APUNTES PARA UNA TEORÍA DEL MIEDO
Carolina
Amarilla
Daniela
Pighin
David
Sibio
Antropología
COM-01
2011
Patricia
Monsalve
Gimena
Perret
A modo de apuntes
El siguiente trabajo se realiza teniendo en cuenta
uno de los ejes temáticos propuestos: Problemáticas
en torno a la conflictividad sociopolítica contemporánea. Lo urbano, la violencia social, seguridad e
inseguridad, los prejuicios y estereotipos.
En el marco de este eje, trabajaremos el tema del miedo como dinamizador y articulador de
las relaciones sociales. Lo cual
presentaremos como un ejercicio de apuntes; una primera aproximación. Para ello
es preciso, definir dos conceptos clave para el desarrollo de la cuestión: ¿Qué
es el miedo? ¿Qué decimos cuando
decimos dinamizador y articulador?
A grandes rasgos: el miedo es definido como una sensación
asociada con lo desagradable, que no solo se
manifiesta en los seres humanos sino también en los animales, ante la percepción de algo
concreto, inminente o futuro peligro, daño, que amenaza ciertamente
el equilibrio y la tranquilidad. Al miedo lo podemos incluir
dentro del grupo de emociones primarias, que entonces se va a despertar ante la
aversión innata de los seres vivos frente a la amenaza que le provoque alguien
o algo.
Por otro lado, un dinamizador
y articulador de relaciones
sociales tiene como función establecer los vínculos invisibles entre los
sujetos de una sociedad. Es una suerte de puente, de enlace, conexión, que
permite un tipo de desenvolvimiento de las relaciones entre personas. Lo impalpable
de lo interpersonal. Algunos ejemplos de esto son las redes sociales como facebook o twitter y otro que remite a principios del Siglo XX y que son los
anticonceptivos. Funcionan como
dinamizadores y articuladores de las relaciones sociales, ya que modifican cualitativa
y cuantitativamente –y, podríamos casi afirmar, que radicalmente- los modos de
relacionarse e interactuar de los seres humanos en sociedad.
Consideramos, en esta línea, que el miedo viene a ser el suplemento de los dispositivos que permitían
la construcción de certidumbre en las sociedades contemporáneas. Estos
mecanismos que regulaban las certidumbres de la vida humana desaparecieron
junto al Estado de Bienestar. Así, el miedo es ahora la herramienta a través de
la cual el imaginario crea sentido y llena lo cotidiano de los vínculos entre
los sujetos de una sociedad. Por ejemplo, la sensación de inseguridad no es una negación de hechos delictivos en
las sociedades, sino que lo que aquí planteamos es la desproporción respecto de
la realidad que toman los hechos de
inseguridad, sobre todo a partir de la repetición y amplificación mediática.
La categoría de miedo también nos sirve para explicar la
supervivencia de esquemas económicos neoliberales, así como la posibilidad de
naturalización de su lógica en las sociedades tanto en el campo económico como
cultural, en el sentido amplio de los términos.
El miedo y su articulación con el esquema neoliberal
llevan a las sociedades a entrar en un proceso de atomización que, paso a paso,
abstrae y separa a los individuos de sus campos de pertenencia más inmediatos y
los ubica en un plano más amplio, distante, que los deshumaniza. Entendemos
deshumanización como aquello que resulta de la perdida de contactos concretos,
palpables en un sentido figurado, al suplirse los dispositivos, que generan
certidumbre y seguridad respecto de la proyección hacia el futuro que tienen
los sujetos de sí mismos, por el dispositivo del miedo, que dinamiza y articula
las relaciones pero en una clave de lazos de-y-hacia la incertidumbre en cuanto
a la proyección de los sujetos hacia el futuro.
Nuestro trabajo no se propone plantear el miedo como un
elemento innovador en el contexto contemporáneo sino que, como sostiene
Reguillo, “los siglos de historia
acumulada parecen haber sido insuficientes
para superar el miedo al otro”[1];
es decir que siempre estamos ante una amenaza renovada, una sociedad que
intenta pensarse y actuar homogéneamente tomando como articulador de esa
homogeneidad el miedo, el temor ante la alteridad: “(…) el nosotros frente a una cantidad creciente de otros que, como una
legión, se resisten a la normalización homogeneizadora y al silencio (…)”
En este
sentido, consideramos que el miedo al otro dinamiza las relaciones sociales, da
seguridad en el actual contexto de globalización, de la integración a un
colectivo imaginario, es decir, a nuestras imágenes mentales del ideal que
tenemos de las diferentes relaciones sociales. Si
bien la inseguridad genera temor, frente a la amenaza del miedo, plantea Bauman[2],
nos sentimos tranquilos y contenidos perteneciendo a la comunidad de
homogéneos; la negación del otro diferente, nos permite crear muros dentro de
los que estamos “seguros” mientras que fuera de estos y ante la verdadera
realidad reaparecen la incertidumbre y la angustia. Tal como ilustra el antropólogo
estadounidense Marvin Harris en el capítulo “¿Por qué hay pánico en las calles?”
