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domingo, 7 de mayo de 2017

Sexismo en el Lenguaje


Las palabras y la cuestión de género

Silvia Pazos
"Mi educación, mi cultura y la visión de la sociedad tal como era, todo me convencía de que las mujeres pertenecían a una casta inferior". (Simone de Beauvoir, Memorias de una joven formal, Sudamericana, Buenos Aires, 1972).

Noventa hombres y una mujer estaban atentos. Un hombre y noventa mujeres estaban atentos. Son oraciones correctas, ni se piensa en cuestionarlas. Se han naturalizado, como años atrás que María González se casara y pasara a llamarse María González de García no parecía extrañar a nadie. Afortunadamente, este de posesivo va desapareciendo, y también las parejas están optando por que estos hijos, por ejemplo, se llamen Luna García González y Martín García González, con lo cual el apellido materno también quede incluido en el hijo que ambos concibieron. Pero, como se puede observar, siempre lo masculino prima sobre lo femenino. Esa es la regla. Lo masculino protege, abarca, absorbe lo femenino. La consecuencia: la mujer se vuelve invisible.
Al respecto podría citarse una opinión vertida hace unos años por la ya fallecida doctora Ofelia Kovacci, que fuera presidenta de la Academia Argentina de Letras:"El diccionario no está en contra de las mujeres sino que recoge la forma de pensar de una época. Para hablar del padre y de la madre, se dice los padres; y el rey y la reina se engloban en los reyes, pero solo porque el masculino es gramaticalmente el término extensivo". La cuestión es qué se pierde cuando se usa ese masculino plural omnicomprensivo. Una opción es hablar de género, porque ya se sabe qué le ha tocado a ella en la distribución, cuando se hacía foco en el sexo. La perspectiva de género es una construcción cultural, un modo de crear una realidad y un modo de percibir el mundo, una visión más abarcadora que intenta analizar otros conceptos. "Si la mujer durante años fue caracterizada por las culturas como persona débil, histérica o inferior, nunca podríamos escapar de ese destino ni rebelarnos, porque habría sido impuesto por el mandato de la Naturaleza: se nace, luego no hay reclamo. Esa es la trampa, porque la Naturaleza solo marca la anatomía, no el modo de ser de un sujeto humano que responde a las exigencias históricas, a las costumbres, la política y la economía de las distintas épocas. Por eso, actualmente, no se habla de sexo femenino sino de género", afirma Eva Giberti (2).

Excluida y vinculada a lo peyorativo
Si hasta en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la mujer ha quedado afuera. El uso de la expresión el hombre como sinónimo de humanidad es toda una muestra. Ella no se ve, no se menciona.  Permanece relegada al ámbito doméstico, como reina del hogar, feliz y cantando porque está fregando una asadera, tal como se la ve en estos días en una publicidad de la televisión. Pero estos estereotipos y preconceptos se hallan en el Diccionario de la Real Academia. (3) Así, por ejemplo, se encuentran adjetivos, sustantivos y expresiones con diferente valor semántico, según se refieran a mujeres o a hombres.  Hijo/a de su padre: Denota la semejanza del hijo en las inclinaciones, cualidades o figura del padre. Pero hijo/a de su madre significa bastardo o hijo de puta. Esta última expresión, con el significado de "mala persona", no posee equivalente en el mundo de los hombres.

La mujer está con frecuencia ligada a lo degradante, peyorativo y oscuro. Por eso las brujas son feas y malvadas, y los brujos son hechiceros dotados de poderes mágicos. En el vocablo mujer, afortunadamente la mujer de su casa lleva un elogio, porque otras... Mujer mundana es la prostituta. La mujer fatal es harto peligrosa, ya que "acarrea un fin desgraciado". Y la pobre mujer es aquella de cortos talentos e intuición. Una mujer pública es una prostituta mientras que hombre público es el que tiene una vida pública conocida, en general como político. Y ni hablar de los órganos de ella, que generan furor uterino, por ejemplo; porque los hombres nunca se exceden en su pasión, tan racionales ellos.

En cambio, los hombres poseen pene: órgano "que sirve para miccionar y copular". Pero parece que esto último lo hacen solos, porque no se menciona una partecita siquiera de la mujer que intervenga en el acto sexual.
Y ama es la dueña de un burdel, sin equivalente en amo. Lo mismo sucede con el vocablo moza (por suerte,  dice "poco usado"): es la mujer que mantiene trato ilícito con alguno; algo que nunca haría un mozo. Y moza de fortuna o moza del partido significa, lisa y llanamente, prostituta. También acepta el vocablo concubina, pero no concubino, ¿no hay hombres involucrados?
Verdulera es la mujer descarada y ordinaria. El verdulero, en cambio, solo vende verduras. Sargento es una graduación militar, mientras sargenta es la mujer corpulenta, hombruna y de dura condición. Genio es masculino: Calderón es un genio, el Genio de la lámpara. No hay genias ni ídolas. Incluso el vocablo putón se refiere a la mujer de costumbres sexuales muy libres; porque ellos jamás alcanzan tanto descontrol.
Por supuesto, los estereotipos siguen: masculino es, según la acepción (3), varonil, enérgico. Pero femenino: débil, endeble. Y hay más. Masculino: que está dotado de órganos para fecundar. Desde ya, femenino significa que está dotado de órganos para ser fecundado. La mujer pasiva, la Penélope que espera, la Bella Durmiente tan tonta que, si no llegara un hombre a besarla, seguiría durmiendo por los siglos de los siglos.

