelona, 2002, pp 63-79
Svampa, M., Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires. Biblos. 2001


        



[1] Reguillo, Rossana (2002) El otro antropológico. Poder y representación en una contemporaneidad sobresaltada.
[2] Bauman, Zygmunt (2006) Vida líquida. “Refugiarse en la caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad”.
[3] Hefferman, Julían Jiménez “Introducción: los papeles del marciano. Figuras textuales de Marte de Virgilio a Well(e)s”. La invasión desde Marte. Pág. 20. Abada Editores, 2005
[4] Bourdieu, Pierre (1998) Le Monde. “La esencia del neoliberalismo”.
[5] En el mercado puro y perfecto, las relaciones se articulan y dinamizan en la clave que planteamos en este trabajo respecto del papel del miedo. Así, el mercado neoliberal como el miedo es aséptico, distante, impersonal.
[6] J.G. Ballard, “1. La cruz de san  Jorge”. Bienvenidos a Metro-Centre (Kingdom come). Barcelona. Minotauro. 2008
[8] Svampa, M., Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires. Biblos. 2001
[9] Günther Anders no confía más en los medios pacíficos, no cree más en la democracia de partidos: “Después de la gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo, yo viví catorce años en Estados Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor, se la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión `tener opinión propia’ ya no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseer ya ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas. Se los engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no `consumen´. La televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se tiene algo propio tampoco se lo puede expresar”.
“El ser humano ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo porque sólo oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación permanece unilateral porque no puede responder. Esa servidumbre es característica para la falta de libertad que se ha construido a través de su propia técnica y que se revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado la figura del `eremita masivo´. Porque si bien solo se halla frente a su radio o televisor, recibe el mismo `pienso´(en doble sentido) que los demás. No percibe que lo que él consume en la soledad es el alimento de millones.” (Osvaldo Bayer. Rebeldía y esperanza, documentos. Ed. La Página S.A., Bs. As., 2009)

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