de su libro La cultura norteamericana
contemporánea. Una visión antropológica (1981): “El hecho de que un extraño penetre por la fuerza en el santuario que
es el propio hogar y se lleve las posesiones personales crea un sentimiento de
impotencia y aflicción desproporcionado por el valor de las propiedades o la
cantidad de dinero robados (…) Esta extrema sensibilidad ante la amenaza de
ataque se convierte en una fuerte carga psicológica y física”. Es evidente que
en esa “extrema sensibilidad” se nutre del imaginario cultural de los Estados
Unidos en todas sus formas: cine, televisión, literatura. Pero Harris sabe que
esa “extrema sensibilidad”, esa desproporción del sentimiento reactivo, muy
especialmente cuando se ven involucradas posesiones, es la base no sólo de lo
que Nietzsche, en La genealogía de la moral, llamara “mala conciencia”
(schlechte Gewissen) sino de la imaginación distópica resultante. La hipótesis
del marciano es una secreción
figurativa, mal sublimada, de nuestros miedos reactivos. El imaginario
marciano es, así, una coagulación simbólica de difusa mala conciencia. En el
fondo, si vienen, si nos invaden, es porque algo habremos hecho[3].
La
sociedad de nuestro país ha experimentado a partir de 1976 el desarrollo de
políticas neoliberales inauguradas con la violencia política y el terrorismo de
Estado del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (dictadura
cívico-militar 1976-1983). Tal como sostiene Pierre Bourdieu[4],
“El movimiento hacia la utopía neoliberal
de un mercado puro y perfecto[5] es
posible mediante la política de desregulación financiera. Y se logra mediante
la acción transformadora y destructiva de todas las medidas políticas que
apuntan a cuestionar cualquiera y todas las estructuras que podrían servir de
obstáculo a la lógica del mercado puro. Las asociaciones laborales, por ejemplo”.
En este sentido el miedo cobra un protagonismo central. Era necesario instituirlo
a nivel interno para romper toda posibilidad de organización que atente contra
el programa neoliberal o contra el poder político y económico de aquellos de
los que deriva. La implementación por parte del gobierno de facto del Estado
argentino entre 1976–1983 del uso sistemático del miedo con el fin de imponer
obediencia debida y colaboración activa a la población, coincide con el
periodo de instrumentalización de la estructura neoliberal en su vertiente
económica, momento en que tornó necesario el acondicionamiento de bases culturales
de aceptación social: un dispositivo para el disciplinamiento. Dichas bases
culturales fueron impuestas, principalmente, mediante la violencia trazada por
la desaparición forzada de personas. El miedo tenía su figura en un Otro
absoluto, El Subversivo. Un Subversivo que al igual que el marciano es una una secreción figurativa, mal
sublimada, de nuestros miedos reactivos. Pero que al mismo tiempo, nos
permitió como sociedad abrir la puerta de entrada al terror en su forma más
acabada y paradójicamente difusa: la desaparición. Y jugando un poco con los
conceptos esbozados: si alguien venía, nos invadía, era porque algo habíamos
hecho. Y también, alguien tenía que
llevarse al marciano porque no nos invadía el marciano. Ahora el marciano era
el que algo había hecho. El marciano era el subversivo, el otro, el miedo.
Otro
ejemplo que refleja esa incertidumbre ante la realidad es la ciudad: rodeada de
extraños, domina el terror y el miedo es omnipresente. La analista urbana Nan
Ellin observa que a diferencia del Medioevo en donde las ciudades se construían
para protegerse del peligro, en la actualidad la ciudad es relacionada con este
último. Por eso la llamada “arquitectura del miedo” se extiende a los espacios
públicos urbanos y los transforma en aéreas cerradas vigiladas y controladas
las veinticuatro horas del día. En su novela
“Bienvenidos a Metro-Centre”, el escritor J.G. Ballard esboza un bello párrafo
que aquí nos sirve para ejemplificar como las zonas suburbanas, otro modo de
“arquitectura del miedo”, son también secreción figurativa, mal sublimada, de nuestros
miedos reactivos. Citamos: “Los barrios residenciales de la periferia sueñan con la violencia.