Evitar el uso sexista de la lengua
La misma Unesco, en el folleto Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje (4), se refiere a las elecciones posibles para eliminar estas asimetrías. Por ejemplo, hablar de la humanidad, los seres humanos, las personas, la especie humana... y no el hombre. También en relación a esto dice: "Las Naciones Unidas han proclamado los Derechos del Niño, cuando podían haber utilizado la fórmula Derechos de la Infancia, como lo hicieron con el Año Internacional de la Infancia". En los casos de los profesores y las profesoras, sugiere nombres colectivos como el profesorado, el personal docente. Lo mismo para nombrar alumnos y alumnas; se puede reemplazar por el alumnado.
Un desliz que puede causar asombro es que, incluso en este folleto contra la discriminación, se escape un aspecto importante, dado que las soluciones propuestas colocan siempre el masculino adelante: hombres y mujeres (y no mujeres y hombres), ancianos y ancianas, alumnos y alumnas. Como dice el Esbozo (5):"Por lo general el hablante tiende a anteponer el elemento que por cualquier motivo estima como más interesante".
Hoy existen juezas, ministras, presidentas, vicepresidentas, jefas, gerentas, fiscalas, árbitras, notarias. Y así lo reflejó en 2001 la vigésima segunda edición del Diccionario de la RAE que, ya se sabe, es lenta en volcar los cambios; porque antes alcaldesa era la mujer del alcalde (hoy esta acepción figura como uso coloquial). Pero la realidad se impone y muchos -no todos- coinciden en que las profesiones y los cargos que hoy son desempeñados por mujeres deben adecuarse al femenino. Claro que, por las dudas, en la definición, el diccionario aclara:"Úsase también la forma en masculino para designar el femenino. Ana es gerente". Pero las  diferencias continúan. Las niñas son primero señoritas pero luego, al casarse, se convierten en señoras (de un hombre, resulta obvio). En cambio, los niños pasan a ser señores y así permanecen hasta el resto de sus días. ¿Por qué tendrá que hacerse visible en el tratamiento la presencia o ausencia de un hombre?
La psicopedagoga Alicia Fernández, en La sexualidad atrapada de la señorita maestra, se refiere al señorita, nombre que recibe siempre la docente esté casada o no. También recuerda el título de segunda madre, y subraya: "Es madre, entonces, pero madre virgen, porque ser madre soltera no está bien considerado en la escuela". También menciona eso de "los hombres no lloran" y el dolor de un varón repleto de lágrimas escondidas, para que le crean que es varón. Y continúa: "¿Qué aprenderán los alumnos y las alumnas junto con la lectoescritura? ¿Atravesada por qué ideología estará la enseñanza de la escritura de las palabras? La enseñanza de qué es ser varón y de qué es ser mujer no figura en el currículum de la escuela, pero el ocultamiento, la desmentida, la omisión de la identidad, entrenan a través de lo no dicho".
Desde hace unos años, estos aspectos se están encarando desde distintas lenguas. Así, en Alemania ya se ha dejado de usar la palabra Fräulein (señorita), porque no existe el sustantivo equivalente para nombrar al hombre soltero; de esta forma, todas son Frau (señora). También, con el fin de eliminar esta asimetría, el Instituto de la Mujer de Madrid ha sugerido utilizar la abreviatura Sa. para evitar la diferencia entre Sra. y Srta. Y en inglés, se ha creado el descriptor Ms, abreviatura entre Mrs y Miss.

La solución de la arroba
Cuando hablamos, podemos referirnos a los niños y las niñas. Los problemas comienzan con la escritura, ya que resulta un tanto denso leer o escribir: "los alumnos y las alumnas, las señoras y los señores, el chico y la chica..." o, en su defecto:"el/la niño/a, la/el alumna/o...".
Como solución, hace algunos años surgió una propuesta para sustituir la última vocal por una arroba, como signo neutro, con el objeto de formar los plurales que incluyen los dos géneros: l@s niñ@s. La idea parece mejor que el uso de la barra o del coordinante con los dos sustantivos o adjetivos (además, el símbolo figura en los teclados). Esta arroba se utiliza cada vez más en artículos y trabajos que tratan la perspectiva de género. Con esta modalidad, el diario Página 12 publicó -con su edición del 15 de mayo de 2003- el fascículo Cinco días por los derechos de niños, niñas y adolescentes, financiado por Save the Children Suecia.

La primera persona
Voy a transgredir en este espacio la norma periodística de la tercera persona, ya que quiero reflexionar acerca de nuestra posición como sujeto de la enunciación. Porque hemos aprendido desde chicas a ser pasivas, a callar, a ser femeninas... gracias a esta marca cultural que hemos recibido "con la leche templada y  en cada canción" (Serrat dixit). Y con frecuencia las mujeres reproducimos, en el discurso o en la práctica, este modelo que nos han impuesto. La lección está tan bien aprendida que, a veces, debemos mantenernos alertas para no caer en el erróneo uso de "uno" en vez de "una", en un constante ejercicio de autoafirmación.
Para romper esos deslizamientos ideológicos debemos trabajar y no trivializar estos temas, porque ya nos parece escuchar la voz de alguna mujer que rechaza estas propuestas por considerarlas absurdas, exageradas o con un despectivo "se ve que no tienen nada que hacer".
Quizás esto esté señalando una posición de sometimiento para ser aceptadas en el ámbito predominantemente masculino donde se desenvuelven; realizan así alianzas tácitas y para no sentirse afuera, festejan burlas machistas o, lo que es peor, no se solidarizan ni respetan a otras congéneres. Acerca de estas actitudes, volvemos a citar a Eva Giberti (6): "El peor efecto de tal subordinación es la posición de tantas mujeres que repiten las ideas masculinas sin darse cuenta de que son pensamientos de otros, de ideas que no fueron pensadas por ellas, ni para ellas, ni teniendo en cuenta sus necesidades y deseos". Casi olvidando que también ellas son víctimas de este burka ideológico que nos mantiene encarceladas en los lugares subalternos que nos han asignado

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