Dormidos dentro de sus amodorrados chalés, protegidos por benévolos centros
comerciales, esperan con paciencia las pesadillas que los despertarán en un
mundo más apasionado…”[6]
El problema de la
negación del otro diferente, permite crear realidades dentro de la realidad,
aislarse frente a la posibilidad de ser víctima de la acción de los agentes
disidentes del sistema al que es correcto pertenecer. Como sostiene el
psicólogo José Villarroel Yanchapaxi[7]: “En la ciudad
blindada las relaciones interpersonales son impersonales pues nadie tiene
tiempo para el Otro por hallarse ocupado de sí mismo, poniéndose a buen
recaudo”.
Ahora bien, esta
visión de la existencia no sería tal sin la intervención de los medios de
comunicación, no decimos que estos
originan un sentido común respecto de los temores que dinamizan y
articulan la vida social en la actualidad, pero sí que moldean a éste sentido
común de acuerdo a los intereses inmediatos Se trata, pues de un sentido común
que funciona como una orgánica, los medios por sí solos no pueden generar una
realidad paralela que encuentre un marco de contención concreto sin la
existencia de la estructura neoliberal. Ya que hablamos de historia circular,
al pensar en el miedo a lo alterno podemos ver en épocas medievales la
circulación de historias orales acerca de la monstruosidad que habitaba los
bosques, no por casualidad lugar que los señores feudales monopolizaban para la
explotación de la caza y de la pesca.
Esto último nos permite pensar una analogía a partir de
esta cita: “Ubicados
cada vez a mayor distancia de la ciudad, countries y barrios privados aparecen
como islas en municipios señaladamente pobres, lo que complejiza las relaciones
entre vecinos de capacidad de pago y status muy disímiles, caracterizados en
torno a los ejes de la exclusión y la desconfianza, estas relaciones parecen hacerse extensivas a las que desde
dentro se establecen con el resto de la sociedad -y la ciudad-, y que pueden
ilustrarse apelando al desarrollo de una
estructura psicológica dual, de libertad hacia dentro y miedo hacia afuera”[8]
En la actualidad y
siguiendo a Reguillo “Los medios de
comunicación, especialmente la televisión (…) construyen y ayudan a construir
cotidianamente el relato de la otredad monstruosa, a través de diferentes
géneros y estrategias narrativas: (…) los favelados o los villeros (habitantes
de los cinturones de miseria de Brasil y Buenos Aires) son delincuentes a
priori, amenaza constante para la gobernabilidad”.
Bauman en su capítulo “Refugiarse en la caja de Pandora o miedo y
seguridad en la ciudad” cita a Ray Surette el cual afirma que “el mundo que se ve por televisión se parece
a uno en el que los “ciudadanos/ovejas” son
protegidos de los “delincuentes/lobos” por “policías/perros pastores”[9].
En este sentido no es casualidad que toda propuesta electoral para cualquier
candidato presidencial, que no se esfuerza por salir del discurso construido,
se centra en el retorno a la seguridad como si se tratara de un chasquido de
dedos que dejará como resultado a la tan deseada comunidad homogénea que ya no
deberá invocar “(…) la protección frente
a la vulnerabilidad y la incertidumbre que se experimenta por la irrupción de
fuerzas que no pueden contenerse y parecen operar con lógicas que escapan a
toda comprensión” dado que el otro diferente ya no va a existir. Esto mismo
es planteado por Bauman cuando sostiene que el miedo es un capital, un elemento
de rentabilidad, económica o política: “La
seguridad personal se ha convertido en un importante argumento de venta en toda
suerte de estrategias de marketing. La
Ley y el Orden, reducidos cada vez más a una mera promesa de
seguridad personal, se han convertido en un importante argumento de venta en
los programas políticos y campañas electorales”. Cuestión última que encaja
necesariamente -perfectamente- con la lógica instrumental de los esquemas y
recetas del neoliberalismo. Recetas… esquemas, podríamos decir: apuntes para
una teoría del miedo.
A modo de conclusión
El devenir de la utopia neoliberal requiere de imaginación distópica. El miedo es esta imaginación distópica,
imaginación que paradójicamente –como miedo que es- anula casi totalmente la
capacidad de asombro. ¿Qué imaginación hay sin asombro? Un animal aterrado no
explora. Un ser humano con miedo no imagina. El asombro es un elemento clave en
tanto nos relacionamos con Otro y lo consideramos en toda su autenticidad como
auténticamente Otro: la alteridad, lo diferente y necesario para la existencia
de lo humano y del compromiso con lo humano. Necesitamos al Otro para imaginar
y comprometernos.
El miedo es una reacción humana,
espontánea, necesaria. Pero, sostenemos, no puede ser inspiración de la
imaginación. La base de sustento de los imaginarios colectivos no puede tener
asiento en el miedo.
“La inseguridad genera temor”
sostiene Bauman. A lo que agregamos que es el temor imaginativo, la imaginación
distópica la que crea las condiciones para vivir en un mundo de inseguridad. Y
continua Bauman: “El problema no
obstante, es que cuando desaparece la inseguridad, también están condenadas a
desaparecer de las calles de la ciudad la espontaneidad, la flexibilidad, la
capacidad para sorprender y las promesa de aventuras, que son los principales
atractivos de la vida urbana. La alternativa a la inseguridad no es el paraíso
de la tranquilidad, sino el infierno del aburrimiento.”
Aburrimiento que no asombra y que por lo tanto, no imagina ni compromete.
Se trataría, pues, de llenar la imaginación con algo diferente al miedo.
Con otro tipo de religiosidad, por decirlo
de algún modo. En palabras de Kurt Vonnegut: “No sé qué harán ustedes, pero yo practico una religión desorganizada.
Pertenezco a un impío desorden. Nos hacemos llamar *Nuestra Señora del Perpetuo
Asombro*”.
Así es.
Bibliografía
Ballard, J.G., “1. La cruz de san Jorge”. Bienvenidos
a Metro-Centre (Kingdom come). Barcelona. Minotauro. 2008
Bauman, Z., Cap. 4. Refugiarse en la
caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad, en Vida Líquida, Paidos, Bs.As., 2006
Bourdieu, Pierre (1998) Le Monde. “La esencia del neoliberalismo”.
Harris, M., ¿Por qué hay pánico en las
calles?, en La cultura norteamericana:
una visión antropológica. Ed. Alianza, Madrid, 1984
Hefferman, Julían Jiménez., “Introducción: los papeles
del marciano. Figuras textuales de Marte de Virgilio a Well(e)s”. La invasión desde Marte. Pág. 20. Abada
Editores, 2005
Reguillo, R., “El otro antropológico.
Poder y representación en una contemporaneidad sobresaltada”, en Análisi 29, Quaderns de comunicacio i
cultura, Universidad Autónoma de Barcelona, 2002, pp 63-79
Svampa, M., Los que
ganaron. La vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires. Biblos.
2001
[1] Reguillo, Rossana (2002) El otro antropológico. Poder y representación en una contemporaneidad
sobresaltada.
[2] Bauman, Zygmunt
(2006) Vida líquida. “Refugiarse en
la caja de Pandora o miedo y seguridad en la ciudad”.
[3] Hefferman, Julían
Jiménez “Introducción: los papeles del marciano. Figuras textuales de Marte de
Virgilio a Well(e)s”. La invasión desde
Marte. Pág. 20. Abada Editores, 2005
[5] En el
mercado puro y perfecto, las relaciones se articulan y dinamizan en la clave
que planteamos en este trabajo respecto del papel del miedo. Así, el mercado
neoliberal como el miedo es aséptico, distante, impersonal.
[6] J.G.
Ballard, “1. La cruz de san Jorge”. Bienvenidos a Metro-Centre (Kingdom come).
Barcelona. Minotauro. 2008
[8]
Svampa, M., Los que ganaron. La vida en
los countries y barrios privados. Buenos Aires. Biblos. 2001
[9] Günther Anders no confía más en
los medios pacíficos, no cree más en la democracia de partidos: “Después de la
gran victoria de los medios masivos de comunicación no existe más la
democracia. Lo sustancial de la democracia es poder tener una opinión propia y
al mismo tiempo poder expresarla. Por ejemplo, yo viví catorce años en Estados
Unidos y nunca pude expresar mi opinión. Desde que existen los medios masivos y
desde que la población del mundo se halla como exorcizada frente al televisor,
se la alimenta, a cucharadas, con opinión. La expresión `tener opinión propia’
ya no tiene sentido de realidad. Los alimentados forzosamente no poseer ya
ninguna chance de opinión propia. No, ya ni siquiera consumen opiniones ajenas.
Se los engorda con sistema. Y los gansos engordados a sistema no `consumen´. La
televisión es un engorde con sistema. Si democracia es aquello en lo cual se
puede expresar la propia opinión, entonces la democracia se ha convertido en
imposible a través de los medios masivos de comunicación, porque cuando no se
tiene algo propio tampoco se lo puede expresar”.
“El
ser humano ya no puede llegar a la mayoría de edad. Más bien es un ser-siervo
porque sólo oye y oye lo que le llega por radio y televisión y aquí la relación
permanece unilateral porque no puede responder. Esa servidumbre es
característica para la falta de libertad que se ha construido a través de su
propia técnica y que se revierte sobre él. Con los medios masivos se ha creado
la figura del `eremita masivo´. Porque si bien solo se halla frente a su radio
o televisor, recibe el mismo `pienso´(en doble sentido) que los demás. No
percibe que lo que él consume en la soledad es el alimento de millones.” (Osvaldo
Bayer. Rebeldía y esperanza, documentos.
Ed. La Página S.A.,
Bs. As., 2009)
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